El calor de tus alas.

"Un regalo para el ángel"

Desde aquella vez que habló con Raquel, Rosa no había podido sacarse de la cabeza 2 cosas que la mantenían en vela toda la noche: la primera era aquella pesadilla donde aparecía ese extraño ser y que siempre estaba devorandosela a ella o a Raquel, y la segunda, que probablemente era la peor,  era que a Raquel le gustaba alguien y no tenía ni idea de quién era y pese a eso, ya le caía mal.

«No puedo entender cómo alguien tan inmaduro e inestable podría estar en la mente de Raquel», pensó.

─Rosa... Rosa... ¡Rosa Durán, te estoy hablando! ─Marla la sacó de sus pensamientos.

─¡Perdón! estaba... Pensando.

─Yo diría que en otro mundo ─intervino Abrid.

─Lo siento.

─Entonces, Rosa ¿En qué quieres que te ayudemos? ─Los ojos de Rosa jugaron en algún lugar de la mesa, estaba nerviosa por lo que iba a decir.

─El cumpleaños de Raquel es el jueves, quiero regalarle algo, pero no tengo idea qué. ─Las 2 adultas le sonrieron ─Y quiero otra cosa además un libro, Marla. ─Adelantó la respuesta de la mayor, quién se vio algo avergonzada.

─Cómprale algún accesorio para su moto o para ella; —propuso Abrid —. Guantes, botas. ─Se encogió de hombros.─ Incluso un casco nuevo... o calcetines.

─Yo creo que podrías cocinarle algo ─sugirió Marla.─ ¿Hay algún postre que le guste?

─Pastel de nueces ─dijeron Abrid y Rosa al mismo tiempo.

─Ella me ha dicho varias veces que le gusta mucho, por eso lo sé. ─Se avergonzó ante lo que había dicho.

─Bien... Entonces preparemos uno. ─Propuso Marla.

─¿Podría ser en tu casa? No tengo horno.

─Claro que sí.

─Gracias. Aún así, quisiera regalarle algo. ─Recargó sus codos en la mesa y a su vez, la cabeza en las manos.

─Lo que te dije no fue broma. ─dijo Abrid. ─Ella adora ese escándalo que tiene como medio de transporte. ─Rosa lo pensó.

─¿Por qué no vas con Abrid a la Moto-Shop del centro? ─sugirió Marla.

─¿El edificio negro con letras rojas? Ese lugar me da escalofríos... ─Pensó unos momentos. ─A ti también te da miedo, por eso no me acompañas ¿Verdad? ─Acusó, Marla se encogió de hombros.

─¿Y me ofreces como sacrificio? ─dijo Abrid, haciéndose la ofendida. Marla solo reía, cubriéndose la boca para que no la oyeran.

─Yo solo... Sugerí la idea, ustedes conocen a Raquel mejor que yo. Aprovecharé para ir a comprar los ingredientes para el pastel. ¿Les parece justo?

─¿Le crees? ─preguntó Rosa a Abrid, la rubia lo pensó.

─Ni una palabra, pero me ofrecieron como sacrificio, así que debo cumplir mi destino. —Fingió solemnidad. Rosa acompañó a Marla con una carcajada.

─Está hecho.

Las tres platicaron con tranquilidad, todo en ese momento era su tema de conversación, el clima, el pastel, incluso algunos comentarios de la universidad por parte de Rosa.
Cuando terminaron de comer y creyeron conveniente irse, el pequeño grupo se separó para hacer lo acordado. Abrid acompañó a Rosa a aquella terrorífica tienda, como Marla lo describió, y la mayor se encaminó a el marcado por los ingredientes necesarios para el pastel, y otros platillos que fuesen capaces de acabar con el voraz apetito de Raquel, y aunque no lo crean, el de Marla también.

─Creo que lo mas conveniente es un casco, ella sólo tiene uno.

─Eso estaba pensando. ─respondió luego de unos minutos en la tienda.

─Bueno, todo está en tus manos, yo ya dije que solo voy a cooperar para pagarlo. ─Se cruzó de brazos.

─Ya sé. ─Miraba los estantes llenos de cascos de infinidad de colores, todos se veían iguales. Llegó a creer que ésto era demasiado complicado, hasta que, en la esquina, junto a un par de cajas, encontró un casco negro mate, con un diseño de escamas rojas de dragón justo en la unión de la bisagra con el casco. ─Perfecto. ─murmuró.

─Eso fue rápido. ─dijo Abrid mientras se acercaban a la caja.

─Tiene un dragón rojo, estoy segura que le va a gustar.

─Si eso crees. ─Rebuscó su cartera dentro de su bolso, en ese momento, Rosa vio algo colgado de un mini estante a lado de la caja registradora. Tomó uno y lo puso junto al casco. Pagaron y salieron de ahí.

─¿Qué otra cosa tomaste?

─Nada. ─Sonrió. ─A veces no te creo que no veas, eres muy perspectiva.

─Créeme, niña, ni te imaginas lo acertada que estás.

─Bueno, ahora vamos donde Marla, seguro que va a necesitar ayuda con las cosas que compró.

* * *

Todo estaba listo. Con la excusa de que tenía que ayudar a Marla con su trabajo, Rosa le dijo a Raquel que se encontraría con ella al salir, por suerte se lo creyó. Una pequeña mentira blanca no haría daño a nadie. Rosa, como es obvio, había ido a casa de Marla un poco mas tempano para arreglar las cosas. El día parecía ir bien, incluso volvió a sentir esa inusual atmósfera de tranquilidad que la rodeaba. Ni Hugo ni Jessica a la vista durante toda la jornada.

─Te ves feliz. ─Lucca, con su habitual forma de aparecer con discreción, le saludó.




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