El bebé del Jefe

• Jessica •

Tomo una ducha, luego de haber terminado la conversación, sin haber dejado de mirar el teléfono, a pesar de tener la pantalla apagada.

Estuve a ojos cerrados, en el simple, pero necesario, rememoro de la conversación, sin poder escapar de ella, ni de sus expresiones, de la forma tan desinhibida en que la vi, al no poder ocultar el cansancio del trabajo, ni el cómo adular su belleza, posó algo nuevo en sus facciones.

Me imagino que no muchos le dicen esas palabras; no conozco a nadie del círculo de Maeve, por lo que es entendible esa sensación de haberlo esperado toda la vida, al igual que recibir lo que merece de forma inesperada, por parte de alguien a quien aprecia.

O eso espero que al menos sienta por mí, aún si las cosas que estoy sintiendo por ella, vayan más allá de ese sentimiento; por ahora, prefiero quedarme ahí, en ese espacio de calma, donde ninguno de los dos, tiene que atreverse demasiado a nada, ni cambiar la forma de comunicarnos, por lo que sea que sucedió.

Ese beso lo quería. Fue un impulso, sí, pero estaba deseando probar la muestra de sus labios; quizás era más esperado por mi instinto primitivo, por ese lado animal que se sentía atraído por ella de manera inconsciente, pudiendo al fin zanjar ese instante al haber dado el paso, algo de lo que no me arrepiento, si admito la verdad.

El agua me cubre la cabeza, logrando calmar de a poco cualquier carga mental que me ha envuelto debido al día que pasé, descansado un poco en cuanto me visto con un pantalón de chándal y un suéter de tela más gruesa, sentado en el colchón para ver la noche desde las ventanas.

Observo las estrellas, el color azul del cielo tan oscuro, pero característico en ese toque que no deja de brillar, ni de resaltar, inspirando profundo, antes de ir hacia el teléfono de la estancia donde pido el servicio de la cena, con indicaciones de que sea algo sencillo, porque no he pensado en pedir nada específico, ni tengo ganas de desperdiciar lo que pongan en esa bandeja.

Me acomodo en el reposo, pegando la espalda de la pared al estirar los pies en el lecho, rodeado de la calidez de la ropa y del gorro de Scarlet, que otra vez me he puesto.

Esta noche, el silencio es quien triunfa, alrededor; no hay sonidos de más que se hagan un poco incómodos de escuchar, sin embargo, se siente la tranquilidad del área durante las horas siguientes, rendido e el colchón en cuanto recibo el carrito en la estancia.

Un puré ligero de papas, con pequeños trozos de queso blanco y un encebollado, están a la orden frente a mí, lo que agradezco al joven que ha llegado, cenando en medio de la soledad.

El sonido del teléfono indicando un mensaje, me saca de trance, no obstante, decido no atender, a pesar de ver que es mi padre, lo que me sacude un poco, debido a que no estaba esperando ninguna información de parte suya en estos momentos, al menos no tan rápido como la ha conseguido.

Desisto de revisar de nuevo el informe, comiendo hasta que he terminado, quedando solo, luego de haber decidido bajar el carrito hasta el área del personal, recibido en la amabilidad de los presentes.

Al volver, con las manos en los bolsillos, toco despacio el aparato, sacando el mismo para ver la resolución de lo captado.

La conexión se desglosa en imágenes y mensajes, atento a los detalles que enlistan de forma minuciosa las cifras, los periodos y hacia dónde llegaron, al encontrar que aunque fue un tiempo de su mandato, ya me había dejado en plenas facultades, atendiendo la empresa en ese tiempo, como una clase de entrenamiento para lo que vendría más adelante.

Suspiro, pasando las manos por mi rostro al observar cada recado, desde los detalles que se van haciendo claros, fijo en las transacciones bancarias, tanto del área de mi padre, que no indican nada, como de la mía, que sí reflejan una irregularidad; no en mi cuenta personal, sino en la empresarial, conectada a la parte que estuve administrando, viendo con atención el nombre escrito en la última imagen que envía.

Jessica.

Pierdo el aliento durante un segundo; un escalofrío me recorre por completo al fruncir el ceño, sin saber qué decir.

Bloqueo la pantalla del móvil al instante, dejando reposar el golpe que me ha sacado todo del sistema, al ver en mi cabeza esa salida de dinero, de la que ni siquiera me había dado cuenta; no hizo falta hasta ahora, o al menos, no ha hecho falta en todos estos años, pero si no fuera por Jacobs y la forma en que trabaja las cosas con pinzas, tal vez, ninguno de los administradores, nos habríamos dado cuenta.

Las salidas son tan sencillas, que apenas se notan; supongo que papá buscó ayuda con el contable anterior e hizo otras consultas más exhaustivas, porque, en verdad, esto es algo difícil de notar.

Bajo la cabeza, negando al pensar cómo es que no pude darme cuenta; no puedo solo decir que no voy a aceptar esa culpa, quizás me pasé de la raya o le di acceso a las cuentas que no eran correctas, a ella, lo que pudo ser una equivocación entre los acceso a las tarjetas y contraseñas.

Paso el trago, pero no la llamo, volviendo a ver los resultados que todavía retumban en lo hondo, liberando el aire que llevo contenido en lo que busco su número de teléfono.

Lo veo, pero no la quiero llamar; solo toco su nombre, con la duda inmensa y el nudo en la garganta, sintiendo la emoción cubrir mi garganta, sin querer enfrentar la verdad; no quiero hablar con ella, no quiero escucharla, porque ni siquiera sé si estuvo transfiriendo dinero a propósito a alguien más o tomándolo para ella, pero no creo que funcione así, porque las cifras no son las que está acostumbrada a manejar.




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