El calor de tus alas.

"Las cosas van bien para el ángel y la bibliotecaria"

 


Un cachorro estaría más tranquilo que ella.
Luego de despertar a mediodía, y encontrarse con un delicioso desayuno en la cocina, junto con una nota que decía "no vayas por mí, si no te sientes bien"; Raquel se aseguró de llegar temprano para ir por Rosa, cómo es su costumbre. Sabiendo de por medio que iba a ser regañada, pero no le pudo importar menos.

Estaba frente al edificio, recargando el cuerpo en un poste de luz y mirando la nada. El cambio de poderes que le había dado Azael era notable. No sólo veía a las personas caminando, sino que también podía ver que algunos emanan una especie de humo de distintos colores, en algunos era negro, en otros color blanco, azul, rosado, algunos tenían varios colores, otros sólo tenían dos o uno. Para ella era divertido ver el colorido espectáculo que puede manejar cada persona.
Entonces su show fue interrumpido por una voz.

─¿Esperando a la muerta de hambre? -Hugo, que ya se había tardado bastante en aparecer, estaba al lado de ella con un humeante cigarrillo en los labios y porte bastante limpio.

─No sé de quién hablas ─respondió indiferente, sin siquiera voltear a verlo

─¿Cómo que no sabes de quién estoy hablando? Rosa, la perrita que siempre anda en celo. Supongo que se está arrastrando detrás de ti ¿No es así?

─Te agradecería que no la llamaras así.

─Las cosas como son ¿Sabes lo que me hacía Rosa todas las noches? ─Sonreía, descarado.

─No me interesa. ─Aún no lo miraba.

─Era la más complaciente de todas. Su  boca hace maravillas. Seguramente está extrañando hacerlo y cuando se arte de la espera, regresará conmigo o con algún chico para...

─¡Cállate de una buena vez! ─gritó.

─Estoy diciendo la verdad.

─Lo que sea que hacía, era por qué la obligaban, y si no te callas... ─Se acercó más─. Te voy a dejar como la última vez.

─¿Quieres que me calle? ¿Sí? así es, así es... así será... pero ¿Qué vas a conseguir con eso? Muchos aquí morirían por un trocito de Rosa además de mí ¿Te pelearás con todos en el instituto?

─Ella no se va a dejar.

El muchacho rió.

─Veamos cuánto tiempo tarda en aburrirse de ti. Después de todo, no puedes deshacerte de su naturaleza.

Raquel se acercó peligrosamente a él, levantó la mano, lista para dejar caer un golpe, pero Marla, oportuna, la detuvo.

─Raquel, por favor. ─Raquel obedeció, pero su semblante no cambió.

─Mejor hazle caso a Morticia, no queremos problemas ¿verdad? ─Le escupió una bocanada de humo y luego se retiró. Raquel agitó la mano para disiparlo.

─No deberías resolver las cosas a golpes, Raquel ─regañó Marla.

─Lo sé, es sólo que ese sujeto es tan... desagradable.

─Estoy de acuerdo, pero golpearlo no lo va a hacer entender.

─Me contendré, te lo prometo. ─Con una sonrisa de gratitud, Marla se despidió.

De nuevo volvió a mirar a todas esas antorchas de humo que se movían frente a ella, había pasado bastante tiempo y Rosa ya se había tardado. Cuando empezó a preocuparse, vio la distancia una delgada figura, con un caminar pesado y mirada cansada; traía ojeras, pero gracias a los lentes no se veían.

Raquel se hizo notar con un saludo a la distancia. Cuando Rosa se dio cuenta de quién estaba frente a ella, una sonrisa se formó en su rostro; caminó un poco más rápido, y justo cuando estaba frente a Raquel, se lanzó para abrazarla.

─Hola, Rosita. —La apretó con bastante fuerza.

─Raquel... me estás... asfixiando.

─Perdón. ─Se separaron. Raquel notó una enorme estela de humo rosado emanando de sus hombros; el espectáculo era hermoso.

─¿Qué pasa? ─Ignorante de lo que veía el ángel, Rosa la regresó de su nube.

─¿Por qué saliste tan tarde? Creí que los viernes salías a las dos. Son casi las cuatro.

─La profesora nos castigó por culpa de un compañero que se le ocurrió gritar "hoy es viernes con 'V' de vámonos"

─¿En serio ya son mayores de edad? ─Trató de no reír.

─Eso fue lo que dijo la profesora y... Espera ¿Qué estás haciendo aquí? Te dejé una nota...

─¡Ah! eso. Ya estoy bien, tranquila.

─¿Cómo te sientes? ─Levantó una mano para acariciarle la mejilla, y aunque ese gesto sólo fue para verificar si tenía fiebre, Raquel puso su mano sobre la de ella y la apretó un poco. Tímidas, ambas sonrieron.

─Me siento bastante mejor, la verdad. Siempre estás cuidándome cuando me siento mal, eres una buena enfermera ¿No te lo había dicho ya?

─Practico con un muñeco de pruebas que se accidenta bastante seguido

─¡Oh vamos! Te diviertes.

─No cuando estás inconsciente ─Se cruzó de brazos─ ¿Segura que estás bien? Podemos ir al lago para que descanses.

─¿Me estás invitando a salir? ─Sonrió. Rosa se puso colorada de golpe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.