El capricho de Morfeo

002 I 96 horas

El papel blanco que descansaba en el escritorio de Nicoletta de su examen de medicina forense le provocaba que su pecho se inflase de aire para exhalarlo con lentitud por sus fosas nasales. Delineó con la yema de su dedo sobre la calificación que era casi perfecta.

Después de todo, las noches en vela tuvieron sus frutos.

Pia recargó su peso sobre sus codos encima de la mesa para lograr observar por encima del hombro de la pelirroja, movió un poco su melena alborotada para ver la calificación y abrió los ojos con emoción.

—Tal vez un día vaya a aceptar que me apoyes con esta materia, que estuve a nada de reprobar el examen —farfulló sobre su oído—. Me debes dar tus trucos, pero no estoy dispuesta a pasar toda la noche en vela estudiando, mi cerebro se satura y al final, olvida todo.

—Puedes ir a mi casa todos los días, lo único que necesito es ir a la cama para dormir —admitió, abriendo su boca tan grande para terminar bostezando, en un ágil movimiento cubrió con su mano.

El chasqueo de la lengua del profesor provocó que ella se colocase erguida inmediatamente una vez que terminó de repartir los exámenes, aunque eran contados los alumnos que les habían tenido una calificación reprobatoria.

El maestro mencionó las futuras actividades de la siguiente semana, dando autorización para que los alumnos pudieran retirarse a disfrutar un fin de semana con respecto a su materia.

Pia levantó rápido la mochila de Nicoletta junto con la de ella para estirarla de la muñeca, apresurándola a salir del aula. Acomodó los cabellos de su cola de caballo, soltando a su amiga para tomar de la mochila una botella de agua.

—¿Quieres? —ofreció ansiosa Pia, tendiéndole la botella cerca de sus labios.

Nicoletta sujetó la botella con la mano para llevársela a los labios.

—¿Quieres ir por un helado? Puedo marcarle a mi novio para que te llevemos a tu casa? —Sopló hacia arriba, intentando mover el flequillo que cubría sus delgadas cejas.

—No, la verdad es que solo tengo ganas de llegar a casa para dormir todo el día. —Suspiró profundamente, visualizándose a sí misma debajo de las sábanas, lista para dormir.

—Me dijiste que anoche ni siquiera pudiste dormir media hora.

—Sí, yo ya estaba cabeceando, pero cuando me acosté no pude dormir. Supongo que por lo nervios del examen...

—Llevas tres años estudiando medicina, y yo que sepa, jamás te había pasado esta situación. Ni en los exámenes de él antes... —declaró Pia con confusión, cerrando la botella de plástico.

—Sí, ya sé. A mí también se me hace raro, tal vez me vaya en camión para estar más cansada y llegar directo a la cama.

—No vaya a ser que te vayas a quedar dormida en medio del camino y te vayas a levantar en otra parte de la ciudad —mofó, alborotando su cabello—. Nos vemos el lunes, ¿te parece? —Se acercó un poco para depositar dos besos en cada uno de los mofletes, envolvió uno de sus dedos en su melena para marcharse—. A ver si un día me ánimo a teñirme el cabello como tú, ese siempre ha sido mi sueño frustrado.

Nicoletta fijo su vista en la figura de su amiga que poco a poco se hacía más pequeña. Ella se imaginó que seguramente iría con su novio a hacer algo, pues tenían poco tiempo de relación, y el amor entre ellos se respiraba a la perfección.

Caminó con tranquilidad hacia la estación de autobuses, se sentó en la banca de metal, buscando su celular para conectarlo hacia los audífonos y escuchar un poco de música. Para su fortuna, el camión no tardó mucho en detenerse en frente de ella. Hicieron fila para montarse, delante de ella iban un par de mujeres, así que cuando pasó su tarjeta tuvo suerte de ver un asiento vacío.

Tampoco es que le molestarse ir parada en el camión, ya que nada más esperaba como veinte minutos antes de llegar al edificio de apartamentos. Ella admiró durante todo el trayecto la bonita ciudad. Todos los días descubría cosas nuevas.

Al llegar cerca, se levantó del asiento para presionar el botón. El camión dejó de moverse y las puertas traseras fueron abiertas para bajarse. Caminó por unas cuadras antes de entrar al edificio y presionar el botón del ascensor en el quinto piso mientras buscaba las llaves en el interior de su mochila.

Arrastró sus pies por el piso hasta llegar al frente de la puerta, al momento de abrirla, todo estaba en completo orden. Así que supuso que Stella no debería de estar, aunque seguro había algo de comida en el refrigerador. Descolgó la mochila de su hombro, arrojándola al amplio sillón gris que estaba al centro. El lugar tenía un concepto abierto, así que se podía ver la cocina, la sala y el comedor. Lo único que tenían privado era un baño y las dos habitaciones.

La pelirroja jalo la puerta con desesperación en busca de algo de comida. Encontró un recipiente de plástico verde. Lo sacó para servir un poco del guisado que estaba en el interior, lo dejó en el microondas para que lo calentase.

Se sentó en el comedor cuadrado de madera rustica con el plato en frente, recargó sus codos sobre el borde de la mesa, sintiendo sus ojos con pesadez. Pero, disfrutando de la comida. Fregó los platos que utilizó antes de ir a su habitación, deshacerse de sus tenis y sustituir los jeans de denim por un short antes de acostarse sobre la cama.

Estaba bocarriba, observando la oscuridad, pues había colocado una cortina gruesa y oscura para evitar que la luz se filtrarse. Apretó las sábanas con las manos hasta cubrir justo debajo de la barbilla. Los minutos seguían transcurriendo y ella seguía sin conciliar el sueño.

Se removió con incomodidad, recargando su cabeza sobre la almohada, después la colocó sobre la cabeza. Empezó a nombrar los huesos del cuerpo humano para intentar volver a dormirse. Pero, nada, seguía sin poder dormir.

Le parecía extraño, porque su cuerpo necesitaba dormir. A lo largo de sus veintidós años jamás le había sucedido aquella situación, siempre había logrado dormir.



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En el texto hay: castigo, dioses, medicina

Editado: 08.10.2023

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