Una respiración lenta calienta el centro de mi pecho, rodeando con un poco más de fuerza la cintura de mi compañera, quien se afianza a mí, estirando el brazo para dejar su palma pegada a mi hombro.
Sus dedos largos, pero no tan anchos y grandes como los míos, se aferran a esa área, calentando un poco más la piel que compartimos, hundiendo medio rostro en esa parte de mi cuerpo, que me acerca más a ella.
Parpadeo, seguro de que no puedo conciliar el sueño en el momento, aunque mantengo la posición, mientras ella sigue aferrada, bajo el recuerdo de algo que pude haber olvidado hace tiempo.
Admito que había extrañado esto; estar así con alguien es apenas un lujo del que quizás no todos pueden disfrutar, ni se han dado cuenta la magnitud de bienestar que retiene; la verdad, no es nada fácil encontrar a una persona que quiera estar contigo y que aprecie el contacto, así como lo desee, tal cual lo ha hecho ella, al estar unida a mí, recibiendo el calor de la presencia de la persona que tiene importancia en tu vida.
Eso hace ella y es parte de lo que soy en su andar, de la misma forma que lo es en la mía, porque no puedo negar que tiene un lugar seguro en mi vida, aun si se queda siendo solo mi empleada, puesto que su entrega va más allá que cualquier beneficio, porque es su esencia personal la que habla.
Tener esto solo hace que lleve sus dedos firmes a mis labios para besarlos uno a uno; cierro los ojos durante otro rato, debido a que no tengo noción del tiempo y los aparatos deben estar en el suelo, así como el suyo, en ese cajón donde seguro lo ha colocado desde antes que llegara de la oficina.
No hay alarmas por el momento; no estoy seguro y no creo que la haya apagado, por lo que decido pensar que es más temprano de lo que creo, decidido a volver a la calma en mi sistema, regulado con el suyo.
La sensación de que alguien me ve, se hace presente durante unos minutos. Apenas expiro, girando el rostro para encontrar su mirada intensa sobre mí, aunque más que eso, analiza cada movimiento que hago, fija en las muestras de mis facciones al retener un poco más la tela que cubre su cuerpo.
Eso hace que pierda un poco más del edredón, aunque no es algo que me importe, con tal de que se sienta cómoda en el espacio que comparte conmigo.
La atraigo, para que deje de pensar en lo innecesario, calmando el pequeño temor que veo en sus ojos al dejar un beso en su sien, aunado al abrazo de medio lado que le entrego al pasar mis dedos por sus hebras, que cubren la mitad de su espalda, aunque caen sobre mis dedos, pudiendo acariciar su melena.
El reposo la envuelve, encantada por el acurruco al sentir que se acerca otro poco, no lo suficiente para que rompa la barrera y estemos de nuevo piel con piel.
—Gracias—exhibe, bajo, disfrutando de la cercanía en el pequeño caliente al posar la palma sobre su cintura.
Dejo un beso en su frente para nada perlada, asiduo al disfrute de la sonrisa que ha posado en sus labios, quedando media parte de su rostro contra mí, en lo que disfruto del instante y de lo cerca que está.
La calefacción nos envuelve, lo que de alguna manera me hace sentir que debo regular la temperatura, no obstante, pierdo la batalla porque sé que no quiere que la aleje, ni que haga algún arreglo, considerando que ha decidido que quiere este tiempo tan pegados y a solas.
Agradezco que nadie toda la puerta, ni siquiera los chicos del estacionamiento, y nadie llama al teléfono de los dos; la hora en este punto es un misterio, lo que empieza a gustarme al seguir sintiendo el caliente de mi compañera, quien respira en calma, con su mano libre llegando a pasar el edredón hacia mi cuerpo, juntos otro poco más.
Sus dedos aferran mi cintura, y sus labios se notan entreabiertos al captar que hunde los dedos en mi piel, removida un poco en el sitio.
Eleva la cabeza, cubierto por su expresión colorada, llena de gotas que la hacen abrir los ojos, encontrando que la he descubierto en lo que creo que fue un sueño o alguna pequeña muestra de su cabeza, de lo que aún le hizo falta, después de lo de anoche.
—¿Estás bien?—Mivi asiente, pero no la veo avergonzada, sino que intenta volver a la normalidad de forma repetitiva, descubriendo que ya no tiene la mano cerca de mi cinturón de Adonis, sino que casi la guía a otro lugar.
—Lo siento—niego, posando un beso sonoro y de gusto en su frente, captando apenas el roce de sus labios en el centro de mi esternón, como si buscara la libertad de ese enredo, de alguna forma, elevando el gesto para besar mi hombro, llegando al hueco de mi cuello.
—No pasa nada—expreso, dándole seguridad, al besar sus labios, recibiendo la unión de su boca con la mía, enraizado a su agarre que cobra vida, para que la cubra en el encuentro que todavía no sucede—. Es normal—me mira, atenta, con la emoción que la avasalla al tenerme así—. Buenos días, cariño-princesa—saludo, para que baje la guardia, entregándole una sonrisa al tener sus ojos en los míos, atento a que no hay una pizca de miedo al estar entre nosotros.
—Buenos días, Farouh—murmura, cubriendo sus ojos al estirar luego los brazos, en un bostezo—. Mi amor—ahora es a ella a quien la palabra se le escapa, sin notarlo—, ¿necesitas ayuda?—Demanda, de nuevo desperezando su cuerpo.
Se estira un poco y eso es suficiente para que el roce de lo que hay en toda el área de su esternón, haga fricción conmigo, dando un pequeño salto entre mis brazos, aunque la sostengo desde ahí.