El calor de tus alas.

"El ángel y la bibliotecaria tienen una noche agitada"


─Terminé ─Suspiró mientras guardaba el archivo y luego se dejaba caer en el respaldo de la silla.

─¿Todo bien? ─Marla se acercó con dos tazas de café, Rosa aceptó una de ellas.

─Eso espero. Si a Quirasco no le gusta esto, no sé que lo hará.

─Aún así, aunque te califique con un 7 tienes otras asignaturas resagadas.

─Lo sé. ─Tomó un sorbo.─ Tendré que hacer servicio para unos puntos extra.

─Al menos me alegra que ya te preocupes por tus estudios. ─Le acarició la mejilla y luego le dio un pellizco. Rosa no sé quejó, sabía de antemano que Marla hacía eso como un cariño y un regaño a la vez.

─Por cierto... Sé que los finales se acercan, pero Raquel me invitó a la facultad, ella y Abrid se presentarán y le gustaría que fuéramos. ─Marla sonrió.

─Me encantaría ir.

* * *

Cuando las clases terminaron, el día transcurrió demasiado rápido, así que para cuando se dio cuenta, Rosa ya estaba lista, con una blusa de botones de manga larga color café, una falda de tablones que acariciaban sus pantorrillas; zapatos marrones y un sombrero tejido en la cabeza que resaltaba su cabello claro, el cual rara vez arreglaba.

Esperó hasta que el Aveo blanco de Marla apareció en la avenida. Rosa subió, bañándose del olor a lavanda que desprendía la bolsita que colgaba del retrovisor y otro olor extra.

─¿En serio? ¿Camelias rosas? ─dijo Rosa, mirando el asiento de atrás.

─No quería venir con las manos vacías. ─contestó con un leve aire de vergüenza. Marla también se había tomado su tiempo frente al clóset. Usaba una blusa negra de manga larga, cubría su pecho con una bufanda marrón para disimular su falta de "busto". Usaba medias negras sobre las que ponía una falda casi del mismo color y botas marrones que le llegaban sobre la rodilla.

─"Camelias rosas para el amor inocente". ─recitó, aún admirada de ver a su amiga tan arreglada.─ "La camelia rosada simboliza el deseo de tener más cerca a la persona a quien se le regala"

─No debí darte ese libro de flores. ─Se quejó.

─No me lo diste, lo encontré entre tus estantes. Fue interesante.

─¿Significa que no podré reglar flores sin que me molestes?. ─Sonreía a pesar de tener los ojos atentos a la carretera.

─Así es.

─¿Y por qué no le trajiste unas a Raquel? ─dijo pícara. Rosa miró hacia la ventana. ─Rosi.

─No sabía qué traer, además, seguramente muchos van a hacer lo mismo. Solo sería un ramo más del montón. 

─Ay, Rosa. ─Suspiró.─ Solo trata de agradecerle un poquito por lo que ha hecho por ti.

─No sé de qué hablas. ─Trató de mantener sus ojos en la ventana, pero vio el reflejo de Marla, estaba sonriendo. 

─Rosi, hace casi seis meses que estas deprimida, se te quitaron las ganas de leer, de estudiar e incluso ya no has ido a patinar al lago, pero de la nada empiezas a sonreír más, a mejorar en tus calificaciones, apuesto a que comes más que antes por que ya no te ves tan delgada; y todo fue desde que Raquel llegó. 

─Ella... solo quiere ser amable.

─¿"Solo amable"? Llegó como caída del cielo.

«Ni te lo imaginas» 

─Es bueno que tengas una amiga como Raquel. Se ve que también te aprecia.

─No sé que puede apreciar de mi. ─Sintió otro pellizco en su mejilla.

─Chiquilla, tienes mucho que ofrecer.

─Si eso crees.

─Lo sé, Rosi, lo sé.

Continuaron el viaje en silencio. Rosa tenía mucho en que pensar y ,arla mucho que conducir, así que guardaron energías para la noche.

─Llegamos. ─dijo Marla, aliviada.

El lugar estaba espléndidamente adornado. A comparación de la última vez que Rosa fue, en esta ocasión había varias sillas dispuestas frente a un escenario del cual era necesario subir dos o tres escalones. La gente llegaba con mucho entusiasmo, se podían ver caras nerviosas de algunas bailarines o cantantes. Algunos músicos afinaban sus instrumentos o le daban los últimos repasos a sus partituras.

Marla y Rosa se sentaron juntas en medio de toda la multitud. Rosa, sin éxito, busco con la mirada a Raquel, pero se detuvo cuando las luces del auditorio se apagaron y los reflectores se enfocaron en el escenario. El silencio comenzó apoderarse de lugar, y cuando la gente volvió a murmurar, se escucharon pasos golpear la madera de las escaleras. Un muchacho se presentó como maestro de ceremonias, dijo un par de chistes para hacer tiempo y luego anunció a los primeros en aparecer. 
Uno tras otro los músicos, cantantes y bailarines se presentaron, algunos más conocidos que otros; una joven bailarina, por ejemplo, hizo estallar el auditorio en aplausos y virotes.

─Gracias, Fabiola, por tan magnífico ejemplo de belleza y gracia. ─dijo el joven, callando a la audiencia.─ Ahora, señoras y señores, el ave que han estado esperando casi toda la nohe. La novata que en poco tiempo conquistó el corazón de muchos: "El ruiseñor caído". ─Si lo que Rosa había escuchado antes fue una ovación, entonces aquello era como estar en un estadio de fútbol.
Abrid subió al escenario con ayuda de un bailarín que había pasado momentos antes, se detuvo frente al micrófono ubicado en el medio y el bailarín se excusó.




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