El camino que elegí

CAPÍTULO 3 — EL ENCUENTRO QUE NO ESPERABA

Elías llegó cuando mis ojos estaban demasiado cansados para seguir fingiendo que todo estaba bien.

Ese día había discutido con Adrián.

Otra vez.

Otra discusión que no tenía sentido, otro dolor que me tocaba aguantar, otra lágrima escondida para que él no dijera que lo estaba manipulando.

Salí a caminar.

Quería aire, aunque sentía que el aire ya no me alcanzaba.

Me senté en una banca, intentando respirar, cuando escuché una voz suave:

—¿Puedo sentarme?

Levanté la mirada y lo vi.

Elías.

Un rostro tranquilo, ojos cansados pero amables, una presencia que no imponía… simplemente estaba.

Asentí.

No hablamos durante un buen rato.

Y ese silencio fue más sanador que cualquier palabra que Adrián hubiera dicho.

—No te ves bien —murmuró finalmente, sin mirarme de frente para no invadir.

—Estoy… cansada —admití por primera vez en mucho tiempo.

No preguntó “¿qué pasó?”.

No se apresuró a consolarme.

Solo dijo:

—A veces cansarse también es una señal. Algo dentro de ti te está pidiendo descanso.

Sus palabras me atravesaron.

No me conocía.

No tenía por qué notarlo.

Y aun así, lo hizo.

Lo recuerdo mirándome con una mezcla de respeto y cuidado que nadie había tenido conmigo.

—Si necesitas hablar, te escucho —añadió—. Si no… aquí me quedo.

No sé cuánto tiempo estuvimos ahí.

Pero cuando me levanté para irme, sentí que algo en mí había cambiado.

Alguien por fin me había visto… sin pedirme nada a cambio.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.