El bebé del Jefe

• Si no me va bien aquí, en unos años elegiré el negocio de las Striptease •

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Toda su vida había creído que no era el interés de nadie, incluso cuando ella podría estar interesada en alguna persona; el tiempo que llevaba soltera, le dejaba ver, que quizá su mayor problema era que había sido demasiado reservada desde que dejó la casa de su padre.

Nunca fue una niña que dio problemas, ni una joven llena de escándalo; recordaba apenas estar detrás del brazo de su padre, llorando cuando su madre se fue.

Tomó espacio en un auto que la esperaba, sus lágrimas bajaron en silencio al verla, solo que no hizo demasiado para querer estar, ni ir con ella; el apretón fuerte de su padre le hizo saber que pasarían la mayor parte del tiempo juntos y que esa mujer, no volvería a la casa que era de ellos.

Aunque no esperó las pocas pesadillas, pudo verlas llegar en medio de la noche, porque ningún color de aquellos con los que ambas pintaban cuando iba a casa, se asemejaba a lo grisáceo de su vida, después de que se fue.

Aprendió a estar más sola que acompañada, a hacer su propio desayuno bajo las instrucciones de su padre, a tener supervisión de su salida y entrada a casa, después de la escuela, lo que entendió que era normal, considerando que no tenía amigos ni compañeros de clase cercanos a donde vivía.

Por lo mismo, no se preocupó por las responsabilidad que le tocaron; creció como si fuera su madre en el hogar, con lo que no le tocaba hacer hasta una edad conveniente, donde sus destrezas fueran mejores en cuanto a hacerse cargo de la casa, se refería.

Al llegar a la Universidad, tuvo que buscar sus propios medios para aportar a la casa, porque si bien su padre trabajaba, no siempre sus malos hábitos lo hacían levantarse del sillón, después de esas noches de juerga en la que su hígado iba perdiendo capacidad.

La cirrosis no tardó en llegar una tarde en que revisaba los exámenes médicos; ella estaba bien, quizás en un peso un poco más bajo del usual, pero nada que no pudiera solucionarse con una mejor alimentación.

Lo había estado esperando desde que empezó con la bebida, sin embargo, no se le hizo cómodo darle la noticia al salir de la cocina.

Su padre estaba en el mismo lugar que siempre, aunque con un mal humor que ya no podía evitarle, puesto que ya estaba grande para hacerse cargo de esas emociones.

Apenas soltó la información de que estaba enfermo, lo que tenía vacío en sus manos, cayó; su mirada seria volcó a la suya, y en ese silencio supo que no debía hablar más.

Se cohibió tanto ante su mirada, que de a poco se redujeron sus palabras; le informaba de sus estudios cuando la encontraba con las luces encendidas hasta de madrugada, pero no solo estaba estudiando, también hacía trabajos para otros, quienes buscaban su ayuda.

Eso no duró mucho tiempo, sin embargo, lo sustituyó con las tutorías que algunos maestros y el recinto, le permitieron dar, semanas después. Había confesado que muchos buscaban su ayuda en clase y aunque trató de ayudarles, lo que hacía no era correcto.

Por eso, continuó haciéndolo hasta el término de sus estudios, luego, siguió de forma privada cuando la buscaban por referencias, debido a que se había convertido en la única persona que mantenía la casa y podía, incluso, hacer las compras.

Todo lo que tenía, era básico, nada de obtener lo que no se podía, ni alguna cosa exuberante; el dinero lo guardaba en el correo, porque si su padre lo encontraba, podría gastarlo todo en esconder su desdicha con una botella.

La misma que le hacía pensar, cada vez que la recogía del suelo, que quizás ella nunca fue una motivación para su vida, ni una persona que lo hiciera mejorar, con tal de cambiar el camino que eligió.

Se vio como alguien que estorbaba, pero no dejó de lado el sentimiento de abandono y soledad que se había incrustado su corazón.

Eso la acompañó hasta que dejó la casa de su padre; al principio creyó que iba a sentirse libre, pues, después de todo, vivir así fue como estar en la prisión, solo que cada sentimiento aumentó con el paso de los años, mucho más por el motivo por el que se fue, lo que nunca quiso discutir en su presencia.

Lo importante era que ya tenía la mayoría de edad, podía hacer su propia vida, encontrar a una persona, tal vez, con la que formar una familia; entre sus planes, estaba sanar lo que perdió con ella, no obstante, el paso de los años le hizo pensar que no era del interés de nadie.

No lo había sido en medio de sus estudios regulares y tampoco lo fue en la Universidad, con ninguna persona de otra carrera; la suya tenía en mayoría a mujeres, por lo que no tenía campo para encontrar alguna aguja en ese pajar, lo que la llevó a aceptar su desventaja.

No era apreciable a los ojos de los demás, aún si se vestía bien; tampoco era presentable o atractiva, dentro del rango estipulado. Quizás por eso sus otros problemas residían en que era demasiado reservada, demasiado solitaria y que nunca llamaba la atención, al menos no en el momento necesario.

Por eso nunca tuvo pareja, nadie que la viera como una mujer, como una chica deseada, lista para una relación tradicional, donde primero eran amigos, luego venía el noviazgo y en el camino, el matrimonio hasta aumentar la familia.

Ningún chico de los que pensaba, podría serle de interés, se mostró abierto a lo que quería, y a pesar de ello, no luchó contra la ausencia, ni el asedio, ni esa pequeña sensación de abandono que la siguió durante años.




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