.
.
Farouh Briggs
Desciendo a la llegada luego de que la mayoría ha puesto pie en tierra firme, observando el paisaje soleado.
Scarlet no paró de hablar durante todo el viaje, ni dudó en cuchichear con su novio, cada vez que tenía oportunidad, las cosas de la empresa que no le competían y las teorías de conspiración entre ella y sus amigas, que toman en cuenta mi estabilidad emocional, económica, amorosa y social.
En algo se eso incluyó a Maeve, solo que el escenario no era para nada correcto, pues, según sus ideas, los dos teníamos algo desde hace rato, y sus palabras, no mías, 'nos estábamos dando como a "cajón que no cierra" '. El problema principal es que no soy de tener cajones en casa, no tengo muchos y tampoco les doy como insinúa; claro que responden al tirón que puedo darles si siento que se traban, pero, a mi secretaria, no podría hacerle algo así.
No podría darle de esa manera, a ninguna persona, en realidad; eso es una falta de respeto y Mivi es una persona que merece aprecio ante la confianza que le he entregado.
Además, no entiendo bien su pensamiento, ni a lo que se refiere en sí.
Scarlet tiene un vocabulario más amplio de lo que pensé, en cuanto a los temas del mundo o las redes; todos en la empresa viven actualizados a lo que pasa, soy yo quien creo que estoy algo alejado de la realidad. No me gusta ver las cosas que salen, porque son amapañas a los titulares de la prensa que todavía me atosigan.
No he dejado que eso me envuelva al punto de no tener una idea de lo que ocurre, pero sí me he mantenido al margen; no quiero tan solo sentir la bruma del mundo, si lo que pasa conmigo es suficiente.
Claro que podría salir de dudas si busco todas esas referencias de las que habla, pero prefiero preguntarle cuando no se lo espere, aunque no sé si es algo que haré.
La conversación era de mí, no conmigo, y ambos estaban conversando de forma muy privada, a pesar de que los escuchaban todos los que estaban alrededor de ellos.
Aparte de eso, sé que si le pregunto, pensará que me interesan demasiado sus conjeturas; no dejará de hablar, me voy a sentir presionado y lo único que quiero es terminar con esto lo más rápido que pueda, o por lo menos, disfrutar, de algún modo, los días que esté aquí.
Por eso, cuando el avión aterrizó, su pensamiento en voz alta fue que 'me quedara a dormir' el tiempo necesario aquí, sin molestias y con asistencia de las azafatas a cada hora, hasta que el plano volviera a llenarse y ahí sí tuviera que bajar, lo que me hizo rodar los ojos al darme cuenta de su consideración.
No solo era eso, también era chistosa y por lo que veo, hasta ahora, se ha soltado en todo su esplendor, sin ignorar la forma en que admito que ha mejorado un poco mi ánimo, así que de ningún modo, la condeno.
Suspiro en la toma de mi equipaje, mientras la pareja pelea, dividiendo como pueden el suyo, a la vez que se preguntan dónde y quién lleva la jaula del chihuahua, la que fue recomendada por la azafata antes de llegar.
Estuve de acuerdo cuando me hicieron la consulta, sobre todo porque le daba seguridad, fue un obsequio de parte de la aerolínea, en cuanto se enteraron que íbamos más en el avión que lo acordado.
Sé que lo hicieron para quedar mejor conmigo, para que los elija las veces que sean necesarias, sin embargo, no es como que piense en dejarlos, o me moleste si recibo un trato de persona normal.
—No, tú vas a llevar las cosas—la voz de Scarlet resuena, cerca—. Ponle ese encima, no se va a asfixiar; nos vamos a ver en el hotel en un rato, o cuando termine del día de trabajo—expone, al queda más lejos de ellos en cuanto puedo acomodar lo mío, esperando que no me involucren en sus problemas.
—¿Por qué no le pides a tu jefe que te ayude? Él puede llevar lo tuyo, si van a andar juntos—lo escucho, habiendo temido eso, solo que continúo el paso, lo más lento que puedo.
Tampoco es que vaya a dejarlos atrás.
—Eso no es justo, cosita—me defiende, lo que para mí es una sorpresa—. Aunque podría, pero...
—Ah, no, no, no—la detengo al dar la vuelta, ignorando su puchero de perrito mojado, puesto que no pienso caer en su trampa—. No me meto en sus decisiones, vine a trabajar—Scarlet baja la cabeza, liberando un suspiro.
—¿Sigue achicopalado?—Susurra bajo el muchacho, enarcando la ceja luego de oírlo.
Parece que se cohíbe un poco ante mi expresión, y eso es porque sabe que no tiene muchos derechos para hablar de mí, si está aquí sin ser invitado.
—No, cariño, ya está normal—exhibe la joven en un musito, ante la seriedad de mi rostro.
Quiero reírme por la mirada que se dan uno a otro, buscando respuestas que no puedo darles por lo que hicieron, manteniendo la compostura para que no se aprovechen de mi buena voluntad y fe.
—Traten de resolver la situación. En pelea de marido y mujer, nadie se mete, ni yo—prosigo, al verlos bajar el rostro en el asentimiento, pensando cómo decidir en cuanto me doy la vuelta.
Busco el teléfono que tomo con cuidado, abriendo la aplicación para solicitar un taxi privado que nos lleve a donde solicite hospedaje; lo hago, mientras escucho pasos que se acercan hasta a mí, con la pareja aún debatiendo lo que pasará con su equipaje y el chihuahua.