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Hacer una competencia con Scarlet es una de las chicas que nunca pensé que haría; esta mujer ha pasado a ser diferente desde que la saqué de su puesto de escritorio, sin poder arrepentirme del todo de haberla traído, aunque lo he hecho en una parte.
Eso es más porque hay una parte que tiene la costumbre de haber llevado a mi secretaria de primera mano, a todas partes; en ninguna ocasión nos habíamos divertido, por lo menos, no como Scarlet lo hace conmigo ahora, después de haber pasado por los diferentes sitios que esa chica me dejó anotados, viviendo experiencias distintas en cada espacio.
En el de jóvenes, tuvo que cambiarse la falda por un pantalón para jugar a saltar en sacos en el patio del lugar mientras los presentes nos miraban; en el segundo, con las embarazadas, fue lo más curioso terminar siendo quien la apoyara en los ejercicios que ponía la enfermera, aparte de participar en las charlas sobre el cuidado de bebés y el desafío de qué comer en los primeros seis meses de vida del niño.
Por supuesto, en algunas partes, debo decir que las más teóricas, gané y eso la sorprendió, aunque no preguntó mucho ante ese tema porque creo que se dio cuenta que he guardado algo en lo hondo de mí, que no le he dicho a nadie.
En otras prácticas, obtuve buenos resultados, no obstante, la recién embarazada se llevó lo mejor, lo que también me dejó sorprendido, por el poco tiempo que tiene de gestación y el conocimiento que ha desarrollado, supongo que desde la madrugada cuando terminó de festejar con su compañero.
Parte de esa idea me hace reír; siento su mirada sobre mí en lo que intento terminar el diseño de uñas de la señora que tengo en frente, a quien le he hecho una pedicura a pesar de sus cosquillas.
—Lo lleva bien, ¿no?—Habla, entretenida con su clienta, a quien ahora le hace las manos; yo ya terminé con esa parte, debo decir que es una de mis favoritas por la facilidad que se emplea en el momento.
—Por supuesto—afirmo, terminando de trazar la silueta de mariposa sobre el esmalte lila un poco oscuro, atento a la mujer que se mira las manos como si le hubiesen hecho algún milagro.
—No sabía que era experto en estilismos de pie y mano—comenta, pasando ese rojo carmín por una de las uñas de la fémina en frente.
—Hay muchas cosas que no sabes de mí—acoto, dejando el pie de la mayor en el suelo, al tiempo que mueve sus deditos con una sonrisa.
—El señor Briggs ha terminado. Es momento de la votación—Scarlet refunfuña, puesto que se ha quedado a medias, aunque la ayudo a ponerle el color al último dedo, por más que vean la trampa alrededor.
Por supuesto, ellos la ignoran entre sonrisas; son los mismos inquilinos del lugar quienes van a decidir por un ganador que se gana la dicha de verlos felices y quizás y solo quizás, hacer con la del diseño más lindo, un baile típico del país.
La idea no me desagrada, me emociona, por lo que no he dejado de sonreír, notando el toque del hombro de la chica chica mi lado, a quien le presto atención.
—¿Cómo hizo esas uñas tan perfectas? Necesito clases—río, mostrando los dientes, porque si algo que aprendí de la que fue mi esposa, es que no pude ser indiferente a ninguno de sus pedidos cuando se trataba de masajes en los pies o algún arreglo para un evento inesperado que se le presentaba.
Jessica me ayudó mucho a ser parte del hombre que soy; mi padre no fue el único que se encarga de construirme un espacio en el mundo, y mi madre tampoco fue la única que me enseñó a defenderme para cuando estuviera solo.
Mi ex esposa fue un tiempo de aprendizaje que ahora he podido poner en práctica, a pesar de que en los años pasados no me gustaba tener esa idea de que las relaciones entre dos, se basaban solo en eso.
La verdad, cada uno aprende del otro desde el amor que no debe morir y yo aproveché la oportunidad para hacer eso.
—Aprendí con Jess—enuncio en su diminutivo, siendo interrumpido su próximo comentario por el sonido de la campana.
—Y el ganador es...—Scarlet sonríe amplia y yo no puedo contener la risa, debido a que la votación ha sido más por cómo ellos han dibujado lo que hicimos, o poniendo los colores en la hoja, que por nombre en sí.
El encargado, que también se encuentra feliz, hace un conteo donde separa los indecidos que se han mezclado y luego cuenta los que están en cada bando.
—¡El señor Briggs!—La algarabía no se hace esperar, tampoco el grito y los saltos en calma de mi segunda, quien aprovecha a pegarse al abrazo de todas las mujeres, que me piden que vuelva una vez al año o cada cierto tiempo para que les haga los arreglos de sus manos y pies.
Con el alma rebozada, me comprometo a hacerlo, sin poner fecha específica para que sea sorpresa para ellos.
El baile típico pasa a ser la siguiente presentación y muchos de los señores mayores, sacan a bailar a las bellezas con las que conviven, mientras me entretengo con las dos mujeres que recibieron el privilegio de ser atendidas por Scarlet y por mí.
A la hora de terminar, estamos exhaustos, lo que impide que guarde bien las lágrimas que se me escapan de vez en cuando en esa despedida.
El sostén de la mano femenina, busca calmar la sensación que me embarga y por mucho que me recuerda que pude hacer más de lo planeado por todos, no puedo evitar que dejo una parte de mi corazón en este país.