Narrado por JULIET
¿Cómo se lo explico sin que me juzgue si yo misma no puedo evitar sentirme juzgada al respecto? Tampoco es que guste cambiarlo porque no es mi apartamento sino que viene con la renta que me corresponde por esta propiedad.
Él parece guardarse los comentarios cuando le explico lo del termotanque y deviene su propuesta que, en realidad, nació por mi parte en un momento inicial. ¿Cómo pude ser capaz de algo así? ¡Cómo fui capaz siquiera de sugerirlo, en qué diantres estaba pensando! Y por supuesto que el señor Deniz, ni lento ni perezoso, dejó ir la oportunidad.
Sin más opciones, termino aceptando. Le presto una toalla, se encierra primero en el baño y me carcomen las dudas antes de decidirme a entrar con él.
Al comienzo la vergüenza es plena y una batalla de sensaciones se confunden en mi interior, haciéndome pensar que quizá todo pueda ser no más que un error. Uno sumamente atractivo y tentador.
Mi baño es infinitamente más pequeño que esos amplios jacuzzis y tinas que acostumbra, está pasado por humedad y no tiene en buen estado los cerámicos. Arrojo una toalla en la entrada a la ducha para que sirva como alfombra de baño, cosa que no tenía consciencia de lo conveniente que es para abrigar los pies cuando una sale del agua y las vi en el hotel mientras estuvimos de viaje.
Cuando me aparezco, él ya está dentro de la ducha y, desde el otro lado de la cortina de baño me espía y me pregunta:
—¿Es en serio?
—¿El qué?
—¿Te ducharás con camiseta puesta?
—Espero que al menos tú tengas puesto un taparrabos—ni siquiera me sale decirle a las cosas por su nombre de los nervios que todo esto me genera.
—Vamos, Juliet. Tienes que estar bromeando.
Santo cielo, eso solo puede significar una cosa. De pronto tengo la imperiosa necesidad de arrancar la cortina y ver lo que se oculta detrás, no obstante, me limito a pagar con mi prenda y avanzo hasta el agua caliente y el vapor que envuelve todo alrededor.
Al comienzo, intento que todo sea normal, sin embargo, en él no tarda en aparecer una elevación en absoluto fortuita que tiene semejanza con un mástil que me deja extasiada… De pronto, agradezco hasta el infinito que mi baño sea pequeño.
Lo cual no es buena idea porque mi entusiasmo me deja petrificada y su mirada se oscurece más que nunca, con las gotas cayendo a su alrededor.
—Pediría perdón por esto, pero es inevitable y demuestra mejor que nunca mi entusiasmo cuando estoy cerca de ti—asegura con dejes roncos en su voz que se meten en mi sangre y me deshacen como a la miel.
—No tienes que…disculparte…—empiezo a decir, sin saber bien dónde llevar mi mirada. Todo en él es tentación pura.
Desde sus ojos, hasta sus pies. Su cabello mojado, sus músculos perfectamente marcados, su boca atractiva, su quijada cuadrada, su tienda de campaña erigida en mi dirección, poniendo a mil cada uno de mis sentidos.
Siento la boca seca.
Él se acerca a mí y, como un imán, sin poder apartarme de él, lo recibo con un beso cargado de entusiasmo que hace que el vapor se incremente entre estas cuatro paredes. De pronto el espacio queda pequeño y la ducha comienza a mermar su temperatura, anunciando que es tiempo de salir.
En cuanto cierro el agua, él me conduce hasta mi propia habitación. Nuestros brazos se enredan, no nos preocupamos en secarnos una vez que las frazadas aterrizan en el suelo y el colchón y las tablas se convierten en el soporte más cálido y perfecto que jamás podría haber pensado en mi propia casa.
Su sabor, su presión, su respiración, su empuje, mi dolor, todo se vuelve tan exquisito y es tan cuidadoso y candente que el momento se vuelve a la gloria y se clava en mi cabeza la pregunta de cómo diantres se supone que haré para vivir luego de esto. Es increíble. Kerem es increíble. Y sus besos son ardientes, sus abrazos, su tacto agolpado al mío.
No quiero que esto acabe jamás.
No quiero que se aparte de mí.
La situación sigue así hasta que ambos nos deshacemos en un viaje por las estrellas y quedamos totalmente fundidos en la cama, enredados y húmedos, hasta que él nos cubre a ambos con las cobijas y el sueño no tardar en acontecer, mientras el sol allá afuera advierte que hoy no será un día cualquiera.
—Descansa, Juliet—me dice Kerem, una vez que el sueño ya comienza a arrastrarme hasta su más perfecta oscuridad—. Descansa, te hará bien.
Siento sus labios contra mi sien en un tierno beso que me acompaña junto a sus brazos aferrándose a mi busto antes de quedar totalmente perdida en los más suculentos sueños de mi vida.
Narrado por KEREM
El móvil en la mesita de noche vibra y me arranca de un ligero sueño que me cuesta conciliar por culpa de haberme pasado ya no sé cuánto tiempo viéndola a ella dormir.
Ya son las siete de la mañana y en un día normal, se supone que llevaría dos días levantado, pero no en esta oportunidad. De todos modos lo haré.
A juzgar por el horario, no me sorprende comenzar a recibir ya mensajes de trabajo, por lo que antes de dar inicio a este día, aparto las frazadas y me salgo de la cama cuidadosamente, tratando de no despertar a Juliet.
Aunque con todas las que pasó y el alcohol que consumió (pero que por fortuna luego expulsó) deduzco que tendrá un sueño bastante profundo.
Una vez fuera de la cama, me coloco mis pantalones y los calcetines. Me seco un poco con una toalla, porque sigo algo húmedo y salgo de su habitación con mi móvil en la mano, en dirección a la cocina-living-comedor-sala de estudios-oficina de trabajo y tantas acepciones más que podría darle a este espacio multifunción. Si ella pudiera escuchar mis pensamientos ahora, de seguro no me la dejaría pasar.
Me sorprendo a mí mismo dándome cuenta de que sonrío al pensar en Juliet. Dios, esa mujer ¿qué está haciendo conmigo? Parece que por fin me está conduciendo a algo de luz que se observa en el profundo túnel donde llevo tanto tiempo sumergido.