1. Jacinto
Jacinto es un hombre humilde, de unos 40 años. La vida ha sido dura con él.
Físico: Delgado, de rostro anguloso, con un bigote ralo que apenas le crece y una forma de caminar un poco desgarbada.
La Ropa: No usa el disfraz por gusto; sus pantalones le quedan grandes porque ha perdido peso por el hambre, y usa un lazo de mecate como cinturón porque no tiene para uno de cuero. Su camiseta vieja tiene agujeros.
Personalidad: Es serio, trabajador y un poco tímido. Le duele que no lo tomen en serio.
2. La Burla
En su barrio, la gente no ve su sufrimiento, solo ven la caricatura.
Cuando va a pedir trabajo de albañil o cargador, los capataces se ríen: "¡Órale, Cantinflas, aquí no queremos payasos, queremos hombres fuertes!".
Los niños lo siguen en la calle gritándole "¡Chato!" o "¡Ahí está el detalle!".
Jacinto odia el apodo. Él grita: "¡Soy Jacinto! ¡Tengo nombre!". Para él, parecerse a Cantinflas es una maldición que le impide ser respetado.
3. La Necesidad Extrema
La situación económica toca fondo.
Jacinto tiene una deuda impagable (quizás medicinas para su madre o una amenaza de desalojo).
Intenta vender lo poco que tiene, pero nadie compra.
Se mira en un espejo roto en su cuarto. Ve sus pantalones caídos (la "gabardina" es solo un saco viejo que encontró en la basura). Se da cuenta de que, sin intentarlo, ya está disfrazado. La pobreza lo ha convertido en el personaje.
4. La Transformación
Jacinto toma una decisión dolorosa. Decide dejar de pelear contra su apariencia y usarla.
Toma un trozo de carbón y se remarca el bigote.
Se coloca el sombrerito de fieltro aplastado que usaba su abuelo.
Sale a la plaza principal, pero no con la cabeza baja como siempre. Esta vez, adopta el "caminado" intencionalmente.
5. La Risa como Sustento
Jacinto empieza a "cantinflear" (hablar mucho sin decir nada) para ofrecer limpiar zapatos o vender chicles.
Al principio se siente humillado, pero luego sucede algo mágico: la gente se ríe, pero esta vez le dan monedas.
La burla se transforma en aplauso.
Jacinto cuenta el dinero al final del día. Puede comer. Entiende que, aunque el mundo no le dio oportunidades como Jacinto, le abrió las puertas como Cantinflas. Acepta su destino con una sonrisa melancólica, encendiendo un cigarrillo al estilo del personaje.