El bebé del Jefe

• Usted no es mi novio, pero, básicamente, lo puso así •

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Despierto solo, tocando el espacio vacío que me hace abrir los ojos, encontrando a la silueta femenina, que se mueve en el espacio; parece estar organizando lo que creo que es su bolso, donde echa o verifica las cosas que tiene allí.

En cuanto termina, no tarda en posar la vista sobre mí, dejando el objeto en la mesita de noche para enfocar su atención en mi figura.

—Buenos días, señor Briggs—enuncia, al tiempo que la examino por la forma en que está vestida, frunciendo el ceño, aún recostado.

—Buenos días, ¿Maeve?—Arrugo un poco más la frente, mirando alrededor al pasar el trago, dejando que su estela se mueva por cada rincón, porque esta es su casa y, en definitiva, soy un extraño—. ¿A dónde vas?—Se detiene, cerrando la puerta del baño en lo que la enfoco, cubierto hasta el pecho por la sábana.

—Al trabajo, ya casi es la hora de entrada—me siento, dejandonlos brazos a cada lado de mí, bajando el rostro para inspirar.

Sacudo la cabeza, llevando un par de mis dedos a mí nariz, recibido en el flechazo que me hace pensar en lo que hice, bueno, hicimos, al elevar la vista hacia ella.

—Dios—formulo, bajo, sin que lo dicho parezca inmutarla en medio del pase de saliva.

Maeve parece tan normal; su estado no escatima en nada distinto a llevar sobre sus hombros el día, sin pensar, quizás, en lo ocurrido horas atrás, si no es que lo ignora, cosa que me hace sentir peor de lo esperado.

—¿Necesita unos minutos?—Sin duda, asiento, sin verla, tratando de asimilar la situación.

Claro que no es que no lo quisiera, es que, definitivamente, no tenía idea de qué pasaba por mi cabeza cuando esto ocurrió; en serio, me dejé llevar por lo que me ha causado durante mucho tiempo, sin saber qué nombre ponerle, tan solo atento a los hechos que se mueven como recuerdos de ella entre mis brazos, de sus besos en forma de agradecimiento, aparte de lo que se desató a nuestro alrededor.

El estómago me da un vuelco, viendo cómo saca de uno de los cajones los zapatos que va a usar, negando al descubrir que no solo tengo algo de vergüenza corriendo por mi sistema, sino una pequeña gota de satisfacción.

—¿Lo espero? Puedo ir en mi auto.

—Dame un minuto—inspiro, alzando la mirada.

—Le quedan quince—abro la boca y la cierro, queriendo preguntarle en la extrañeza, ¿cómo es que puede estar tan normal?

Busco elevarme, no obstante, lo evito al descubrir que sólo me cubre el edredón de la cama, sin querer salir o pasearme como un cualquiera en su casa, bajo su presencia.

Ladeo la cabeza buscando las palabras al tener su mirada sobre mí, atento a sus ojos que me observan, como si lo de anoche no hubiese ocurrido, o en todo caso, lo que hace es que lo trata de ignorar ante la realidad de su actitud.

—Yo no..., n-no tengo ropa—expreso, queriendo decir algo más, aunque no puedo, porque no me sale—. Maeve, ¿qué...?—Sacudo el rostro; sus ojos siguen sobre los míos, pareciendo calmada en todos los aspectos, a la espera de que reaccione un poco más—. Tengo una camisa en el vehículo—me decido a emitir, porque no formulo otra cosa con la que pueda enfrentar las circunstancias.

—Iré por ella—musita, arrugando la frente al ver cómo se acerca al gavetero para buscar la llave del móvil entre los bolsillos, habiendo querido que esté cerca para poder confrontarla.

Definitivamente, en este punto siento que no conozco a Maeve; no como creí que lo hacía, puesto que nunca pensé que, en primer lugar, esto iba a pasar y en segundo, que iba a actuar con tanta naturalidad habiendo ocurrido lo que también pudo evitarse, si alguno lo expresaba.

Exhalo y para cuando vuelve, ya estoy sentado en el lado izquierdo, con los pies en el suelo y la cama siendo más baja de lo que es la mía, aún si no soy tan alto.

Ahora mismo, me siento así, como si de algún modo, todo fuera pequeño y yo un gigante alrededor de la estancia, que no pertenece del todo a este lugar.

Paso las palmas por mi rostro, cubierto por la sábana solo en el área que cubre mis partes, observando que avanza hacia la entrada, con el objeto entre sus manos.

Intento abrir la boca para hablar, deseoso de decir algo, sin embargo, pierdo capacidad en cuanto asimilo de nuevo los sucesos, aceptando lo que ocurrió y no tengo forma de ignorar.

—Señor Briggs, ¿necesita algo más?—Cuestiona en el pasillo, antes de pasar; se queda haciendo algo afuera, porque no entra, mientras tengo todo alrededor al saber que no fue una simple noche; no fue un simple encuentro, ni fueron unas simples caricias. Hubo más de lo que alguno pretendía, lo que se ha quedado grabado en todo mi cuerpo, siendo imposible de alejar de mi cabeza y piel, cosa que también quería y no pienso negar—. Sí, claro, no se preocupe; buenos días—hundo el entrecejo al oírla fuera, atento a los pasos devuelta, viéndola pasar mientras el resplandor del sol logra iluminar su estructura, cerrando despacio la puerta en lo que mantiene esa sonrisa.

La noto con firmeza, al mantener los ojos sobre ella, mientras deja colgada la prenda en el pequeño adorno del que tira para abrir la gaveta, pasando saliva, con el golpe de realidad, sin poder creer lo que hice.




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