El camino que no elegiste tomar

Capítulo 4

Capítulo 4

Al salir de las clases, ambas amigas se encaminaron hacia una pequeña y acogedora librería que quedaba a tan solo un par de cuadras de su facultad. Una hora antes habían recibido un mensaje de su amigo Tobias, que quería buscar un buen libro para leer en sus ratos libres y se preguntaba si podían encontrarse con él en aquella tienda. Ambas aceptaron.

Primero, porque les era difícil decirle que no a alguien tan dulce como Tobias; y segundo, porque nunca darían una respuesta negativa a una invitación a comprar libros. Eso último fue algo que los había unido en un primer momento, hacía tantos años atrás cuando se conocieron y comenzaron dicha amistad.

Amaban leer. Y hablar de libros. En sí, amaban cualquier tema que girara en torno a ellos.

Por lo tanto, allí estaban ambas jóvenes a tan solo unos metros de la puerta de “Palabras Entrelazadas”, ese era el nombre de aquella librería, cuyo interior recordaba a una cabaña sacada del Señor de los anillos.

Cuando abrieron la puerta para entrar, el suave tintineo de una pequeña campana sobre esta anunció su llegada. Fueron recibidas por un ambiente rústico y cálido, con plantas por donde quiera que miraras, y un ameno aroma a vainilla que se percibía apenas metias un pie dentro del lugar.

Y apoyado sobre una pared de un amarillo tan suave como la crema, estaba Tobias, sosteniendo un libro que desde la distancia ninguna podia llegar a leer su titulo.

Compartieron una mirada entre ellas y luego se acercaron hasta el chico rubio y vestido completamente de negro que no se habia percatado de las recien llegadas.

La hora siguiente continuó dichosa, los tres compartieron risas y comentarios sobre diversos títulos que llamaban su atención. Y en un momento mientras Tobias y Ana se entretenían en una sección de novelas, Isabella se detuvo frente a un libro de romance y lo tomó en sus manos. Era el libro de una tal Ali y la portada celeste con dibujos de una pareja prometía una historia tal como la de Como perder a un hombre en 10 días.

Mientras hojeaba las páginas del ejemplar, uno de sus amigos la observó con curiosidad. Fue Tobi quien, con una mirada penetrante, formuló la pregunta que resonaría en el corazón de Isabella.

– Así que la señorita no va a soltar nunca la novela rosa, decime, ¿Estás enamorada de la idea del amor? –formuló la pregunta gesticulando dramáticamente con sus manos mientras Ana reía cómplice de la situación.

Isabella, con una sonrisa tranquila, respondió con cierta convicción en su tono de voz. – No, no estoy enamorada de eso. Estoy enamorada de Dios, y Él es el amor mismo. Entonces, es claro que voy a esperar a alguien que comparta ese mismo amor, porque para ese amor fui creada. Y mientras espero puedo leer la romcom más cursi del universo.

La respuesta de Isabella dejó a su amigo reflexionando, mientras Ana miraba la escena con complicidad y una sonrisa divertida comenzó a formarse en su rostro.

–Excelente respuesta, la voy a anotar como apunte en mi máquina de escribir para cuando me pregunten semejante cosa.

–No tenes maquina de escribir… –observó Tobias.

– Claro que sí. Es invisible. – dijo antes de comenzar a hacer señas como si estuviera escribiendo en una.

–A veces eres una idiota.

–Y por eso la amas. –lo interrumpió Isa mientras reía junto a Ana.

Sin embargo, ninguno fue consciente de que a tan solo varios metros de ellos, estaba un muchacho de penetrantes ojos marrones, que observaba desde la distancia, sintiendo que esas palabras resonaban en su propia alma.

Para cuando decidieron que ya era hora de irse a sus casas, cada uno de ellos llevaba un libro en sus manos. No le decían que no a un nuevo ejemplar en sus bibliotecas, eran demasiado débiles para eso.

Isa al final había elegido un título de las hermanas Bronte que le faltaba leer, en cambio Ana se decantó por un poemario con una portada tan preciosa como un campo de tulipanes, porque efectivamente la cubierta estaba llena de dibujos de flores. Y Tobias llevaba en sus manos uno de fantasía épica, esperando leer grandes batallas entre los personajes.

Cuando se acercaron a la caja para pagar su libro, Isabella sintió una mirada intensa posándose sobre ella. Al levantar la vista de sus manos se encontró con los ojos de un joven fijos en los suyos, el muchacho estaba a un lado empujando un carrito con libros, Isa supuso que sería un empleado de la librería. El momento fue breve pero guardaba cierta profundidad, atracción, curiosidad tal vez. Tenía ojos marrones, oscuros y con un lindo brillo en ellos, a Isa le gustaron, y un mechón de cabello castaño caía sobre su frente, le entraron, por un segundo, unas enormes ganas de quitarlo de allí.

Isabella al darse cuenta de sus pensamientos los apartó, tal vez si le estaban afectando las novelas al fin y al cabo. Eso no fue muy de su agrado.

Mientras pagaban sus libros no volvió su mirada hacia aquel lugar, de pronto se había sentido incómoda. Así que mantuvo la mirada entre el cajero, sus amigos y su mochila marrón: de donde extrajo el dinero para poder pagar.

Luego los tres salieron del local y mientras conversaban sobre qué camino iban a tomar para volver a sus respectivas casas, una voz se hizo notar.

–Yo tengo que doblar en esta y seguir derecho ocho cuadras, ya saben, vayan ustedes para el otro lado que les conviene ir por ahí. –dijo Ana–. Puedo volver sola, son menos de quince minutos lo que tardo en llegar.




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