El capricho de Morfeo

016 I Morfeo borracho

Nicoletta arremangó su bata blanca hasta el codo, se sentía un poco acalorada. Ni siquiera la coleta de caballo en alto que se hizo se lo quitaba. Era su segunda guardia en el hospital, y siempre había personas en todas las ramas, que unas venían a hacerse un examen de sangre, otras al dentista. Ella estaba por lo regular en la enfermería, como una urgencia, ya que, por el protocolo, todavía no tenía permiso de consultar a la gente sin un médico presente, que esté al pendiente de sus acciones.

Tenía tareas sencillas, como aplicar inyecciones, tomar muestras de sangre, realizar curaciones a las personas si es que tenían alguna herida que no se debía cerrar.

—Nico, ya casi se acaba nuestro turno. —Chasqueó la lengua Alonzo, su compañero de otro semestre.

Alonzo y ella no habían tenido la oportunidad de convivir durante toda la carrera, pero ahora era distinto. Era un chico un poco más bajo, con una tez morena, con cabello oscuro, ojos grandes y negros, como una nariz ancha y labios gruesos.

—Lo sé, estoy muerta, pero me encanta —admitió Nicoletta, relajando sus hombros.

—A mi también, no puedo estar más de acuerdo contigo —replicó con una voz profunda y ronca, debajo de sus ojos poseían unas ojeras profundas y oscuras, de igual manera, era un estudiante promedio que se esforzaba día a día.

—¿Ya terminaste la investigación del profesor Niotere? —inquirió con curiosidad, sacándose la bata, y guardándola en la mochila.

—Todavía me faltan unos puntos, y la conclusión. —Soltó un suspiro, echando sus hombros hacia delante con pereza— ¿Tú ya lo has terminado?

—Sí, yo ya. Nada más, acuérdate que es para mañana a la segunda hora, es que todavía falta tomar el camión y así.

Nicoletta se cacheteó mentalmente, no se acordaba que era para mañana. Pía le pasó todos los pendientes, pero gracias a su desorganización, parecía que no tenía fin.

—Te pusiste pálida, ¿no te dijeron? —preguntó Alonzo con preocupación, apoyando el codo derecho sobre la palma de la mano izquierda.

—No, no es eso, es que no me organicé en el tiempo, y confundí las fechas, ya había terminado otro trabajo de otra materia, igual te mereces el cielo por preguntar —explicó sin emoción, dejando caer el peso sobre la silla.

—Esas cosas suceden, supe que estuviste internada...

—Sí... No quería aplazar mis faltas, porque todo se me está acumulando —contestó, mordiendo el interior de su mejilla.

Las mentiras era un juego muy peligroso que la podían derrumbar, por eso prefería evitarla.

—Me tienes a mí, por si necesitas cualquier cosa y te pueda echar la mano.

—Muchas gracias, Alonzo, pero no es mucho. Igual debo terminarlo hoy, porque ya no tengo tiempo.

Alonzo curvó la comisura de sus labios en una sonrisa sin mostrar su dentadura perfecta, saliendo del cuarto de consultorio, porque su turno se había terminado. Entre los dos turnos existía una diferencia de media hora.

Nicoletta jugueteaba con un bolígrafo rojo que estaba sobre el escritorio, esperando a que se terminara el turno, su mente divagaba cosas al azar hasta que impactó el rostro de Morfeo.

No sabía cuánto tiempo él estaría con ellos, pero estaba segura de que Stella le gustaría dividir los gastos entre los tres, ya que sería injusto estar pagando la mitad cuando había un intruso entre ellas. , si le daba el dinero que sus padres le mandaban, sería insuficiente para sus propios necesidades.

Tal vez Morfeo necesitaba conseguir un trabajo para poder mantenerse durante su tiempo en la tierra.

Unos nudillos golpearon la puerta, una compañera de la carrera estaba ahí, dando por finalizado que Nicoletta podía ir a casa, y terminar sus pendientes escolares. Saludó a la chica antes de retirarse.

El transcurso hacia su apartamento, todo estuvo tranquilo, a veces sentía que estaba perdiendo la conciencia cuando su cabeza golpeaba el cristal del autobús.

Arrastró sus pies hasta llegar al elevador, saludando a las personas que también vivían ahí, aunque no tuviese ánimo.Una vez en su  piso, se detuvo enfrente de la puerta de madera, donde acercó su mano, girando el pomo y empujándola.

Stella estaba limpiando la sala con los audífonos puestos a todo volumen de la canción, debido a que la pelirroja alcanzaba a oír un poco. Levantó un cojín, lanzándolo hacia su mejor amiga, que gracias al impacto de su cabeza, tomó la escoba como una espada, lista para defenderse, aunque se relaje al instante en que se da cuenta quién era.

—Te he dicho que no pongas la música tan alto, te vas a terminar reventando el tímpano —reprendió Nico, torciendo los labios en una mueca.

—Sí, mamá, lo que tu digas —mofó Stella, rodando los ojos, y desconectando su celular— ¿Cómo te fue en tu guardia?

—Bien, bien, revisión, y otras cosas. Son cosas totalmente distintas de lo que uno aprende de manera teórica ya en el trabajo. Creo que de las cosas más complicadas son las personas, tienen un humor muy errático, sobre todo cuando se trata pacientes niños, se les nubla la cabeza a los padres, y actúan con desesperación. —Levantó las manos, estirándose y tronándose algunos huesos, sintiendo como liberaba un poco de tensión.

—Pero, ahora tengo que terminar un trabajo que debe enviarse a más tardar, mañana a las diez de la mañana, hay varias cosas, y la corrección... —explicó con rapidez, su lengua se enredó entre sus dientes.

—Tranquila, ¿cenaste algo? ¿Quieres que te caliente? —inquirió al ver como su amiga sacudía la cabeza.

—¿Dónde está Morfeo? —infló sus pulmones de aire.

—Me parece que está en tu habitación, no estoy segura. Pero mejor vete a dar una ducha que hueles a medicamento. —Stella ordenó, arrugando su nariz, apretándola con su mano.

—Bien, lo que tu digas —abucheó, caminando hacia su habitación.

Dentro del cuarto se encontraba un dios extendido sobre una cama deshecha, su cabello estaba alborotado y parecía que había dormido todo el día, que al momento en que la mortal encendió las luces, él gruñó como un animal.



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En el texto hay: castigo, dioses, medicina

Editado: 08.10.2023

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