Todavía se mantiene el olor a limpio de hace unas semanas.
Las cajas con documentos, están contra el piso, con archivos de hace un tiempo que aún no he sacado del espacio, con el escritorio nuevo cubierto por ese, al igual que la silla ergonómica que traje de un viaje, aunque nunca hubo uso para ella.
Suspiro, yendo a sacar las fundas que cubren ambos objetos, habiendo cerrado la puerta con seguro, del mismo modo que las ventanas siguen abajo.
A diferencia de mi oficina, esta tiene un vidrio que no ha sido polarizado; además, existe la opción de elevar un objeto parecido a una cortina con lo que se puede ver hacia afuera, teniendo menos oportunidad de disfrutar la privacidad; eso es algo que a Maeve no le molesta, a menos que ocurran casos que lo requieran, por lo que es un buen sitio en el que puedo acomodarla.
Que lo haga ahora no tiene nada que ver con que nos hayamos acostado, mas bien, es por el hecho de que quiero que asuma lo que es en esta empresa, porque ni ha llegado a ser mi secretaria y mi representante legal, solo por un impulso o porque sí; la elegí porque es buena en lo que hace, mantiene la discreción y si bien puede ser un disco duro importante al retener tanta información valiosa en su memoria, no es una persona que recuerde o hable de ese tipo de cosas después de haber terminado el día, si no es algo urgente.
Creo que ha llegado el momento de ascender un poco más su estatus, aunque no quiera privilegios y ame estar con los chicos en ese counter en el que apenas se sienta, porque debe estar moviéndose de un lado a otro, cuando el día lo requiere.
No le he preguntado si quiefe disminuir su carga laboral, pero se ha formado una idea en mi cabeza que no deseo desperdiciar, lo que va a permitir que parte de su trabajo se intercale con el de su auxiliar, a quien todavía tengo presente y espero impulsar sus capacidades hasta que llegue su tiempo de descanso.
Claro que, si algo cambia en su decisión y si llega un punto en que no quiere seguir trabajando, tendría que hacer la maniobra usual de buscar a alguien que sustituya su puesto, durante el tiempo que establezca el contrato, que se puede renovar más adelante.
Exhalo, agradecido de no tener que bajar las cortinas y de que la puerta es de madera pura, por lo que la probabilidad de que se den cuenta de que estoy aquí, es nula, a menos que me estén buscando y se atrevan atrevan pasar los límites de los que son conscientes en este lugar.
Poco a poco, reacomodo el lugar, que tiene un acceso directo a la sala de juntas en mi oficina, gracias a esa puerta que maneja la misma tonalidad verde bosque de la pared.
Desecho las fundas que cubrían la silla y el escritorio, moviendo de la estantería de libros, las cosas que no son relevantes, aunque parecen adornar un poco el sitio solitario.
Las voces parecen aumentar, dejando en claro que hay algo de curiosidad por mi falta de presencia, por lo que me apresuro a ir a la puerta contigua, para luego llegar a la pequeña sala donde accedo al despacho.
Lo más probable es que entiendan que debo estar encerrado haciendo algo, así que no puedo salir, ni abrir cuando piden entrar al lugar, por lo que me enfrasco en terminar el reporte que había comenzado con apenas unas líneas, en esa libreta cargada de responsabilidades a las que debo atender.
Observo la hora cuando ya son cerca de las dos de la tarde; decido pedir algo a cafetería, debido a que tengo hambre y el desayuno en casa de Mivi no fue suficiente para mí; debo admitir que hace mucho tiempo no me sentía tan hambriento, cosa que pude ignorar horas atrás, solo que ahora no.
Abro la puerta en cuanto llega la bandeja, con la encargada dejando lo servido en la mesa de la sala, donde apenas recuerdo el soslayo del almuerzo a distancia con mi secretaria.
Todavía tengo que llamarla así, no importa qué tanto me guste; si para ella, en su decisión está que esto termine, voy a aceptarlo; no habría ningún problema de por medio, porque es mi deber proteger su integridad por encima de las circunstancias, aparte de que ninguno busca poner una carga sobre los hombros del otro.
Y por lo que sé de Maeve, sus decisiones no siempre cambian; son certeras, por lo que también me preocupa si se siente confundida, aunque la verdad, debo aceptar que soy el único aquí que piensa demasiado en lo que pasó.
—¿Señor Briggs?—Unos toques afuera hacen que deje de llevar la cuchara a mi boca, sin haber terminado lo que enviaron con el menú que tienen con respecto a lo que como.
—Tranquilo—la puerta se cierra y se abre, viendo que toma del antebrazo a la mujer que desconozco, misma que se ha atrevido a casi entrar al despacho que dejé sin seguro unos minutos atrás—. Venga por aquí, yo la atiendo—escucho atento, con su voz desapareciendo a lo lejos en cuanto recargo la espalda del sillón que empieza a alejar la tensión de mis hombros.
Me levanto de pronto, sin poder dejar de ver el rostro de la señora en mi cabeza, yendo afuera en la búsqueda de ambas.
—Scarlet—levanta la cabeza, dejando de escribir lo que quiero que sea su reporte del trabajo—, ¿dónde está la señora que Maeve se llevó?
—No lo sé, ella quería ir de compras—enarco la ceja, haciendo una seña en cuanto levanta el teléfono para ir a las escaleras, porque conozco que esa es parte de su manía para aligerar las cosas, además de que lo hace para asegurar que los demás estén bien.