Narrado por KEREM
En cuanto llego al lugar, aterrizo el helicóptero en el predio donde está esa casa alejada de las zonas residenciales.
Una vez que las hélices dejan de ser objeto de atención y bajo para salir en busca de Juliet, el pecho me va a mil como un martilleo que clama por romper cada uno de los huesos de mi caja torácica.
—Señor Deniz—me dice uno de los agentes acercándose a mí en cuanto estoy en suelo firme—. Oficial Robinson, un placer.
Este extiende su placa para mostrarme que de hecho es quien dice ser.
—Dónde está ella, cómo está—exijo saber, deduciendo que es a quien el fiscal puso a cargo para encontrar la casa.
—Por allá. Fue examinada por Emergencias, se encuentra fuera de peligro y se le ha tomado una muestra de sangre.
—Ah, caray—farfullo en cuanto la distingo a lo lejos en la parte de atrás de una ambulancia, rodeada por una manta.
—¿Juliet? ¡Juliet!—insisto mientras corro en su dirección y ella me observa con atención. Un destello en sus ojos parece atravesarles de repente.
—¡Kerem!—dice ella.
La envuelvo en un abrazo entusiasta mientras la estrecho contra mi cuerpo, disfrutando del momento. Primero, porque cuando me enteré que se había marchado de la casa, pensé que no la volvería a ver y segundo, porque saber que estaba corriendo peligro y yo no estaba ahí para ayudarla, me dejó completamente aterrado.
—Estás bien, por todos los cielos. Estás a salvo.
Sostengo su rostro entre mis manos y la observo. Está mojada y huele a alcohol, una imagen que no me atrae en absoluto sino que me genera bronca.
—¿Por qué hiciste eso?—le pregunto, dando lugar a la furia.
—¿Hacer el…qué?
—Venir a este lugar y embriagarte.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Yo solo quería…divertirme…no sabía que pasaría esto…
Verla llorar me hace caer en la cuenta de que no tendría que estarla juzgando ahora, lo importante es saber que se encuentra fuera de peligro y no tendría que darme explicaciones, pero las deseo ahora y necesito aclarar el panorama para definir que no me equivoqué con ella, que la imagen que me hice alguna vez sobre Juliet es exactamente la que sospeché desde un inicio en tanto una persona responsable, audaz y con dos dedos de frente.
—¿Te hicieron algo? ¿Te duele algo? ¿Te puso alguien una mano encima?
—Yo… Yo no…
—Dios santo—observo por debajo de la manta que la envuelve y el pavor se apodera de mis ideas más aterradoras—. ¿Por qué vas sin camiseta? ¿Él te lo hizo? ¿Ese tal Jordan que te hablaba cuando estaba yo al teléfono?
—E…estoy bien… N...no me tocó.
—¿Y eso qué significa? ¿Por qué estás así?
—Yo me arrojé alcohol encima y él iba a prestarme una camiseta.
—Entonces ahí él quiso sobrepasarse y tú escapaste de él.
—Sí…
—Y te encerraste con tu amiga en el baño.
—La encontré muy mal, fue horrible.
—Está fuera de peligro, van a limpiarla en el hospital.
—¿Por qué yo no estoy así?—me pregunta, con los ojos como dos finas capaz de cristales a punto de romperse.
—¿Sabes si ella tenía algún problema con las drogas o parecido?
—No lo sé….
—Probablemente consumió algo. No les dieron en particular nada, sino que consumió aparte y a ti no te ha afectado porque no probaste. ¿O recuerdas haberlo hecho?
—Estoy segura.
—Bien. Perfecto. De todas formas, me advirtió el agente Robinson que te tomaron una muestra de sangre para estar seguros.
—¿Y qué hay de Massera? No quería que él lo supiera, de verdad que estoy muerta de la vergüenza y ya no sé cómo haré para poder volver a mirarlo a la cara.
—Descuida, he venido solo. Y debo admitir que gracias a él llegamos todos a tiempo, mal que nos pese, tiene sus contactos fuertes en cada extremo de este país al igual que en Italia o en Milán, donde está actualmente establecido.
—Es alguien poderoso
—Mucho.
—Y ahora debe de pensar que soy una cualquiera que le gusta andar de fiestas, embriagarse y meterse en problemas.
—Nada que a tu edad no hayamos hecho. Deja de culparte.
—Las muestras, señorita Mindy—advierte Robinson acercándose a nosotros—. Necesito una casilla de mail para enviarla. Estás limpia. Solo alcohol.
—¡Muchas gracias!—ella exclama con total ilusión.
—Si quiere poner una denuncia, sabe que estamos a disposición.
—Por ahora, solo quiero irme de este lugar, pero le agradezco mucho su buena disposición y el haberme salvado la vida.
Incorporo una mano en su espalda para intentar darle calor.
—Vamos, Juliet—le pido—. Te llevaré a tu casa.
—¿En…eso?—pregunta ella, señalando el helicóptero.
—Primero debemos dejarlo en un helipuerto. Agente, muchas gracias por su colaboración—le digo, mirándolo fijo—. Le haré quedar muy bien con el fiscal y con su superior, actuaron con suma eficiencia.
—Un placer, señor. Y si hace llegar el mensaje, siempre será en beneficio para todos, le agradeceré—corresponde de su parte.
Asiento, seguro de que voy a cumplir con mi palabra.
Ayudo a Juliet a levantarse y ella me comenta acerca de Rhonda, cómo fue que llegaron hasta acá, cuánto cambió su mejor amiga desde el ingreso a la universidad y las diferencias que trajo en su comportamiento el vincularse con personas que la hicieron entrar en el mundo de las fiestas, consumos problemáticos y el bajísimo rendimiento académico. Se culpa de no haber estado para ella cuando cayó en la cuenta de que Rhonda estaba metiéndose en serios problemas y arruinando su vida.
—Ella es una persona adulta y tú tenías tus propios problemas con los cuales lidiar—le explico, mientras me encargo de amarrarla lo suficientemente bien a las medidas de seguridad del helicóptero.
Juliet me observa, consternada.
—¿En serio tú vas a pilotear esto?