El camino que no elegiste tomar

Capítulo 2

Capítulo 2

Nos hiciste, Señor, para ti;

Y nuestro corazón está inquieto

hasta que descanse en ti.

San Agustín, Confesiones

Si había una palabra para describir a Nicolás, era escéptico, tan solo creía en lo que él y el ser humano podían hacer con lo que el mundo les daba, dentro de sí mismo admiraba la pasión de las personas que vivían guiadas por su fe, pero creía que esa forma de vida estaba a cien años luz de lograrse en la suya. No era para él, esa vida, esa devoción, ese camino, estaba convencido de que en lo único que debía concentrarse y lo único digno de ser objeto de su veneración eran las personas que había en su vida y sus propios logros.

Como les sucede a muchos otros, la palabra Dios era solo una expresión vacía, en eso había llegado a convertirse a lo largo de los años. Aunque había recibido la educación católica de su infancia, las prácticas religiosas se habían diluido con el tiempo, dejando solo la esencia de la fe en un segundo plano, así fue que luego de tomar la primera comunión no volvió a pisar una iglesia, no volvió a mirar a Cristo crucificado, simplemente no volvió, era una oveja perdida más en el mundo.

Una oveja perdida, buscando algo, desesperadamente, como todos, sin encontrar aquello que llenara el agujero dentro suyo, encontrando respuestas falsas en un mundo que no conocía la Verdad. Allí creció, allí se quedó.

Y ahora allí estaba con amigos mirando un partido de fútbol como solían hacer los domingos o cualquier dia en el que se jugara un partido importante, sin pensar en nada más, sin explorar aquello para lo que había sido creado y que tan solo se encontraba a veinte minutos de su casa, dentro de un sagrario.

– ¡No puede ser! Pero qué… –y ese era Nicolás comenzando una serie de insultos, junto al resto de su pandilla, dirigidos a lo que se estaba desarrollando en el televisor. El árbitro acababa de cobrar un penal y a ellos no les causó ninguna gracia.

El partido terminó a las 00:06 am y Nicolás comenzó a mirar la hora con la preocupación plasmada en su rostro.

– ¿Qué te pasa? –le preguntó Matias, uno de sus amigos.

– Es tarde, tengo que irme a casa, mañana tengo un parcial, tal vez no debería haber venido…

–Era un clásico, no te lo podías perder –le palmeó la espalda mientras le daba un sorbo a la cerveza que tenía entre sus manos–. tomate otra, dale –agregó señalando las botellas sobre la mesa.

Nicolás las miró y negó con la cabeza, no podía tomar más, al otro día –o mejor dicho, ese mismo día– no solo tenía un parcial a primera hora sino que cursaba hasta el mediodía y luego comenzaba su turno en la librería.

Había conseguido ese empleo dos meses atrás, y estaba agradecido consigo mismo por haber encontrado algo que le diera un ingreso de dinero extra.

Ya no faltaba mucho para que se recibiera y obtuviera su título, no podía esperar a trabajar de aquello por lo que luchó tanto en los últimos años. Quería ser abogado, uno bueno, como su padre.

Y esperar hasta que eso sucediera dentro de un lugar lleno de libros no era ningún problema, le gustaba leer, le gustaba la historia, las leyes, la economía, aquello que le diera respuestas de una realidad que podía ver con sus ojos.

Estar en la librería era una clase de peregrinaje intelectual. Sus jornadas estaban marcadas por las páginas que hojeaba y las conversaciones con clientes en busca de la próxima lectura que los transportara a otras realidades o empeorara la única en la que vivían.

Entonces se levantó de la silla en la que estuvo sentado durante las últimas dos horas y se abrigó con una campera puffer negra, se despidió de sus amigos prometiendo que los vería pronto y dejó aquel departamento rumbo al suyo, que por casualidad, pensaba él, quedaba a dos cuadras de distancia.

Mientras caminaba manteniendo cierto ritmo en sus pasos por la ya desolada vereda, se distrajo contemplando sus propias zapatillas negras, era fácil distraerse con varias cervezas en su organismo y las pocas horas de sueño que estaba manteniendo desde hacía varias semanas. Es tan sencillo prestarle atención a algo que puedes ver porque está frente a ti, que no se detuvo a observar a su izquierda, si lo hubiera hecho, habría visto el auto que avanzaba por la calle. Gracias a Dios el conductor tocó la bocina y Nicolás se despertó a tiempo.

Es fácil permanecer en aquello que puedes ver y tocar, es simple detenerte en ello y creer, lo difícil es cuando no lo ves, y lo hermoso es cuando simplemente tienes fe.

Él levantó la cabeza rápidamente y observó a su costado, rápidamente se echó hacia atrás, el auto siguió su camino y Nico se quedó ahí, en la esquina con el corazón latiendo tanto que lo sentía en su cabeza.

El corazón delator no era nada comparado con el de él, reprochando su imprudencia.

Casi. Había estado cerca.

“Estuve cerca de convertirme en nada", pensó.

Ignoraba que ya era nada, que lo sería siempre si no encontraba lo que su corazón y alma apasionadamente buscaban. Aquel que también lo estaba buscando, esperando pacientemente.

Metió las manos en los bolsillos de su campera y esta vez se aseguró de que nadie venía, cruzó la calle y en pocos pasos llegó a su edificio. Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta, caminó hacia las escaleras y comenzó a subir por ellas hasta el tercer piso. Una vez frente a su puerta la abrió con la segunda llave en su llavero, entró, la cerró y apoyó la frente sobre la superficie de madera para soltar un profundo suspiro. Solo quería tirarse en su cama para dormir las pocas horas que podía. No prendió las luces, después de quitarse el abrigo a oscuras se dirigió a la cama que no estaba lejos –nada estaba lejos en un monoambiente como aquel–, simplemente se acostó y cerró los ojos, No se cubrió con ninguna frazada, no contaba con energía para aquello tampoco.




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