La sala permanece relativamente tranquila, mientras se hace una exposición en términos de gastos y luego de estructura.
Los arquitectos han tomado el control, además de que se ha discutido el tema de los materiales, punto en el que he intervenido para que el proyecto se dé, bajo el cuidado necesario.
A la hora de la construcción, lo que más se busca es la comodidad, de igual modo que ofrecer un espacio que esté regido, no solo por la ley, sino por los materiales correctos, junto a las medidas estipuladas, para que no suceda una desgracia; tomar eso en cuenta, muchas veces ha salvado la vida de las personas y lo que queremos, y por supuesto, deseamos, es que los demás se interesen y vean lo amplio en los servicios que podrán disfrutar.
Tal vez, el tema marítimo, puede hacer que incluso aquellos que han querido trabajar en esta área, retomen sus labores que con el tiempo, han pausado por falta de vacantes; aparte, el país tendrá una expansión económica y solo es cuestión para que se abra cada posibilidad de acuerdos entre empresas y países, en cuanto al transporte de cargas o salidas de las mismas, las cuales mejoran el comercio interno y externo, junto a la calidad de vida de los residentes.
Con esto, nada se busca por conveniencia; creo que no he visto, ni escuchado, el punto en que cada uno busque un beneficio propio, o que impulse sus intereses, por encima de lo que se hace en la realidad y se hará para el futuro.
Cuando se presentan casos así, soy el primero en salir por la puerta; no me gusta sentir que la gente no vale la pena, aún si los proyectos tienen que ver con acuerdos privados que ellos mismos hacen. No me incluyo ahí, por lo que siempre hablo con sinceridad, al menos en los espacios en los que he estado, para que no me tomen en cuenta en cualquier cosa que quieran hacer, buscando solo ganar desde su mundo.
Un sonido algo sordo nos interrumpe al punto de romper la conexión con el expositor; si bien, no estoy hablando, sí he vuelto a poner toda mi atención en lo que sucede, a pesar del cansancio, y de las ganas que tengo de salir de aquí solo para volver a llamar a Maeve.
La extraño y creo que no he extrañado así a nadie.
Además, no puedo con la incertidumbre que me está matando y ya llevo una hora y media en esto, con los ojos ardiendo un poco, aparte del cuerpo reposado en una pésima posición, porque aunque me interesa lo que sucede, no me concentro como debería, lo que se suma al cansancio, para formar la sensación en la que me aburro.
Suspiro, cruzado de brazos al ver a Scarlet, bajo un intenso escrutinio, a pesar de que fue un pequeño objeto el que hizo el sonido en el espacio, cosa que no ha impedido que el joven siga, al menos hasta que lo noto detenerse y arrugar la nariz.
Primero tose, luego estornuda, después se cubre el rostro y comienza a quejarse con las manos, acaparando la atención de los demás que le siguen en el instante al llegar a mí la sensación en el aire, usando el pañuelo dentro del bolsillo del pantalón para cubrir mi nariz, al dejar de respirar.
Cubro mi rostro, asediado por el olor, viendo a la fémina que no finge, pero sí parece estar de acuerdo con lo que pasa, por la sonrisa que refleja sus ojos.
—Por Dios santo, ¿qué es ese olor tan putrefacto?—Exhibe uno de los mayores que empieza a toser, como si eso pudiera casi sacarlo de este mundo.
—Lo siento, es que me comí unos frijoles con helado, que...—Vuelco la vista hacia la Scarlet, pálido por la forma en que sonríe y aunque no debería estarlo siquiera, estoy sorprendido.
—¡Scarlet!—gruño, bajito, pidiéndole en esa mirada que no diga nada más, solo que decide no hacer caso, sacudiendo la cabeza.
—Estaba muy delicioso, el problema es que no pueden poner esas cosas frente a una embarazada; causan unos antojos terribles—indica, inocente al pasar las manos por su panza, cerrando los ojos.
Por Dios, esto es increíble.
Y de no poderlo creer, no podría si no fuera porque la conozco; sé que estaba haciendo algo raro para logrado que esto termine, pero no supe a qué nivel, hasta ahora.
—Mil disculpas, en serio lo lamento—comenta, recibiendo negativas y algunos vistazos de risas de los presentes, mientras otros exageran, por más que todo el mundo piensa seguir, debido a que el olor ha menguado—. Señores, creo que ya viene otro—ni siquiera les da tiempo; su sistema hace el trabajo como debería, por lo que no tarda en reír a carcajadas en cuanto los presentes se amontonan para salir, quejicos y algunos sofocados, posando mis ojos en ella.
Scarlet no tiene nada de vergüenza; en su vida, esa palabra se ha esfumado y lo descubro, puesto que saca unas cosas del bolso a su lado para seguir comiendo, como si no fuera suficiente que es una bomba atómica de flatulencias en el espacio.
—Le dije que haría todo lo posible—apunta, dando un mordisco a la dona, para levantarse y acomodar las pertenencias.
—Eres...—Las palabras se quedan a medias en mi boca, frunciendo el ceño en lo que achico los ojos, ladeando el cuello, despacio.
—¿Qué?—Me reta, sin importar que quiera regañarla en el instante, subiendo una pierna sobre la otra en el reposo, estirando el brazo para tomar de la botella de agua.
La veo sonreír, tal cual una experta que sabe cómo ganar en la vida, por encima de los demás.