Nicoletta gimoteó, estirándose en la cama de Stella, hoy era un día de relajación, lo cual era una necesidad. Pues equilibrar la universidad con el hospital estaba siendo un arduo trabajo.
Sin ganas de levantarse de la cama, se sentó en el borde en busca de unas sandalias y saliendo de la habitación para ir al baño y lavarse la cara.
—¿Cómo ha dormido la bella durmiente? —inquirió Stella apresurada, mirando algunas aplicaciones dentro de su laptop que estaba sobre la mesa—. Ahí deje un poco de huevo por si quieres. —Señaló la estufa con el dedo, arrugando el entrecejo y volviendo a prestar atención a la pantalla.
—Gracias. —Nicoletta arrastró sus pies hasta llegar a la estufa, donde tomó un plato y sirvió su desayuno— ¿Por qué te siento tan apresurada? —resopló, tomando asiento a un lado.
—Es que me he atrasado con los proyectos de la universidad, y termino este o tengo que ir al Lago Martignano, donde debo de grabar el atardecer, pero la niña no se organizó como debía. —Mordió el labio inferior con frustración, dejando caer sus hombros hacia al frente.
—¿Qué es lo que tienes que hacer? Te puedo ayudar en lo que necesites —ofreció la pelirroja, cubriendo su boca con la mano, ya que aún estaba masticando.
—De hecho, estaba esperando a que te ofrecieras. —Soltó un profundo suspiro que relajó todos sus hombros—. Le he pedido a Enzo que te llevará, ¿puedes ir, por favor?
Nicoletta río, debido a que Stella ya estaba segura que la iba a ayudar, aunque tampoco podía negarse, pues la rubia le ayudó en muchas ocasiones.
—¿A qué hora va a venir? Para arreglarme, ¿debo de tomarla con mi celular o con alguna cámara?
—Con una cámara especial y con un soporte para que no haya temblor de mano. Solo debes de ponerla en un ángulo bien y ya está, ahorita te digo cómo se acomoda para que lo hagas, igual puedes ir ahorita a arreglarte, para que yo termine de arreglar esto. Enzo no tarda más de una hora en venir, está muy desesperado, porque no le has respondido los mensajes —explicó Stella, sacudiendo la mano.
Nicoletta se limpió los labios con una servilleta, levantando el plato de la mesa y dejándolo en el fregadero. Fue a su habitación, la gran deidad estaba profundamente dormida en su cama, y ya no había problema, debido a que aportaba con dinero a la casa. El estirar el cajón de sus pantalones de mezclilla hizo que Morfeo abriera un ojo.
—¿Por qué no sacas la ropa en la noche? —reprochó con odio Morfeo, tomando otra almohada y colocándola sobre su cabeza.
—Lo último que pienso cuando llego del hospital y de la universidad es ver qué es lo que voy a usar el día que viene —aseveró, sacudiendo la cabeza y buscando una blusa con pequeños detalles en la zona del pecho, al final sacó una cazadora de mezclilla color verde militar, debido a que en la noche refrescaba.
De igual manera, tomó su bolsa de maquillaje y salió del cuarto, cerrando la puerta tras ella. Otra vez agarró asiento a un lado de su amiga, maquillándose con sutilidad a la vez que la rubia le explicaba paso por paso qué es lo que debía de hacer para realizar las tomas que necesitaba.
Al terminar, Nicoletta fue al baño para cambiarse la ropa, mojó un poco su cabello, cepillándolo y atándolo en una cola de caballo en alto, dejando algunos pequeños mechones alrededor del rostro. Una vez que estuvo lista, salió del cuarto, en el preciso momento en que alguien tocó la puerta, así que fue directo a abrirla, del otro lado se encontraba su amigo que sin esperar un segundo más, la estrechó con fuerza entre sus brazos.
—Me dejas sin... aire —balbuceó, sin ser capaz de devolverle el abrazo, ya que la mitad de sus brazos estaban pegados a su torso.
Enzo un poco burlón se alejó de ella, y golpeó suavemente su hombro con el puño, a modo de reproche.
—¿Cómo has estado? La única información que tengo es por parte de Stella —aseguró, rascando detrás de su nuca.
—Estresada, es que no tengo mucho tiempo para el celular, lo lamento. Pero, hoy vamos a estar todo el día juntos, no hay nada de qué preocuparse —prometió la chica, dibujando una sonrisa en su rostro.
—Perfecto, entonces pueden ir hasta allá, que es como cuarenta minutos de camino, y de aquí a que preparan todo el equipo, justo a tiempo para que sean capaces de capturar el magnífico momento del atardecer —irrumpió Stella, de su mano estaba colgando la mochila preparada—. Si tienen duda con la instalación, no duden en llamarme, de igual manera puedo tener un control desde mi computadora, realmente si no fuese urgente, no les pediría este favor. —Mordió su labio inferior, intercalando las miradas entre sus amigos.
—No tiene que preocuparte, porque para eso estamos las amigas, igual esto no es nada a cambio de lo que tú has hecho por mí. —Nicoletta tomó la mochila, colgándola sobre sus hombros y pellizcando la mejilla de su amiga.
—Bueno, Stella, nos vamos, en todo lo que necesitas, estamos en contacto por el celular —apresuró Enzo con desesperación, tomando la mano de su amiga y tirando de ella hacia la salida.
Los dos salieron del edificio, y justo en frente estaba su motocicleta, le dio el casco gris a ella, no ocupó ayuda para aprovecharlo, aunque Enzo se moría por ayudarle. Él cruzó la pierna por encima de la moto, la pelirroja imitó su acción un poco después, rodeó el pecho de su amigo con los brazos, aferrándose al entrelazar sus manos.
—Sujétate con fuerza —pidió él, en un grito, pues el motor estaba haciendo ruido.
Antes que la chica a bordo pudiera responder, él había arrancado. El aire golpeaba en el rostro de ella que mantenía los ojos abiertos, apreciando lo hermoso que es la ciudad de Roma, no conoce tanto cada calle, por falta de tiempo, y al ser foránea le encantaría hacerlo, por lo que ese trabajo en realidad la estaba ayudando más.
Por otra parte, Enzo conocía a la perfección la ciudad, debido a que siempre había vivido ahí, y eso hace que se logre mover entre los autos con una agilidad fascinante. Y Nicoletta no sentía que se iba a caer cada vez que él ladeaba un poco más que si estiraba su brazo, podría tocar el suelo.