La entrada al edificio nos recibe, con el saludo del guardia en turno, aparcando a un lado de su vehículo, alistando lo necesario para salir.
No falta mucho para que sean las diez de la mañana, la hora más tarde en la que hemos entrado, a decir verdad; no estoy seguro si lo ha hecho en este mismo horario antes, aunque recuerdo una vez en que ella tenía una cita en horas tempranas con una doctora, lo que hizo que llegara un poco más tarde de lo normal.
Lo hice también en estos días, pero ahora mismo, ninguno tiene justificación del porqué llegamos juntos y en este horario; la única excusa que se me ocurre es que desperté tarde y pasé por ella, debido a que la obligué a dejar su auto en el estacionamiento.
Probablemente, algunos están haciendo un mundo de cuestiones por ver el móvil en el mismo espacio que la última vez que vino; el hecho de no verla, levanta más sospechas aún, por lo que voy a tratar de mentalizar algunas palabras, para la hora en que comiencen las cuestiones.
—¿Tienes todo?—Una de las chicas del departamento legal va pasando, atenta a ambos durante unos segundos al ver que Maeve sale con otras de las cosas que se habría llevado en el auto, de no ser por el rescate de Francis esa noche.
Estoy seguro de que si no lo hacía así, la iba a encontrar trabajando, porque me parece que no le gusta dejar trabajar el fin de semana, y eso hubiese hecho que la regañara, antes de terminar en lo que pasó.
Ahora que lo pienso, me pregunto si todo hubiese sido diferente de no haber visto esos videos e ir a casa, aunque allí también, quizás le habría hecho una llamada.
—¿Se encuentra bien?—Asiento, volviendo a verla, saliendo de lo que piensa mi cabeza—. Sí tengo todo.
—Perfecto—la ayudo, dejando que sostenga lo suyo, para cargar lo que ahora es mi trabajo, aunque no le guste la resolución silenciosa bajo esa mirada.
Exhalo, camino al ascensor donde pido el piso al presionar el botón, con la mano estirada para que la puerta no se cierre, al verla entrar con lentitud a la cabina; eso es lo inusual, lo que me hace saber que no se encuentra cómoda con mi decisión de aligerar su trabajo, no optando por subir los escalones, como a veces tiende a hacer, quizás por costumbre.
De todos modos, no tiene porqué estar así; llega tarde por mi culpa, y no puede darse el lujo de ir por cada estación a dejar su saludo, ni mucho menos enfrascarse en un trabajo, que ahora me toca ejercer porque soy su jefe.
—No—detengo sus palabras, escuchando el suspiro mientras da dos pasos a la esquina, como si pudiera castigarme por no dejar que lo haga.
—Buenos días—entra una de las chicas que se dirige arriba—. Buen día, señor Briggs.
—Buenos días—enuncia a mi unísono mi compañera—, Amanda—la chica me da un único vistazo, saliendo primero que nosotros para llevar lo que carga a uno de los chicos, antes de volver abajo.
Maeve inspira, saliendo primero al dar pasos tras ella, sin levantar demasiadas sospechas, mientras me dirijo al tramo que va directo a la oficina.
—Buenos días—hablo, detenido a un lado de Maeve, aunque más lejos.
—Buenos días, señor Briggs—saludan, incluso ella lo hace, con una sonrisa igual que la que la mayoría tiene, aunque en la suya hay algo de complicidad.
Los presentes no tardan en llegar, algunos se acercan para darme un abrazo y otros, más cercanos a Mivi le preguntan que dónde, puesto que vieron su auto estacionado en el parqueo.
Presto atención a su excusa, aun con el alboroto del espacio donde sonrío y abrazo a cada uno de mis chicos; lo que dice es simple, tuvo que hacer una diligencia personal, luego de haber ido por desayuno, así que se le hizo más tarde de lo que pensó.
Para mí, eso es suficiente, porque aunque nos veo a ambos entre los flechazos de mi cabeza, no puedo negar que es una buena justificación para el comienzo de la jornada.
Ninguno opta por hacer conjeturas que no vienen al caso, lo que me lleva a colocar los documentos en el mostrador de la fémina, para ver que apenas, el mismo se mantiene en pie.
Le doy una mirada que muchos de los demás, interpretan, movidos a sus puestos donde son más necesarios, antes de hacer o decir algo de lo que ya me he dado cuenta.
Creo que ellos también saben que, por lo menos, algo cambió; no traigo el maletín que por lo regular, tengo en casa y al que le había quitado atención absoluta; en todo caso, lo que hice fue que sostuve los papeles de mi secretaria, que pienso llevarme al despacho para trabajar.
—Yo lo arreglo—enuncio al ver que quiere tomar las carpetas y formas, que atajo entre mis palmas en el instante.
—Hola, señor Briggs—giro, recibido en los abrazos de algunos que acaban de volver de hacer algún movimiento, recibido en el sostén y la emoción que tienen para mí.
La verdad, de ser la situación diferente, uno de ellos ya estuviera destapando la champaña, el problema es que no es momento de disfrutar mucho, cuando debo ordenar ciertas cosas en esta sala.
Exhalo, dando el frente para ver a la mujer a la espera de que pase a la oficina, cruzada de brazos, para nada compartiendo la misma felicidad que los empleados; quizás por el mismo hecho de que nos vimos anoche o está inconforme por tener que hacer algo que no quiere ante Maeve y yo.