Soltó un profundo suspiro, sintiendo como un tórrido sol incomodaba sus ojos. Ella gimió con frustración, recargándose hacia un lado e intentar obstruir aquella luz. Sin embargo, escuchó un extraño graznido, por lo que no logró identificar el animal. Su cuerpo se paralizó cuando sintió dos grandes patas sobre la curva de su abdomen y en su cadera.
—¿Por qué el animal es tan grande? —musitó aterrada en voz baja, tratando de no alterar al animal.
Esperen un momento... ¿Por qué si quiera había una animal dentro de su habitación?
Alarmada, abre los ojos de par en par para comprobar que no estaba en su cuarto. Dentro de su panorama se encontraba árboles frondosos y exuberantes, sus pupilas se dilataron, porque no alcanzaba a ver el final de ellos. Intentó mirar por encima de su hombro para ver el animal, pero ella misma se obstruía.
¿Qué es lo que debía de hacer? ¿Fingir que estaba muerta hasta que el animal se fuera? ¿Y si nunca se iba? ¿Dónde demonios se encontraba? ¿Por qué estaba en un bosque? ¿O estaba soñando?
Se inundó de preguntas que no podían ser respondida en ese momento, así que mordió el interior de su mejilla para ahogar un grito.
¿Y si esa ave no se iba por ningún motivo?
Dedujo gracias la forma de sus patas, que estaban bien formadas como las de un gallo, ¿un gallo estaba encima de ella?
Se sacudió sutilmente para intentar ahuyentarlo, aunque sentía que se estaba muriendo del miedo, era como si una ráfaga de viento helado la estuviese recorriendo por completo que le erizaba la piel.
El animal extraño proyectaba una sombra bastante grande, y fue en ese en el que fue consciente del peso del animal ¿Sería una avestruz? Le parecía irracional, porque ese no era el hábitat típico de ese tipo de animales. En su vida había visto un animal así en el bosque ¿O habría excepciones?
Estaba sintiendo que le estaba aplastando las costillas y el aire le faltaba en los pulmones. Así que se sacudió con más fuerza, porque necesitaba tomar un bocado de aire.
El ave graznó con fuerza como advertencia, extendiendo sus gigantes alas para salir volando. Rápidamente, Nicoletta se levantó, apoyando su peso en un brazo, viendo como esa ave se alejaba. Lo cálido de su piel se evaporó ¿Desde cuándo existía un ave con cuerpo de flamenco, pero con cabeza de un dragón con sus alas llenas de plumas?
Horrorizada se fregó los ojos con fuerza, tal vez estaba alucinando, y lo que veía era una mala jugada de su mente. Se impulsó con ayuda de la palma de sus manos para levantarse, sacudió la parte trasera de sus pantalones, y nuevamente observó el cielo que se encontraba entre un naranja hasta llegar a un azul. Por lo que ni siquiera podía imaginar un aproximado de la hora.
Todo se volvió más bizarro cuando lo que parecía ser un canguro, a excepción de su cabeza que era la de un gato aulló. Volvió a estar aterrorizada, por lo que intentó esconderse justo detrás de un arbusto por el pavor.
¿Es que acaso se encontraba en una zona radioactiva y experimentaban con animales mutantes?
Su pulso aceleró e inmediatamente empezó a sudar frío, estaba en una espantosa pesadilla.
Estiró un poco la cabeza sobre el arbusto, apoyándose de sus rodillas que estaban dobladas tocando el suelo para tener una mejor percepción. Aunque parecía que aquel extraño animal le tuvo pavor con su sola presencia. Nuevamente se levantó, observando cada detalle de su alrededor.
Se veía un bosque sin fondo hacia al frente mientras del otro lado estaba un acantilado que se veía infinito ¿Dónde estaba y por qué estaba ahí?
Rascó detrás de su nuca, intentando escarbar en sus recuerdos alguna respuesta. Lo último que recordaba era que había llamado a Gitana en busca de una respuesta, después de eso había dejado de estar lúcida.
¿Es que Stella había tenido razón y las habían secuestrado?
Metió las manos dentro de los bolsillos del frente, sintió una hoja arrugada dentro del pantalón. De repente se sintió en una de esas series que alguna vez vio sobre el secuestro de personas que son jugadores en un juego, y la regla es sencilla: juegas o mueres.
Aunque al final, también morías.
Ella seguía escudriñando todo el lugar, con manos temblorosas desarrugó el papel, una tinta negra había enmarcado algunas palabras, aclaró su garganta para empezar a leer en un susurro.
—¡Hola, Nicoletta! Sé que lo más probable es que estés confundida, con miedo por no saber dónde estás. Te voy a explicar que tu alma ha entrado al mundo del sueño, como te había dicho; Morfeo te ha robado el sueño. El reloj de arena que tienes en la muñeca marcan unos días, es decir, el tiempo que tienes para conseguir que te devuelva lo que es tuyo. Antes de caer el último grano, deberás romperlo para abrir un portal entre tu cuerpo y el sueño para regresar al mundo. —Posó una de sus manos en la cadera, tomando un bocado de aire.
—Por cierto, deberás de cruzar el bosque en línea recta hasta llegar al castillo. Tendrás que ser precavida, porque el bosque te conoce tan bien que intentará hacer que te quedes por más tiempo, así que huye de las tentaciones, porque si no regresas antes del tiempo, te quedarás atrapada allá. —Bufó, echando la cabeza para atrás.
Estaba en una pesadilla, ya había concluido aquello. Pero, ¿cuándo iba a terminar?
El inicio de bosque lucía tétrico, aunque las primeras hilera de árboles no. Arrastró sus pies hacia el árbol verde que estaba en frente de ella, recargó su pecho sobre el tronco, para observar como el interior empezaba a oscurecerse con forme a la profundidad o al menos eso era lo que percibía.
Su instinto la obligó a mirar hacia arriba, encontrándose lo que parecía normal: una esponjosa ardilla color café. Era diminuta y parecía inofensiva, aunque se sorprendió que con su presencia no saliese huyendo, aunque no lo podía culpar; el interior se veía espantoso.