El Bebé del Millonario

CAPÍTULO 47

Narrado por KEREM

 

—Quiero ver el cuerpo de mi esposa.

—Señor, en tanto representante de Yen Airlines, debo ponerle en conocimiento de aspectos que fueron hablados con su abogado y no podemos reiterarlos pasajero por pasajero.

—Más de trescientas personas murieron por culpa de ustedes y vienen a decirme que no tienen tiempo de ocuparse de cada uno.

—No es lo que estoy diciendo, me refiero a que ya nos ocupamos de cada uno y no podemos ser reiterativos en una situación como esta.

—Una situación en la que aparecieron dos pasajeros cinco semanas después. CINCO SEMANAS—estas últimas palabras salen en gritos. La gente alrededor parece comenzar a ponerse aún más tensa, ellos han venido hasta acá conservando la esperanza de que les digan que puede haber más sobrevivientes, pero se mantienen escépticos.

Yo necesito saber al respecto, necesito pruebas.

Nos han dividido en salas de grupos pequeños, alrededor de veinte a treinta personas por salas repletas de familiares que cargan con ilusiones, sueños, expectativas. No es posible que decidan jugar de esta manera con algo tan grave que no han intentando más que minimizar desde que llegamos a sus benditas reuniones una vez producido el accidente contra esas Rockies Mountains.

Y la peor parte es que hasta ahora la empresa puede salir indemne de toda esta situación, con una impunidad detestable.

—Si me permiten opinar—interviene otro de los hombres presentes con una mujer a su lado que se abraza los codos y parece tener la mirada perdida, como de quien no descansa en mucho tiempo—, nuestro hijo tenía tan solo veinte años, estaba regresando de una temporada con la familia a su beca universitaria en Canadá y nos esforzamos muchísimo para cada vuelo que debíamos pagarle con tal de que él pueda hacer realidad sus sueños—explica con la voz quebrada—. Y comprendo si el señor quiere ver a su esposa, pero también hay normas que debemos aceptar con todo el dolor del mundo para que la situación pueda seguir su curso en nombre de nuestros familiares y amigos…

—No es eso, no lo es, necesito datos que confirmen las teorías, mi esposa, su hijo o cualquier persona podría estar divagando por ahí necesitando ayuda con urgencia mientras les lloramos con la creencia de que no volverán—intervengo.

—Todos necesitamos a un muerto al que sepultar—interviene otra mujer—, Mi ex marido viajaba en ese avión y quiero saber si ese malnacido no regresará jamás o si en verdad existe la opción de que pueda divagar en un pueblo inhóspito como ya ha sucedido.

—Por favor, les pedimos orden para la reunión así todos nos entendemos—añade el sujeto de administración gerencial—. Tenemos a un equipo trabajando las veinticuatro horas para poder reconocer piezas dentales y restos que aún resulta complejo poder determinar.

—¡Entonces dupliquen al personal!

—Por cuestiones de confidencialidad, no es conveniente un equipo que exceda lo que está constatado que conviene y lo digo como perito forense—advierte otra mujer presente.

—Señor—vuelve el sujeto de la aerolínea—. Si aún no pudimos entregar los restos del cuerpo de la mujer fallecida.

—Mi esposa. Zara se llama, no “restos del cuerpo”, es la madre de mi hijo que aún ni siquiera ha cumplido un año y ustedes lo condenaron a crecer sin una madre.

—Nosotros no condenamos a nadie, aún se investiga por qué el chofer actuó de la manera que lo hizo. La falla no fue del avión, todos los informes datan de perfecto estado y lo conveniente será que se ponga al tanto con su abogado porque me informan que en estas semanas usted no ha firmado las actas de notificación con los avances de la investigación—advierte con el móvil en manos.

—¿Querías que firme que no tienen la más mínima idea de qué pasó con mi mujer?

—Una turbina estalló en el impacto, más de sesenta personas fueron carbonizadas en el acto que eso sucedió—advierte él.

—¡Encuentren el cuerpo!

—El seguro ya está liquidando lo que corresponde por…

—¡No hay dinero en el mundo que alcance a compensar la falta de nuestros familiares y seres queridos!

—Y lo sabemos, pero también es importante que pueda seguir los protocolos hasta tener información concreta en los puntos que aún no se ha podido echar luz, pero que tarde o temprano sucederá.

—¡¿Sabes dónde me puedes echar luz?!

—Señor, creo que mejor tendríamos que salir…—advierte Neville, interviniendo al punto que apenas comienzo a escucharle. Antes no era capaz de prestarle la suficiente atención a sus palabras.

—Venir fue una pérdida de tiempo—advierto, dándome la vuelta y salgo del lugar dando un portazo.

Neville viene tras de mí sin tardar en aparecer para alcanzarme y vigilar cada uno de mis pasos al salir de las oficinas.


 

Una vez que entro a la casa, me encuentro con una imagen que termina de romper con todas mis nociones de sensatez.

Ali está en la alfombra con libros privados de mi despacho y Juliet a un lado de la entrada tras habernos recibido abriendo innecesariamente la puerta.

—Oh, señor. Neville—dice ella a modo de saludo.

Avanzo como una fiera en busca de los libros y reviso.

En efecto, son los libros contables de la firma.

—¿Qué rayos hace él con esto?

Juliet traga grueso y va en busca de Ali para sostenerlo en brazos como si en un arranque de bronca pudiese patear a mi propio hijo.

—Él los quería, supuse que era porque quería sentir su olor, su perfume, usted los usa mucho y hemos sido cuidadosos.

—¡¿Entraste en mi despacho privado, Juliet?!—el corazón me va a mil mientras todo alrededor parece estar en llamas.

—N-no, señor, solo porque Ali…

—¡Ali ni un cuerno, nadie puede entrar ni tocar mis cosas, qué te hizo pensar que tendrías tú ese derecho!

—Señor, lo siento tanto, pero está bien que el niño pueda sentirse cerca de usted…




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