En cuanto llego, el espacio de la estancia pequeña, acogedora y con olor a madera, me llena de calidez, pudiendo sacarme los zapatos y la chaqueta.
Ahí le respondo a Maeve que es una mujer incorregible, a lo que la fémina envía una figura de risa, suficiente conversación con la que cada uno se siente satisfecho.
No me apresuro a decirle algo más, ya es de noche y lo más probable es que haya estado arreglando cosas en casa, si no es que esperaba que le escribiera, al menos porque ya es fin de semana y se supone, que voy a estar devuelta en el país para mañana.
De todos modos, no creo que entienda que no quiero pasar de la raya con esto que se ha desarrollado; a decir verdad, creo que sí lo hace, que también es consciente de que no es lo correcto ahondar en lo de ambos, aún si parece un poco incontrolable.
A pesar de todo y por más que la estuve esperando, no quería que escribiera por obligación; lo que hablamos fue suficiente para los dos, por lo que también es algo que podríamos tocar en cuanto nos veamos de nuevo en la oficina.
Sé que mañana ella no va a ir la compañía. Maeve tampoco negocia sus domingos, a menos que sea algo muy importante o de índole necesaria para mí, antes de volver a casa al término de lo requerido.
El punto es que lo toma de descanso, igual que yo, y eso es algo que no tendré esta semana, porque debo ir a ver primero a esa mujer.
Exhalo, moviendo la colcha de lana que me hace sentir calor inmediato al estar debajo, con el ambiente manteniendo una temperatura fresca, cerrando los ojos mientras el gorro calienta mi cabeza.
Por la mañana, el desayuno ya está en la galería; me di cuenta que hay un pasillo que conecta a la personas del servicio hacia ese espacio para hacer el descanso de las personas más largos al no tener que tocar la puerta.
Eso es lo que agradezco al quedar recostado de lado, afianzado a la almohada en lo que duermo un poco más, abriendo los ojos sin el resplandor de la luz, con las cortinas grandes aún cerradas.
El sonido del teléfono indicando el itinerario hace que suspire; claro que la sensación es sutil en el alrededor, aunque eso no quita que estoy cansado.
Libero el aire, sentado en el reposo en lo que trato de doblar las sábanas, lo que me causa risa debido a que la tela es pesada; y no es que no tenga fuerzas, pero al menos, no había experimentado nada así alguna vez.
Termino de acomodar las prendas que componen también las almohadas, saliendo para ver lo servido junto a ese pozuelo en blanco lleno de café.
Desisto de él; ya no me gusta tomarlo así y los recuerdos que trae, son dolorosos, sobre todo porque no he dejado a un lado la información que mi padre envió, simplemente he tratado de dejarla en el espacio donde va, porque en algún momento, debo de confrontarla.
Estoy más que seguro de que esta vez, recibiré la verdad de su parte; ya nada nos une a lo que pudo haber ocurrido antes y esa sensación de que voy perdiendo oportunidad, tampoco se queda atrás.
Suspiro al observar los titulares de la prensa nacional, enfrascado en las buenas noticias porque las que no, pueden más conmigo de lo que pensé, optando por pasar el trago, al recordar lo que tengo para la mitad del día.
No le escribo a Scarlet, en todo caso, me aseguro de llenar mi estómago y tener todas mis pertenencias en orden al volver al hotel, bajo el sonido del pasillo y el sol que reluce desde la ventana del final, un poco satisfecho por la tranquilidad que se siente en el sitio.
En cuanto las cosas quedan listas, las envío al vehículo de transporte que las dejará acomodada hasta que lleguemos al Jet; las horas de vuelo son menos gracias a que es un vuelo privado, lo que me hace sentir diferente, aparte de más tranquilo, porque necesito descansar y ese es el único lugar donde puedo hacerlo sin interrupciones.
La verdad, no sé bien cómo esta chica va a distribuirse, ya que Eduardo se supone que nos va a acompañar; en caso de que no lo haga, es porque optará por un vuelo tradicional, quizás hasta México, si tiene trabajo de por medio del que debe hacerse cargo.
Al terminar de ordenar la habitación, me acerco a la puerta que toco con delicadeza, escuchando un pase vago al que no accedo de inmediato.
—Scarlet—escucho que se remueve; alguien lo hace, en realidad, pero no sé si es ella o su novio, por lo menos eso pasa hasta que escucho que algo cae y hace un sonido sordo en el suelo, indicando que efectivamente, es él.
—¿Y cuando tengamos el bebé, también me vas a patear así?—No evito la sonrisa que borro de inmediato al oír pasos hacia la entrada, observando al joven lleno de sueño, con el cabello alborotado a más no poder y el pecho sin camisa aunque tiene su prenda característica al revés—. Hola, señor Briggs—habla, con su aliento pegándome en la cara.
Scarlet balbucea algo y él suelta la puerta para ayudarla a ponerse en pie, dirigidos al baño mientras espero en el umbral.
Miro los minutos, aunque no me importa demasiado el tiempo, solo procuro notar lo mismo que siempre ha estado en el reloj, aunque no le haya prestado tanta atención antes.
Paso las piernas de un lado a otro, movido cuando la joven que se encarga de servir en la habitación pasa, se toma su tiempo para acomodar el desastre y luego deja el carrito acomodado en un costado de la cama.