El capricho de Morfeo

035 l Final; parte uno

Stella tenía puesta una mirada acusadora sobre Nicoletta, quien trataba de esquivar al tomar agua de un vaso, tratando de ignorar a su amiga. La rubia presionar unas teclas de su computadora, pero no le prestaba atención.

—¿Por qué me estás mirando así? Debes de fijarte en tu documento, tal vez vas a escribir algo mal —dijo temerosa cuando el agua se agotó, limpió la comisura de los labios.

—Morfeo ya no está cascarrabias, o bueno, no mucho. Tú ya no estás tan estresada, por lo que he concluido que te lo estás comiendo —analizó con una sonrisa burlona en los labios.

Nicoletta abrió los ojos de par en par con sorpresa, inclinándose hacia delante y tratando de colocar las manos sobre los labios de su amiga.

—¿Qué? ¿Ahora eres muy púdica? —mofó la rubia, luego de haber mordido la palma de la mano—. No tiene nada de malo coger, es una necesidad de primera en los seres humanos, así muy importante como tomar agua o comer. Además, ya tenías como un año que no lo hacías.

—¿Hacer qué? —preguntó la deidad, que acababa de llegar de la tienda y solo logró escuchar la última parte de la oración.

—Hacer cosas de primera necesidad, como dice Abraham Maslow —replicó Stella con sutileza.

Morfeo supuso que estaban hablando sobre algún proyecto de la chica, por lo que optó no prestarle atención. Él se dio unos pasos hasta llegar a la mesa, justo detrás de su humana, apretando sus hombros como masaje. Ella disfrutó el tacto y se permitió cerrar los ojos por unos instantes.

—Después de Nicoletta voy yo, que hoy tuve una sesión de fotos e hice unas posiciones raras para capturar el mejor ángulo.

—¿Me viste con cara de que hago masaje o qué? ¡Consíguete a alguien que te masajee! —reprochó él, haciendo un mohín con los labios.

—Sí quiero, ¿en tu elenco de teatro que dices que eres Morfeo no hay un Cupido que me fleche a una chica más alta que yo con unas nalgotas? —bromeó ella, negando con la cabeza.

—De hecho, le dio la loquera y ya no usa flechas, ahora usa unos cupones —respondió él, frunciendo el entrecejo—. Ese ser es raro.

—¿En serio hay alguien que sea Cupido?

—Había —corrigió él al darse cuenta de su error—. Creo que se va a hacer otra obra.

—Cuando sea tu primera función, yo quiero ir en primera fila.

—Hecho —mintió él, notando como su mortal tenía la respiración relajada y no comentaba ni una palabra.

—Ya se durmió, tuvo mucho trabajo en la guardia y una exposición en la facultad.

—Bueno, la voy a acostar —afirmó él, pasando la mano izquierdo por encima de su cuello y recargando la cabeza sobre un hombro en lo que se agachaba para pasar su otro brazo por debajo de las rodillas.

—La muy idiota se ha quedado dormido con la ropa, déjame ayudarte a cambiarla —Stella jugó con sus palabras, en busca de la respuesta que ella quería saber.

—No te preocupes, yo puedo cambiarla. Al cabo no tiene nada de lo que yo no conozca.

—¿Y cómo es eso? ¿Te la estás follando?

Morfeo puso los ojos en blanco y se apresuró en ir a la habitación de Nicoletta, empujando la puerta con la pierna, sin saber que le había dado la respuesta a una Stella curiosa.

Dejó a su pelirroja sobre la cama con delicadeza y le retiró los tenis. La empujó hacia arriba hasta que su cabeza tocó la almohada. Ella ya no llevaba rastros de maquillaje, pues es lo primero que se quita cuando llega a casa. Él admiró su belleza por unos momentos más, conteniendo la respiración para no molestarla, sin poder resistirse, él delineó cada facción con la yema de los dedos, sonriendo.

Nicoletta sintió su caricia y entreabrió los ojos, sonriendo somnolienta y arrugando la nariz.

—Hola otra vez —susurró con voz ronca.

—Hola, cerecita —musitó más bajo—. Debes cambiarte para dormir mejor, ¿o quieres con jeans?

—Desnúdame —pidió, desabotonando su pantalón—. Por fi —imploró con voz aguda.

Morfeo la seguía viendo con ternura, por lo que la ayudó, pasando sus manos por el largo de su pierna, llegando al final, donde empezó a tirar de ellos hasta que sus piernas quedaron descubiertas, ella se giró mostrándole la espalda, el broche era un poco molesto para ella.

Y él entendió a la perfección su señal, por lo que sus manos se deslizaron por debajo de su camisa hasta llegar al molestoso broche, subiendo su mano, llegando a los tirantes y bajándolos por los hombros. Depositó un beso húmedo en su hombro, tumbándose a un lado de Nicoletta.

Ella giró su cuerpo, quedando cara a cara, inclinándose para darle cortos besos antes de llegar a sus labios, devorándolos con desesperación, hambrienta. Sacó su lengua, pidiendo a él que abriera su boca para que sus lenguas danzaron en una maravillosa melodía.

—Sabes la menta —masculló él con una sonrisa cuando su humana retrocedió unos centímetros.

—Es que me cepillé los dientes —respondió, estallando en una carcajada—. Tú sabes a hierbabuena.

—Es que mastiqué un chicle, debo de ir a cepillarme los dientes —advirtió.

—No, no te vayas —suplicó con una voz territorial, pasando una de sus piernas encima de las suyas, hasta estar a horcajadas, justo a la altura de sus caderas.

Nicoletta meneó sus caderas en círculos, en lo que las manos del dios se entrelazan con las suyas, colocándolas encima de sus curvas, ayudándola a un rítmico movimiento.

—Mañana será un día muy pesado, ya es tarde... —advirtió él, intentando tomarla de la cintura y acostarla a un lado.

—Pero uno rápido no nos hace daño —jugueteó con voz pícara, quitándose la camisa y liberando sus pechos.

Morfeo la deseaba, sus palabras lo encendieron. Sentía los pantalones tensos y molestos. Anhelaba moverle la braga y penetrarla. Nicoletta soltó sus manos, las de él todavía estaban sobre su cuerpo, guiando sus movimientos seductores. Sus ojos verdes brillaban gracias a la luz de la luna que se filtraba por la cortina, pero no era suficiente, quería ver más.



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En el texto hay: castigo, dioses, medicina

Editado: 08.10.2023

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