"¿Tú?"
"Sí, soy yo..." Azlan se quitó las gafas de sol y colocó su equipaje en el compartimento superior del avión. Luego, se sentó con calma junto a Shahana.
Shahana lo miraba, los ojos abiertos de par en par, incrédula. Parpadeaba rápidamente, como intentando despejar la visión, asegurándose de que realmente fuera él.
"Por suerte este avión no le pertenece a tu padre; de lo contrario, no estaría sentado aquí," comentó Azlan con una dulzura sarcástica, un destello juguetón brillando en sus ojos.
Shahana respiró hondo, tratando de calmarse. "¿Qué haces aquí?"
Azlan se recostó en su asiento, una sonrisa engreída dibujándose en sus labios. "Creo que todos aquí vamos a Turquía."
"¿Vas a Turquía? ¿Por qué?" La curiosidad se filtraba en la voz de Shahana, aunque ya intuía la respuesta.
"Voy a por mi tercer matrimonio. Sabes, las mujeres turcas son bastante bellas. Inspirado por tu padre, pensé que quizá debería casarme con una chica turca."
Las palabras de Azlan fueron como una bofetada. La boca de Shahana se abrió, luego se cerró. Su rostro enrojeció de furia. Ella, que había estado llorando por él, sintió una oleada de rabia. "Tú... ¿Por qué estás aquí? ¡Lárgate!" gritó, empujándolo con manos temblorosas.
Azlan, imperturbable, soltó una suave risa. "De acuerdo, de acuerdo. Me iré, pero solo si vienes conmigo," dijo en un susurro tierno mientras su mirada se suavizaba, fijándose en la de ella.
La determinación de Shahana flaqueó. Desvió los ojos y se abrazó a sí misma con fuerza. "No voy a ir a ninguna parte contigo," respondió, su voz apenas un murmullo. A su alrededor, el ruido de los pasajeros abordando, el choque de maletas y los anuncios de la azafata llenaban el aire, pero parecían lejanos, como un eco distante.
Por unos momentos, se instaló entre ellos un silencio incómodo, pesado de palabras no dichas.
"Por eso te sigo," rompió Azlan el silencio, su voz suave pero firme.
El corazón de Shahana dio un vuelco. Apoyó la frente contra la ventanilla, el cristal frío ofreciéndole un pequeño consuelo. "Estás persiguiendo un espejismo," murmuró, su reflejo pálido y fantasmal contra el cielo afuera.
"Tú no eres un espejismo; eres mi destino," replicó Azlan, su voz firme y sincera.
Shahana cerró los ojos, conteniendo las lágrimas. Las palabras de su madre resonaban en su mente, diciéndole que Azlan nunca sería feliz con ella. Si su madre lo decía, debía ser verdad. Confiaba en su madre más que en sí misma.
La voz de la azafata crepitó en los altavoces, anunciando el inminente despegue. Las manos de Shahana temblaron mientras intentaba abrocharse el cinturón, lanzando una mirada furtiva a Azlan.
"¿De verdad vas a Turquía?" Su voz titubeó, una mezcla de esperanza y temor.
Los labios de Azlan se curvaron en una pequeña sonrisa. "¿Crees que estoy aquí solo para perder el tiempo?" replicó, un leve tono de molestia en su voz, como si hubiera sido una pregunta absurda.
La frustración de Shahana estalló. "Hablar contigo es inútil," soltó, girándose nuevamente. Pero en el siguiente instante, Azlan se inclinó hacia ella, su presencia cálida y tranquilizadora. Contuvo el aliento cuando él le abrochó suavemente el cinturón.
Retrocedió un poco, sus ojos encontrando los de ella. "Tu padre me dijo muchas cosas. 'Me ocuparé de mi hija yo mismo. No te necesito. Ahora su padre está con ella. Haré esto. Haré aquello.' Pero no lo veo por ningún lado ahora. ¿Dónde está? Te abandonó en cuanto entraste en el avión," Azlan provocó, su voz suave pero cortante.
Los ojos de Shahana brillaron de enojo. "¿Quién está hablando de abandonar?" replicó con fuerza. "Y no digas nada sobre mi padre. Hubo un problema con los boletos, así que tuvo que sentarse lejos de mí. De lo contrario, estaría justo aquí." Su voz era feroz, defendiendo a su padre sin vacilar. Lo miró con desconfianza, su sospecha creciendo. "¿Cómo conseguiste un asiento junto al mío?"
Azlan se encogió de hombros con indiferencia. "Mi asiento no estaba junto al tuyo. Se suponía que un tío mayor estaría aquí. Parecía tan enojado y aterrador que, sinceramente, me preocupé. Quiero decir, ¿cómo podría mi esposa sentarse al lado de alguien que parecía un jefe de la mafia?" Azlan tembló dramáticamente para dar efecto.
Los ojos de Shahana se agrandaron de terror. Al ver su reacción, Azlan apenas logró contener la risa. ¡Qué adorable era! Su corazón se llenó de afecto.
"¿Mafia?" susurró, su voz apenas audible. Azlan sabía que esa palabra era su talón de Aquiles. Tenía un miedo irracional a los gangsters.
"Sí, mafia. Uff, Shahana, me costó todo mi valor hablar con ese tío. Le rogué, diciéndole que mi esposa está molesta y no me escucha. Habla de dejarme, pero la amo demasiado. Admito que cometí errores, pero no me da la oportunidad de arreglar las cosas. Si no me siento junto a ella, ¿cómo voy a cuidarla? ¿Cómo voy a recuperarla? Después de escuchar mi triste historia, el corazón del tío se ablandó. Me dijo: 'Ve, hijo, recupera a tu esposa. Mis bendiciones están contigo.' Y así terminé aquí."
La narración dramática de Azlan hizo que Shahana entrecerrara los ojos. "Eso no pasó. Te lo estás inventando."
"Si no me crees, ve y pregúntale al tío en clase ejecutiva, el que va vestido completamente de negro, incluso su sombrero y maletín," dijo Azlan con un leve encogimiento de hombros.
Hablaba con tanta confianza que Shahana empezó a dudar de su propio escepticismo. En silencio, agradeció a Alá que no tuviera que sentarse junto al aterrador tío que parecía un jefe de la mafia.
De repente, la absurdidad de su conversación la golpeó. Estaban actuando como una pareja normal, intercambiando bromas como si su mundo no se hubiera desmoronado. Como si todo fuera normal. Pero nada era normal entre ellos. Nunca lo sería. Entonces, ¿por qué todo parecía tan normal? Su corazón se llenó de nuevo con un peso, el de su pasado sin resolver, presionando sobre su pecho. Miró a Azlan, que ahora la miraba, sonriendo, su perfil sereno y compuesto, y sintió una punzada de confusión y tristeza.