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Despierto por el sonido sutil de una alarma, que no es mía, puesto que ese no es el sonido característico de mi despertador.
A veces ni siquiera lo uso, sino que el reloj biológico me despierta, a diferencia de hoy, que al parecer he tenido que abrir los ojos a causa del resuello del movió de Maeve, aunque cuando ella se queda durmiendo.
No la culpo, tampoco me quiero levantar; la tengo rodeada con mi brazo, habiendo tenido que quedar de costado, debido a que el frío la ha estado molestando, sin importar cuanto tuve que regular la calefacción.
Exhalo en lo que voy dejando que se adhiere más al edredón, cubriendo su cuerpo hasta el cuello con la sábana, yendo despacio hasta el borde, para luego buscar en su bolso el celular.
Apago la alarma, solo que no es la única con un recordatorio; los días que puede tener el sueño pesado, considerando la cantidad de trabajo del día anterior, usa cerca de cinco alarmas y todas con sonidos diferentes.
Lo que me sorprende es que no les molesten y descubro la razón al bajar un poco más el volumen, oyendo la suavidad de las melodías que no la despiertan mientras husmeo en su aparato.
Paso el trago al apagar las que tocan para el día, dejando sus cosas acomodadas en el clóset al hacerle espacio ahí, porque tampoco tengo un centenar de cosas que se lo impidan.
Me muevo despacio, pero antes, la contemplo, de camino al baño, queriendo dejar un beso en su boca y frente, al menos por un segundo, a pesar de que tampoco quiero despertarla.
Hundo los hombros al optar por la segunda opción, llegando a la estancia donde me limpio, sin hacer mucho ruido.
A decir verdad, no quiero despertarla; no estoy buscando que deje de trabajar, no obstante, me gustaría que al menos por unos días, no vaya a la empresa.
Es lo menos que se merece después de haber trabajado tanto; la dejé haciéndose cargo de lo que me pertenecía, e incluso tuvo que lidiar con más problemas de lo pensado en presencia de Esmirna; pensar en eso me incomoda más de lo que pensé, porque no pude intervenir en nada como la otra vez, al menos para poder defenderla mejor.
Cubro mi rostro bajo el grifo, aceptando que si voy a darle estos días, lo mejor es que trabaje de forma intensiva; llegar temprano es la clave por ahora, y escuchar o ver en lo que se entretiene, durante los días libres que voy a darle, creo que es lo que quiero disfrutar como recompensa.
Echo mi cabellera hacia atrás, terminando de peinar las hebras al usar el perfume en el pequeño cuarto, antes de dejar el sitio.
A pesar de mi ausencia, sigue dormida, pero ahora tiene un brazo afuera, sosteniendo en un puñito la tela de mi lado, tal vez pensando que voy a volver al lugar.
No quiero dejarla con la responsabilidad de limpiar la cama, solo que no quiero despertarla y si lo hago, seguramente tendré que enfrentarme a sus negativas.
Bajo el rostro, al tiempo que termino de arreglar las mangas de la camisa, colgando el saco en el recibidor para ir a preparar el desayuno.
No evito acomodar los vasos de café y de la leche de almendras en su respectivo espacio, limpiando la encimera para comenzar a cocinar, mientras le echo el ojo a la fémina durmiente más bella.
Sonrío, contemplando el escenario donde me encuentro en serio cómodo; no mentí cuando dije que hacía tiempo no me sentía acompañado, sino que estaba más que rodeado de soledad.
Atravesar por un divorcio no es fácil; los sueños se quedan en una constante de incertidumbre y aunque traté de remediar el error que cometí, Jessica no fue la misma y el amor que sentía por ella, tampoco fue suficiente.
Nada lo era.
Había optado por no hacerme esa prueba de compatibilidad; de haberlo hecho, tal vez las cosas serían diferentes, aún lo veía e imaginaba, aunque a la misma vez, podía sentir que un bebé iba a traer más de las cosas que ella no toleraba y no dejaba pasar así por así, lo que también tuve que ver, en algún punto.
Además, mis padres me enfrentaron con ciertas preguntas. No era fácil cambiar a una persona cuando tenía pensamientos rígidos, que evitaba abrir a toda costa porque ella era de ese modo, pero yo la amaba así, porque de esa forma la encontré y formó parte de mi vida, por eso no luché demasiado, por no decir que casi nada, cuando llegó el divorcio.
Había aceptado que mis palabras estaban de más, si le fallé con mis actos.
—Farouh—alzo la vista, concentrada en su búsqueda en cuanto despierta.
—Aquí—hablo, haciendo que me vea, somnolienta en ese remover.
Dejo lo huevos resposar, limpiando y secando mis manos para ir a su espacio, sentado en el borde a su lado.
—Buenos días—se remueve, haciendo una pequeña mueca en su rostro bajo el recuerdo de lo que pasó.
—¿Qué hora es?—Miro el reloj inexistente en mi muñeca derecha.
—Las diez de la mañana.
—¿¡Qué!? ¡Farouh, el trabajo!—Eleva, queriendo salir del reposo ante mi mentira, detenida del acelere al ver mi sonrisa—. Mentiroso. No me hagas eso.
—Quería ver hasta dónde ibas a llegar—musito en la sonrisa, teniendo sus ojos molestos, recién abiertos y suaves, sobre mí.