Un palo de madera estaba insertándose en sus costillas, por lo que la pelirroja abrió solo un ojo. Sintió un peso extra sobre su cama, pero no la estaban asfixiando. Giró la cabeza hasta que los ojos marrones de su mejor amiga, su boca medio abierta, su rostro era pálido y su mano temblaba.
Stella hacía extraños ademanes con su mano libre, apuntando al hombre que estaba acostado del otro lado de la cama ¿Quién era él? ¿Cómo es que entró a la casa? ¿Y a la habitación? ¿Es que Nicoletta no era capaz de sentir que alguien enseguida de ella?
—Hay un hombre ahí. —Gesticula con lentitud y sin elevar la voz, volviendo a señalar del otro lado de la cama.
Nicoletta parpadeó, frotándose con los puños de la mano. La rubia ladeó la cabeza, con confusión. Su piel estaba erizada, y la pelirroja no se movía. Mientras que la otra chica continuaba confundida, dándose cuenta de que tal vez todo lo que vivió fue real y no era esquizofrénica, debido a que Stella también podía verlo que ella:
Morfeo dormido en su cama.
La pelirroja estiró las piernas con cautela, tratando de no alterar más a su mejor amiga. Colocó su dedo índice sobre susraste? —musitó en voz baja, soltándola.
—¿Estás tonta? Los días sin dormir realmente te han afectado. Es cuestión de prioridades, me era más importante sacarte de esa habitación, que sea guapo no le quita lo peligroso que podría ser —explicó, aferrándose a la escoba, como si su vida dependiera de aquello.
Stella estaba sacando el celular del bolsillo de su pantalón, intentando empujar a su amiga hacia la salida, poniéndose a salvo.
—No, no, no. Está bien. —Nicoletta replicó, girándose sobre sus propios talones para estar en frente de la rubia—. Él no es un peligro —mintió, mordiéndose el labio inferior.
Después de todo, él había sido quien le robó el sueño y solo se lo devolvió porque su pellejo estaba en peligro.
—Es un amigo —esclareció, forzando una sonrisa.
Stella colocó una de sus manos en el cuello de la camisa, tirando en su dirección, alcanzando a posar sus ojos sobre la estudiante de medicina, como existía una diferencia de altura, solo así la más pequeña podía intimidar.
—¿Cómo se llama? —interrogó Stella, sin parpadear.
—Mor...
Nadie se llama Morfeo en la vida, ¿verdad?
—Mirko —improvisó, mordiendo el interior de su mejilla, fue el primer nombre que cruzó por su mente.
—Mirko —repitió Stella no muy convencida, pues nunca había escuchado ese nombre de Nicoletta, cruzó los brazos sobre su pecho— ¿Y quién ese ese "Mirko"? Soy tu amiga, sea quien sea, tu novio, amante, lo que sea, está bien, pero no debes de meterlo, así como así, casi me da un paro. Yo bien preocupada por ti —regañó, relajando sus extremidades hacia su cadera.
—¡No, no, no, no, no! —refutó, moviendo las manos y la cabeza a modo de negación con frenesí—. Él es un viejo, viejo, viejo amigo. Había perdido contacto con él, y anoche me llamó.
Le iba a crecer la nariz como a Pinocho por tantas mentiras que estaba diciendo.
—¿Y por qué nunca oí de él?
—Es que... —balbuceó, ladeando la cabeza—. Como perdimos contacto, pues lo olvidé...
—¿Y cómo es que volvieron a contactarse?
—Ya ves, las redes sociales son una maravilla. —Se encogió de hombros, intentando mostrarse natural—. Me dijo que iba a llegar en un par de días y que se iba a quedar en un hotel, pero quería tomarme por sorpresa.
—¿Cuándo perdieron contacto?
—Como después del kínder, éramos niños y perdimos todo contacto.
—Te creo, Nicoletta. De igual manera, creo que debería de quedarse en el sillón, se hace cama —ordenó, con su semblante serio—. Esta noche se va a quedar ahí, me parece inapropiado que esté durmiendo en tu cama, Nicoletta.
—Dijiste dos veces mi nombre, y parece que lo hacías molesta —refunfuñó Nicoletta, arrugando la nariz.
—¿Por qué están cuchicheando tanto? Puedo oírlas, ni susurrar saben hacerlo, estúpidos humanos —dijo el gran dios durmiente, con voz ronca y saliendo de la habitación.
¿Stella escuchó bien o le dijo estúpida?
—Primero se saluda, ¿es que no te han enseñado modales? —inquirió la rubia, recargando su peso sobre un lado.
Sus ojos marrones se posaron sobre las marcas de los brazos, que por un momento se preguntó si eran tatuajes o cicatrices, pero parecían dibujadas, que estaba segura de que era más un tatuaje.
—Me voy despertando, ¿no lo ves? —replicó con obviedad, dirigiéndose hacia el refrigerador.
Stella detestaba a los maleducados, y más si estaban en casa de ella. Una pequeña bestia despertó en su ser, por lo que dos zancadas fue hacia la cocina, cerrando la puerta del refrigerador, estando enfrente de Morfeo con los brazos cruzados y una mirada amenazante.
—Que seas amigo de Nicoletta no voy a permitir que hagas lo que quieras en mi casa —enfatizó las últimas dos palabras.
—¿Y a ti quién te dijo que soy amigo...? —resopló, retrocediendo un paso.
Nicoletta se colocó a un lado de la deidad, intentando retener sus tontos delirios de grandeza.
—¿En serio tienes amigos como... él? —Stella se dirigió hacia la pelirroja, después de haber barrido con los ojos al intruso.
—Es complicado, Stella. No creerías si te lo contase... —irrumpió Nicoletta, soltando un suspiro con cansancio—. Pero, confía en mí.
—Hasta su presencia es pesada, Nico ¿Estás segura de que es tu amigo? Que dime si te tiene amenazada, y lo resolvemos. —Stella estiró su brazo a un lado del refrigerador, donde se encontraba el trapeador.
—¿Tú tienes alguna idea de a quién le estás hablando? —bufó Morfeo, echando la cabeza para atrás—. Soy Morfeo, el dios del sueño —presentó con arrogancia, una media sonrisa se esbozó sobre sus labios.
Definitivamente la persona que tenía enfrente tenía algún desorden mental.
—¿Qué? —inquirió, pasmada.