El calor de tus alas.

"El ángel protege con uñas y dientes"

Rosa lloró alrededor de una hora, primero soltando inaudibles sollozos que se convirtieron en silenciosos lamentos, y poco a poco, en berridos que podrían asustar a cualquier ánima en pena. Sus mejillas se inundaron de canales de lágrimas que caían y empapaban el hombro de Raquel, ella sólo apretaba el abrazo de vez en cuando o acariciaba su espalda. Sus ojos también se habían cristalizado pero, por ella, no iba a llorar, porque eso empeoraría las cosas; tampoco le pidió que se calmara o que llorará más quedito, sabía que lo que necesitaba era eso: gritar y dejar escaparlo todo.
Cuando los canales de Rosa se secaron completamente y sus sollozos se calmaron a una respiración intranquila, Raquel separó el abrazo.

─¿Estás mejor? ─Le secó las lágrimas.

─Eso creo ─Ella misma tomó la iniciativa para que se levantaran, Raquel hizo que se sentara en el sillón, se sentó junto a ella, dejando como separación su brazo izquierdo.

─¿Ya habías visto mi tatuaje antes, no es así? ─dijo mirando su antebrazo- Esa vez que te quedaste a dormir aquí.

─Sí, lo vi. -Se sorbió la nariz.

─¿Te gustó el dragón? ¿Es bonito, no?

─Bonito, sí; pero no me inspira hacerme un tatuaje.

Raquel sonrío y reprimió una risa haciendo sólo un ruido con su garganta.

─¿Te gustaría tocarlo?

─¿Hará algún ruido o algo así? ─dijo con sarcasmo. Raquel mostró sus dientes formando una sonrisa y negó con la cabeza, Rosa, en cambio, se fijó en el antebrazo de la otra chica; la tinta negra formaba varias "S" hasta llegar a la enroscada cola. Había tres curvas en las que se notaban más las escamas, acercó la mano, poniendo más atención a esas zonas, pues estaban tan bien hechas que parecían de verdad. Extrañamente, sentía delgados relieves horizontales, líneas que eran cubiertas por la tinta... cicatrices que no eran propias del tatuaje.

─¿Qué es esto Raquel? ─Levantó la vista para encontrarse con dos ojos marrones y melancólicos.

─¿Sabías que sólo existen 3 formas de herir a un ángel?

-No -contestó, confundida al no recibir la respuesta que buscaba.

-La primera es por causa de un demonio; la segunda es por otro ángel, y la tercera es por uno mismo... Supe esto último hace un par de años.

Rosa quitó la mano y apretó los puños, ahora asustada de lo que había tocado.

─Raquel ¿Tú intentaste...

-¿Cortarme las venas? Sí. Tenía unos 15 años cuando Azael, mi maestro, me pidió que usara mis poderes con una humana. Yo era una susurradora en ese entonces, mis habilidades no influían mucho y no logre nada. Esa chica se suicidó en el lago. Traté de detenerla, no me escuchó. Me sentí tan mal, tan inútil. ¿Cómo podría llamarme un ángel si no logré ayudar a un humano? ¿Cómo lograría subir de rango si cometí un error tan simple? Me sentía culpable de su muerte y creí que yo debía seguir el mismo destino. ─Sonrió a pesar de lo que estaba contando.─ Como no me gustaban las marcas, me hice este dragón para cubrirlas. -Se cruzó de brazos para que sea ella el centro de atención y no su tatuaje.

-¿Cómo... -Dudó si preguntar, pero Raquel esperaba a que siguiera.- ¿Cómo dejaste de pensar en ello?

-Mis amigos -contestó. -Tomó su tiempo, pero me sacaron del hoyo.

-Amigos... -murmuró Rosa.

-Yo podría ser tu amiga. -dijo Raquel. Rosa la volteó a ver, impresionada.

-¿Tu?

-Yo.

-Pero...

-Escucha, Rosa, me agradas, a pesar de que eres malhumorada y testaruda. -Levantó su mano derecha y luego el dedo meñique. -Seamos amigas ¿Si? -Sonrió ampliamente. 
A Raquel se le entrecerraban los ojos cuando sonreía de esa forma. Sus dientes perla, aunque con el colmillo izquierdo torcido, eran preciosos al combinarse con sus gruesos labios. 
Rosa la miró unos segundos, asustada, no le habían "pedido" ser su amiga en años, dudó en hacerlo y por un momento Raquel creyó que la dejarían con la mano en el aire, pero entonces Rosa entrelazó su propio meñique.

-Bien.

-Un buen avance hasta ahora.
Separaron sus dedos; Raquel se levantó para llevar la taza vacía a la cocina. Se quedó ahí unos minutos, reacomodando el desastre que había hecho.

Usualmente Raquel no explicaba el porqué de sus cicatrices, Rosa fue la excepción porqué quiso demostrarle que no era la única que ha sufrido...

«Fue solo por eso... ¿Verdad?» ─pensó─ «Rosa no debe terminar igual que Alexa...»

─Creo que debería regresar a casa ─Rosa la sacó de sus pensamientos, asomándose por la entrada de la cocina.

─Te llevaré ─ofreció.

─Quiero regresar sola. ─Raquel asintió. ─Gracias... otra vez.

* * *

Para Rosa las largas caminatas en cualquier parque era la cosa más relajante que podría hacer, y leer un libro, claro, pero siendo novia de Hugo no puedes darte el lujo de relajarte en ningún momento. Hoy, por ejemplo, a Hugo le dieron ganas de un poco de contacto y se escondieron detrás del instituto para que ella le pudiera dar un poco de placer.




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