El Campo De Rosas Rojas

EL CAMPO DE ROSAS ROJAS

 

EL CAMPO DE ROSAS ROJAS

Soñando y delirando, así es como me hallo. Mi espectacular amor... eso se disfruta en su aire, amor y solo amor, como el que me proporciona la mano que me sostiene. Justo aquí, rodeada de rosas ¡¡Mi hermoso campo de rosas rojas!! Es un mar de rojo perfecto, tal y como nos lo prometió Katherine una vez.  Es nuestro sueño vuelto realidad. En su aire se respira el olor a todo lo que representó para nosotros, es un olor dulce, perfumado, cálido,  es el olor de la libertad.

Estoy como en trance, a pesar de que hace varios meses llegamos aquí. Esto es un sueño, un sueño muy bello. Jamás había contemplado un atardecer así, jamás había sentido un sol que no quema, y, sin embargo, lo ilumina todo... Antes solo podía contemplar los lejanos tonos naranja de un amanecer, solo un circulo de lo que en realidad era un gran cielo infinito ¿De verdad es real? Sí, claro que lo es. Sé que no estoy soñando, sé que estoy... mejor que nunca... ¿Cómo es que esto puede ser realidad? ¿Cómo es que llegamos aquí? Con esfuerzo y mucho sufrimiento ¿Quién diría que después de la mayor de las tragedias lo lograríamos? ¿Quién diría que haría falta que mi pequeño mundo se derrumbase para conseguirlo? Nunca lo imaginé, pero aquí estamos. Todos mis amigos van corriendo y brincando, tomados de la mano. Son doce rostros irradiando felicidad, envueltos en el mismo sueño, pero no siempre fue así, no, tuvo que pasar mucho tiempo para que esto ocurriese...

Verán, vivía en cierto mundo lejano, encerrada en una gran casa durante días y días. Compartía mi encierro con mis amigos. Éramos catorce, siete mujeres y siete hombres. La casa era enorme cuando llegué, pero a medida que pasaban los días, me parecía cada vez más chica, hasta convertirse en una minúscula jaula... comenzó a ser una jaula luego del plan de la rosa...

Todos teníamos nuestra respectiva habitación con su respectivo baño. La mía era color azul pastel, todas eran de algún color pastel, pero la mía era azul junto con la de Vincent. Nuestra edad variaba de los quince a los dieciocho, pero celebrábamos el cumpleaños de todos en diciembre. Hacíamos una gran fiesta, en donde éramos felices, eso fue antes del plan de la rosa... Antes de eso Míster Monstruo nos llenaba la despensa de pasteles y dulces, incluso traía globos, confeti y luces, bueno... es lo que él nos regalaba, pero nosotros hacíamos una comida especial a cada persona que cumplía en cada mes, aunque lo cierto es que la fiesta común era nuestra favorita. Lo compartíamos todo, el comedor de catorce sillas que estaba cerca de la cocina, era el lugar más pequeño de lo que yo creía era la Gran casa, supongo que por el hecho de que para cocinar solo se necesitaba a dos personas. Teníamos muchos libros de recetas, y las probábamos todas. La mayoría no nos salían, no a la primera, y a algunos de nosotros, nunca.

Luego del comedor y la cocina estaba la sala de paredes blancas y altas. Del lado de la sala que no daba hacía el jardín lo daba hacía una enorme puerta de madera. Nosotros nunca la abríamos, algo nos hacía saber que no lo teníamos permitido, solo Míster Monstruo podía hacerlo, era el nombre de la persona por la que estábamos ahí, él nos había seleccionado para habitarla, no teníamos idea del porqué, sencillamente nos limitábamos a vivir, y ya, sin preguntarnos nada. Teníamos la teoría de que detrás de la puerta estaba su casa, dicha hipótesis surgió un día en el que conversaba con Ernesto y Vincent, dos de mis amigos en la casa. Nos habíamos dedicado la tarde a cambiar algunos de los muebles, de lugar, pasamos el comedor y las sillas, en donde deberían ir los sillones, y viceversa.

Entonces al pasar una silla, tropecé con esta, caí con el estómago hacia abajo, hacía el suelo que estaba perfectamente pulido, en todos mis días en la casa, jamás le vi desgastarse, a diferencia de la mayoría de los muebles. Alcé la mirada, y a pesar de que llevaba dos meses en la casa, y la había visto, nunca le había prestado atención hasta ese momento, era una puerta inmensa de cuatro o cinco metros de alto, de madera gruesa, seguro que pesaría mucho. Nunca lo supe.

--¿A dónde lleva? –Pregunté mirando a Vincent, un chico de cabello pelirrojo y ojos castaños. Este se encontraba riéndose de mi percance.

--No lo sé, supongo que... 

--A la casa de Míster Monstruo –Dijo Ernesto llegando, había ido a buscar una escoba –¿De dónde creen que trae todas las cosas? Pues de algún lugar y ese debe ser su casa. --Cuando dijo eso, no me di cuenta que ese pensamiento suyo, era la prueba de que el se estaba cuestionando, estaba tratando de darle explicación a algo que deberíamos saber.... ¿De dónde sacaba las cosas Míster Monstruo? ¿De donde venía él?

Miré un rato más la enorme puerta, pensando en dicha casa, al cabo de un rato continué ayudándoles, hasta que al cabo de un rato, llegó Katherine y nos regañó a todos, indicándonos, que las cosas debían de quedarse como estaban, dijo que esas eran las reglas y que según ella si no estaba equivocada, eso era algo sencillo de seguir. Tuvimos que devolver los muebles a su lugar, mientras refunfuñábamos y torcíamos los ojos.




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