El capricho de Morfeo

029 l La denuncia

Nicoletta posó sus ojos sobre la bruja, sintiendo ela intensidad de Morfeo. Él estaba confundido, sus sentimientos estaban descontrolados, pues los del  del dios de ojos azules se instalan en su pecho, y por más que observaba a la humana, ella no era su humana.

Ahora se encontraban de vuelta en su época, usando las mismas ropas cómodas, en un cielo nocturno. Estaban caminando en círculos de la calle del hospital de la estudiante donde hacía sus prácticas, parecía que no se habían movido del lugar antes de despertar en el otro tiempo. Ella se olvidó por completo del acoso sexual que sufrió, pero los cobardes huyeron.

—¿Qué es lo que pasó después? —preguntó Nicoletta carraspeando la garganta con un poco de incomodidad, caminando del otro lado de la mujer para que ella estuviera en el medio de los tres—. Después de que derribaron a Morfeo.

—Pues los dioses se lo llevaron a su castillo para que descansara, igual que a mí. Luego de eso, el Olimpo se encargó de limpiar la memoria de los reinos, nunca existió el que Morfeo destruyó, así como las personas de la aldea. Fue como nunca hubieran existido. —Soltó un suspiro profundo, arrugando su nariz ancha—. Tú... Tú no querías reencarnar, habías quedado tan herida con tu pasado, que estabas muy feliz en la paz eterna.

Nicoletta frunció el entrecejo con confusión, mordió el interior de su mejilla y la gran bruja se percató de ello.

—Tuve que enseñarte que el mundo ya no era tan cruel como antes, y tuve que prometer que está vez no ibas a morir quemada —culminó la bruja.

—¿Y ahora? ¿Qué se supone que debe de seguir?¿Por qué nos has mostrado esto a nosotros? —preguntó Nicoletta, pues no sabía en qué le podría agregar el hecho de conocer su trágica historia del pasado.

—Bueno, pues el Olimpo y yo pensamos que Morfeo podría dejar de odiar a los humanos sin alguna razón, porque podría verte que eres una persona con metas y está cumpliendo sueños que se le impidieron antes —explicó la bruja, haciendo extraños ademanes con las manos—. Aunque parece que los sentimientos del pasado y los de ahora están un poco confundidos, entonces no sé también estoy como en el limbo.

—Supongo que Morfeo podría irse a su castillo, y ya no se quedaría en mi casa, ¿verdad?

—No, corazón. Que le hayamos mostrado su pasado no significa que se le haya removido su castigo. Todavía tiene cosas que aprender —respondió con sutileza.

—Pero, pero... Es que eso no es mi responsabilidad, yo quiero regresar a la normalidad.

—Lo normal es aburrido, cariño. —Guiñó su ojo con picardía, girando sobre sus propios talones, dando largos pasos antes de desaparecer.

—Creo que hemos quedado solos —musitó la deidad, sin saber qué decir, solo quería tener todo en orden—. Tal vez debemos de ir a casa, Elv... Nicoletta.

La pelirroja bufó, dando un paso hacia delante, colocando sus manos sobre los hombros de Morfeo, apretándolos con firmeza, pues él debía de entender que ella no era Elvira, no más.

—Debes de entender que no me puedes decir Elvira, porque ese no es mi nombre. Quizás fue mi pasado, pero no define la persona que soy ahora, así que no esperes que ella viva en mí, porque nunca lo será, y debes aprender a vivir con ello.

Morfeo sentía como si alguien estuviera sujetando su corazón y lo estaba apretando con fuerza, pues le dolía. De igual manera seguía resentido con la humanidad por haberle arrebatado de la peor forma lo que él alguna vez amó con pasión.

Pero su tacto sobre su cuerpo se sentía tan dulce.

—Sí, Nicoletta. Solo que por el momento estoy procesando la información todavía. Entender mi odio hacia los humanos era más complejo de lo que imaginaba, pero, aunque lo intenté, ya no puedo odiarte.

La humana retiró sus manos de los hombros, iniciando una caminata hacia la parada de autobús. No pasó mucho tiempo para que pasara, ella pagó los pases, sacando dinero de su mochila, luego buscó unos lugares libres al dar unos pasos por el estrecho pasillo. Tomó uno al lado de una mujer que estaba escuchando música con los audífonos. La deidad había entendido que también ella necesitaba su espacio para reflexionar sobre los hechos.

La trayectoria hacia el apartamento de Nicoletta le parecía una eternidad, ella lo veía de vez en cuando por el reflejo de la ventana. En su mente hacía eco las últimas palabras: ya no la podía odiar. Carraspeó su garganta antes de bajar, atrayendo la atención del dios, quien siguió sus pasos.

Ella se adelantó, y él respetó su espacio. Sus ojos estaban fijos en su espalda, pero sintió la tensión cuando los dos quedaron en el elevador, solos. La música de ambiente era incómoda, y este parecía subir con lentitud. La humana golpeaba el piso con ritmo, cruzando los brazos sobre su pecho, intentando no darle una mirada a la deidad, ya que sabía que no dejaba de mirarla.

La puerta se deslizó en su piso, así que ambos salieron caminando hasta la entrada. Nicoletta sacó las llaves de su mochila, introduciéndolas y girando el pomo. Arrojó sus pertenencias en el sillón antes de ir al cuarto de Stella, quien entreabrió los ojos al escuchar ruidos.

—Ya estás aquí, Nico. Perdón que no te haya esperado, es que me enteré de que tu extraño amigo iba a ir por ti —dijo en una voz ronca, girando de lado de la cama—. Si quieres dormir aquí, ahí hay un espacio.

—Gracias, hoy tuve un día muy largo —comentó antes que Stella cayera en un profundo sueño.

Nicoletta se deshizo de sus pantalones, su sujetador, y se arrojó del otro lado de la cama para caer en un profundo sueño tan pronto su cara tocó la almohada. Por otra parte, Morfeo se quedó quieto hasta descifrar que ella le dejó su habitación, al cual se adentró al cuarto. Se quitó los jeans de mezclilla junto con la camisa, aventándose al colchón. Sin poder dormir, él observaba el techo blanco de la pieza, tiró de las sábanas, cubriendo su cuerpo. Los sentimientos del Morfeo anterior seguían despiertos, pues todavía no entendía que Elvira se había marchado.



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En el texto hay: castigo, dioses, medicina

Editado: 08.10.2023

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