Los toques en la puerta, me despiertan a horas de la mañana; la verdad, no siento que haya descansado, aunque quizás dormí un poco desde la madrugada, habiendo tratado de ignorar los torbellinos mentales, en medio de la búsqueda de calma.
A pesar del sonido, no respondo afuera, sino que me quedo abrazado en el sitio, de lado, sin hacer ruido, debido a que no quiero ver a nadie ahora, ni deseo que noten mi estado de ánimo en este momento.
—Buenos días, señor Briggs; servicio a la habitación. ¿Se encuentra disponible?—Indaga la joven, guardando silencio, lo que hace que vuelva a insistir, hasta que las ruedas, o quizás sus tacones, no lo distinto bien, se pierden en el pasillo.
Más toques me hacen continuar con los ojos abiertos, cubierto por la bruma que se asienta pecho, escondido en la almohada, bajo el desborde de la realidad que se convierte en lágrimas.
Creo que las estuve conteniendo durante toda la noche, y no es que me preocupe el dinero, ni que haya dado con lo del robo de este modo tan extraño; el problema es que no me lo haya dicho, que no tuviera la confianza de informar que no estaba bien en términos económicos, o que en todo caso, estuviera siendo chantajeada por alguna persona que quisiera aprovecharse de ella.
Su trabajo, a pesar de haber caminado muchos años con su padre, es igual de importante, por lo que hubiera entendido la situación, si alguien más osara intimidarla por alguna circunstancia que estuviese manejando.
No era simplemente alguien que iba a proveerle de ayuda en todos los ámbitos; iba a ser su esposo, la persona con la que contar en medio de cualquier cosa que pasara.
El problema es que guardó silencio, como no lo hice en casi todas nuestras diferencias, a excepción de la última, que solo…, nos rompió a los dos... Tres.
—Farouh—Scarlet toca despacio, después de un rato en silencio, ya sin llamarme de nuevo como un jefe, sino que lo hace como a un hombre o un amigo, por el que está preocupada, debido al cambio en su tono de voz.
—Salgo en diez minutos—expido, a pesar de estar cubierto por el edredón, y me sorprendo por el modo en que mi voz no sale afectada, aunque por dentro, sea todo lo contrario.
—Está bien, aquí tengo su desayuno—emite, formal, siguiendo en mi espacio, al no moverme ni un segundo, a pesar de que me espera.
—No tengo hambre—murmuro, exhalando al quedar sentado, viendo que las cortinas no se han abierto.
—¿Otra huelga de hambre? ¿Lo rechazó Maeve?—Aprieto los labios y los puños, negando al decidir no continuar con esto, ya cansado.
No quiero que se inmiscuya en ese tema, a pesar de que haya podido descubrir la verdad o no; esto es algo que quiero mantener en privado, y no por mi personal en sí, mas bien, por mí, por lo que me rodea, aparte de que no quiero salpicar a Mivi con mis cosas, porque no es algo para lo que esté preparada, ni es lo que quiere en su vida.
Suspiro, de pie, soltando la tela que llevo apretada en el puño de mi mano.
—Solo cómetelo, Scarlet—suelto al fin, bastante molesto—. Y déjame en paz con ese tema—sigo, sin poder ocultarlo ante la dureza.
—¿Está bien, señor?—demanda, en un tono que me hace sentir el frío del suelo, prendado a la realidad que me asedia.
—Solo...—Sacudo el rostro, yendo a abrir para verla a los ojos, desde el umbral—. Quiero estar tranquilo, por hoy, al menos, ¿te parece?—Su mirada se fija en la mía, guardando silencio en el asentir, en lo que cierro al no ver siquiera dónde dejaron el carrito. Lo más probable fue que la joven llamó a la puerta de mi secretaria para indicarle que lo dejaría en su estancia, antes de retirarse del lugar, después de ignorarla.
No me percato de nada, ni me concentro en otra cosa distinta a tomar un baño que parece menguar los pensares de mi cabeza, hundiendo los hombros ante la negativa al estar metido bajo el grifo tratando de dejarlo pasar.
Me tomo el tiempo para alejar la inquietud de mi cuerpo, dándome cuenta de que apenas me entiendo.
Tal vez no sea justo que esté experimentando cosas por otra mujer, por Maeve, quien está más afirmada en mi círculo y en quien confío de manera plena, mientras parece que sufro por otra, que es mi ex esposa, aunque lo que experimento es más por lo que hizo, que por un sentimiento de seguir aunado a emociones que me hagan quererla a mi lado, otra vez.
Tal vez, en otras circunstancias, habría accedido a una segunda oportunidad, no obstante, eso es algo que Jess no va a darme; por ahora, solo es alguien con un valor importante en mi vida y tengo que admitir que, esa dualidad me saca de balance; me hace preguntarme si pude dejar de amarla, aunque..., eso tampoco es tan fácil, de acuerdo al tiempo que ha pasado.
Por eso me inquieta la forma en que estoy buscando un resquicio que llene mi alma, que ahora parece lastimada por lo que vi, que no se siente a gusto por eso con lo que siento por ella, sin entender porqué quiero cubrir ese fallo al sentir por alguien más, o si es eso lo que de verdad está pasando.
No debería de pasar por esto; no debería seguir así, es solo que no puedo controlar lo que estoy sintiendo, ni siquiera por todos los contras que pongo en frente al ver esa silueta femenina frente a mí.
Maeve es mi empleada, creo que ese es el punto; que no tenga problemas en la empresa para las relaciones entre las personas, es lo que está a mi favor y no quiero que así sea, porque debo controlar lo que me acerca más a ella.