El bebé del Jefe

• No sabía que eras tan graciosa •

Guardo el escrito en la guantera, bajo la sacudida de mi cabeza en lo que enciendo la calefacción, sin alejar lo guantes que mantienen mis dedos calientes mientras conduzco.

El trayecto se hace lento, girando en un cambio al seguir por un espacio más solitario, donde las casas pueden verse más cercanas y el alrededor al que llego es oscuro, aunque la calle se encuentra bien iluminada.

No salgo del vehículo, sin embargo, acerco la tableta para poder ver lo que ya se me hace imposible ignorar, buscando los videos de esos días donde tiene contacto con la mujer.

Reposo el aparato en un sostén, pegado al espaldar en lo que observo incrédulo el desastre del que habló, llevando las palmas a mi rostro, afectado.

Aprieto los puños un instante, soltando el aire que hace que aparque bien el móvil, antes de ver el edificio de apartamentos un poco expuestos, frente a mí.

La entrada se encuentra iluminada y puede parecer una cancha para los que vivan cerca de este espacio; las escaleras no tardan en recibir mi presencia, intentando recordar el número de esa puerta donde me detengo a escuchar la música ligera que se encuentra dentro.

Bajo la cabeza, suspendido el puño con los nudillos a punto de tocar, porque no puedo aceptar que le fallé más de lo debido esta semana.

Aun con todo, ella habló conmigo; me trató bien. Pensar que estaba tan serena mientras esos problemas se removían en el espacio, hace que me sienta peor, queriendo preparar un discurso porque no me da la sensación de calma ir a casa a dormir, si tengo una deuda con esta chica, que no he saldado desde que me fui de viaje.

Pego la cabeza de la puerta, tocando despacio con los nudillos al esperar, viendo por debajo de la puerta esos pasos que parecen alocados, como si estuviera bailando la canción.

Toco de nuevo, esta vez un poco más fuerte, lo que hace que el sonido se detenga, escuchando sus pasos.

—¿Quién?—Una sonrisa idiota se posa sobre mis labios; oírla hace que la sensación de malestar se esfume durante los segundos, al captar en el rabillo la sombra de su avance—. ¿Papá? ¿Qué quieres?—Indaga, con un poco de filo al no poder hablar, porque no soy quien cree—. Si vienes a...—La puerta se abre y su voz se detiene en el segundo en el que recibo ese vistazo que conozco, porque no es el de una empleada feliz de ver a su jefe haciendo alguna visita, sino el de una mujer que había estado esperando ese instante, aunque quizás desde sus sueños.

Sus ojos no dejan de admirar mi complexión, afirmado en el sitio al pasar la vista por su rostro enrojecido, su cabello lacio ahora sudado y con algunas ondas, a pesar de que la mayor parte de él, se encuentra recogida con un gancho tras su cabeza.

Parpadeo en la falta de aire, buscando cualquier resquicio que haga que me detengo de bajar, solo que no puedo evitar contemplar esa camisa blanca y larga que cubre casi todo su cuerpo, junto a esa falda negra que parece más de casa, que de ir a la oficina.

No sé si está demasiado acostumbrada a la rutina laboral, que en sus días libres termina vestida así; de cualquier modo, no me importa, ni pienso reparar en eso, sino en esa mano que aleja del borde de la puerta, en tanto no dejo de observar sus facciones.

No hay palabras entre nosotros, pero las siento en mi cabeza; puedo escuchar cómo me llama de modo formal, al mismo tiempo que la cuestkono sobre no haberme dicho la verdad; su respuesta: 'no era algo relevante' y eso es lo que me quema el pecho al soltar apenas el aire que tengo retenido, dando un paso adelante ahora que no pienso echar atrás.

Levanto la palma, tocando su mejilla con el pulgar, sin poder evitar el sostén en el espacio al atraer su rostro hacia el mío.

Muevo la puerta con una pierna, deteniendo ese cierre que parece tener de forma automática, sin oposición al encuentro en cuanto siento sus dedos apretar mi camisa debajo del pecho derecho, encontrando nuestros labios.

No reacciona del todo, cosa que entiendo por la sensación de miedo que la atrapa en ese puño que tiene pegado a mí, esperando que entreabra su boca, cerrando los ojos, al no poder ocultarlo más.

Escucho su jadeo; es un gesto sutil, como si respirara el único aire que existe y es el mío, que apenas me queda entre ambos, aunque guarda mi nombre en ese detalle al bajar un poco la cabeza.

No hablo, puesto que las palabras no me salen y a ciencia cierta, no sé siquiera lo que estoy haciendo y mucho menos estoy consciente de que ande en mis cabales.

Los perdí al verla, al descubrir que nada en mi mente se mantuvo en cuanto pude mirar su expresión, lo que me me ha dejado afectado, embobado y al mismo tiempo, levitando en medio de los dos.

Paso el trago, viendo que alza de a poco el rosto para verme, cerca para que no tarde en volver a besarla.

Al menos creo que se acuerda que fue un beso del que conversamos, por lo que no se cohíbe al recibirlo, respondiendo a su modo inexperto, que aún no deja de posar dudas dentro de mi cabeza.

Doy un paso, recibido de su parte al mover más la puerta para que pase, quitando el agarre que tiene en el material para que pose sus palmas sobre mí.

El sonido de ambos a solas, hace que la vea durante un segundo en la toma de aire, inhalando apenas doy otro pequeño avance.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.