.
Maeve se detuvo en uno de los tramos del estacionamiento, inspirando hondo a pesar de la desgana que el cansancio de la semana había pasado en su cuerpo.
Había llegado a casa, demasiado exhausta, con una molestia en los hombros y los pies, de la que fue despojada en la toma de un baño de aguas frías, a pesar de que en un punto quiso cambiar la llave a la caliente.
Terminó por lavar su cabeza, no sin antes recordar cómo se pegó a la puerta, presionando su frente ahí, por lo agotada que se sentía ante su falta.
Le estaba contando mucho mantenerse en pie; su ausencia le había pesado como en ninguna otras veces, sobre todo porque cada vez que pasaba a esa oficina, podía verlo reposar ahí.
No había entendido en qué momento su visión sobre él cambió; el tiempo que trató de que esa sensación muriera en lo interno, al parecer, no había servido para nada, ni siquiera en los instantes que trató de aligerar su carga, lo que sabía, que para ella, pudo haber sido una clase de bandera con el significado de abrirle paso en su vida.
Pero no quería hacerlo y esa era la verdad; aunque le costara aceptarlo, tenía que mantener su mente centrada en las cosas del trabajo y no en una ilusión de la cual, no iba a obtener nada.
Solo fue un beso en medio de la fría noche, cubiertos de la soledad; solo fue un ajuste en la oficina para dejarle en claro que no era exactamente una oportunidad, sin embargo, no se había molestado por lo que hizo y, en todo caso, las cosas podían quedarse ahí.
Con Farouh era difícil tratar de ver una clase de futuro; no porque no fuera un hombre íntegro, interesante y dispuesto, si estaba dentro de sus planes, sino porque aún lo rodeaba una sombra de la que escapaba todo el tiempo, sin querer leer nada sobre su relación fallida, que, al parecer, le recordaba una espina de esos años de la que nadie sabía nada.
Ni siquiera ella quiso ahondar en ello, mucho menos tirar de esos papeles que tenía guardados en ese cajón.
Maeve podía tener toda la curiosidad del mundo a su alrededor, pero si alguien no le daba una orden o la situación no era urgente, no hacía ni venía nada que no era suyo, puesto que prefería la aprobación.
Por eso conservaba su trabajo y por lo mismo, estaba segura de que, tal vez no iba a perderlo, aunque esa nota podría traerle consecuencias de las que no tendría porqué escapar.
Si bien, todo lo que conllevaba su privacidad, para los medios, era interesante, un giro, quizás un poco inesperado, podría hacer que las aguas se calmaran.
Él no era el único que estaba cansado de ver cómo jugaban con los hechos de su vida, a conveniencia de los hombres; si hubiera podido hacer algo en el pasado, seguramente iba a ser que nadie supiera a fondo el rumbo de sus pasos, que no tuvieran la oportunidad de obtener las primicias de sus logros y que sobre todo, ninguno saliera en primera plana, ni siquiera siquiera la llegada del divorcio.
Porque eso fue lo que intentó hacer antes de que la verdad se filtrara en los medios; por lo que leyó, el día de la separación, ella le había hecho firmar unos papeles en el hospital, en el momento más vulnerable de la vida de ambos y eso no tenía porqué resonar ante un mundo que solo sabía una mínima parte de su relación.
Ninguno necesitaba eso, pero no tuvieron compasión con lo que había pasado, lo mismo que no deseaba para los años que le quedaban, al menos hasta que se cumpliera el contrato por el que fue empleada.
Suspiró, todavía en el móvil donde el silencio la rodeaba, soltando el guía, luego de haber apagado el motor.
No esperaba que las cosas fueran diferentes por lo que envió a la prensa, pero sí rogaba que hubiera un cambio de óptica que pudieran manejar a su favor, sobre todo si se abría la oportunidad de centrar la mirada en el trabajo por el cual vivía, antes que rebuscar en lo íntimo que solo lo hundía en los restos de amargura de lo que sucedió.
Claro que estaba consciente que quizás no tendría el mismo impacto que los demás titulares, pero no se incomodaba porque dejaran de lucrar con el bienestar de una personas.
En su trabajo, siempre trataba de ayudar a otros y ese era su impulso para seguir transitando el camino que le quedaba; la pérdida no le había dejado nada a lo que aferrarse, aunque sí mucho para no volver a hacer y suponía que eso era, no volver a enamorarse o buscar interés de nadie.
Salió de allí bajo esa idea, retenida en el fondo ante la magnitud de sentimientos que desató con unas pocas palabras, bajo la calma de ese huracán causado por su beso y las olas de respuestas que soltó con los suyos, al terminar de acomodar lo que sacó de la parte de atrás.
Puso seguro, caminando hacia el ascensor, antes de ser interceptada por el chófer de su jefe, quien la vio avanzar, observando su espalda.
—Maeve—la fémina se detuvo al escucharlo, girando apenas en cuanto vio que llegaba a su lado, con un pequeño recipiente en la mano derecha y un vaso de leche de almendras que extendió desde su mano izquierda—. Buenos días, señorita Darbney—saludó, habiendo logrado obtener su presencia, sin saber si hubiera respondido en caso de llamarla tan formal.
Su jefe le había dado ese pequeño tip; casi nunca le gustaba que la trataran de usted, aunque tampoco había tenido inconvenientes con ella, por dirigirse de manera respetuosa hacia su figura.