El bebé del Jefe

• Hasta ahora no he experimentado ninguna presencia paranormal •

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Puso seguro a la llegada a la oficina, con las manos recubiertas de loción, al haber ido al baño, no sin antes pasar por la estancia donde encontró su mostrador, ya no tan deshecho, habiendo colocando con algo de parsimonia lo que estaba lejos de su orden.

En el proceso, recordó el golpe que propinó en su mano, sin siquiera molestarse o emitir un sonido de dolor; el ver ese vaso ahí, reposando con esa leche de almendras que Jacobs le había dicho que alguien más se la dejó ahí y el día en que puso esa taza sobre la superficie, con su nombre mal escrito y que no le corrigió.

No había olvidado la sonrisa amplia que surcó su rostro ese día. Farouh trató de esmerarse un poco, luego de haber descubierto que se trataba de su amiga secreta a quien debía regalarle algo en esa fecha por la actividad que hicieron los empleados.

Quizás no lo pensó mucho, solo lo eligió para salir del momento, puesto que tenía algunos proyectos que atender y por lo mismo, entendía la falta de esa letra en su nombre, porque seguro tuvo que buscar cómo se llamaba para que pudieran enmarcar su nombre ahí.

Suspiró, en la estancia donde se detuvo, con la mirada alzada, antes de seguir, impregnada de la sorpresa al ver a un hombre a la espera, en esa silla, mirando afuera para saber si alguno de los chicos lo había dejado pasar.

—¿Disculpe, señor?—Lo enfocó al ponerse de pie, dando la vuelta hacia ella.

Su porte le generó algo extraño, diferente, cubierto por la formalidad de su trato al verla, e incluso, de ir hacia ella.

—Samuels Sinkz—estiró la mano, dando un paso adelante para estrechar su palma—. Editor en jefe de Last-Day Times—murmuró, obteniendo su vistazo curioso al no poder apartarse de su mano, hasta que se dirigió al escritorio donde tomó sitio. Solo ahí, el hombre la soltó, como un caballero.

—No acostumbro..., bueno, perdón, esa no es mi línea—enunció en la pequeña sonrisa—. Estoy cubriendo al jefe esta semana, está de viaje en Perú—él la vio en un asentimiento—. El punto es que, para verlo, se hace una cita y luego se llama para confirmar y que la persona venga al edificio—explicó—, si no se reúnen fuera.

—Entiendo, pero no vine por los servicios del señor Briggs—frunció el ceño, ladeando un poco el rostro—. Vine a verla a usted.

—¿A mí?—Lo observó, un poco sorprendida, reacomodada en el espacio ante la confesión.

—Vi su nota en la prensa, me pareció que tiene una forma muy bonita de hablar sobre el trabajo de su subordinado y quería entrevistarla sobre el mismo—tragó, sin saber cómo reaccionar ante sus palabras, sobre todo por el énfasis que había puesto en halagar lo que le había traído desacuerdos en ese sitio, aunque para él, todo eso podía ser lo contrario—. ¿Cómo es que una letrista, terminó siendo la secretaria de un hombre tan importante?—Demandó, como si empezara de verdad las cuestiones, pensando un poco en la situación a la que terminó de acceder, pegando la espalda del reposo.

—Bueno, a veces hay impulsos importantes que moldean la vida de una persona; los míos fueron la falta de una casa y la imperiosa necesidad de no morirme de hambre y obtener dinero—bromeó, aunque al joven le pareció más algo triste, lo que fue su luz verde para el desglose de las preguntas que tenía preparadas.

Para Maeve, estar en algo así, fue una clase de descubrimiento, lo que aceptó que se le hizo raro puesto que nunca tenía esa atención, y que lo hubiera logrado, dejaba en claro que no debía limitarse a una negativa, aún si pudo experimentar de a poco la introspección.

Claro que no se sentía la mejor para bocetos de entrevistas, no obstante, apreciaba que el presente mantuviera el orden de las demandas con respecto a sus labores, tocando el tema de cómo su jefe le había hecho avanzar en un mundo desconocido, para el que le dio herramientas a la hora de hacer su trabajo.

No tardó en decirle una pista del título que tendría, antes de que la intervención terminara, lo que funcionó como un juego de palabras que no adivinó por completo, al recibir el timbrazo de la video llamada.

Maeve no atendió de inmediato; no quería que se fuera sin antes avisar a la persona correspondiente de lo que estaba pasando, por lo que llegó con él a ese tramo donde se atrevió a tocar su puerta, a la espera de su interés.

La mujer estaba en el área. No se había ido luego de la amonestación sobre su puesto de trabajo, lo que hizo que tuviera asistencia del joven aprendiz que tenía a su lado, quien les abrió para darles paso, después de informele quién estaba ahí.

Esmirna no la miró demasiado y ni siquiera esperó a aprobar a la mujer en el sitio, atendiendo al nuevo integrado en esa oficina, quien traía un pequeño bulto a un lado de su costado y unos papeles a mano viva, que seguro usó minutos atrás.

—¿Qué te trae por aquí?—Liberó, comprendiendo en el fin, a qué iba todo eso.

—El señor Sinkz nos visita para publicar una nota en el periódico de Last-Day Times—comentó, puesto que sabía que no iba a preguntarle nada—. Vino a la oficina cuando estábamos con Jorame; me informó que era el editor en jefe del medio, así que te explicará a fondo lo que hará.

—¿Y lo que quiere?—Posó sus ojos en ella, siendo traspasado por sus iris azules que no pudieron competir con el verde oscuro que llevaba en los suyos.




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