Una resplandeciente luz parpadeó a las afueras de Milán, provocando que Nicoletta rodará en la tierra un par de veces hasta que dejó de tener velocidad. Farfulló unas cuantas maldiciones, levantándose de la superficie y sacudiendo su ropa del polvo, observando por el rabillo que la parca se le entrecortaba la respiración, mantenía sus ojos cerrados y seguía acostado en el suelo. Ella dio unos pasos y se agachó para intentar ayudar al recolector.
Me pregunto si todos estos líos en los que me estoy metiendo valen la pena —carraspeó él en tono débil—. Imagínate, si tenemos prohibido aparecernos enfrente de los humanos, tantito peor teletransportarte con ellos —tosió, negando con la cabeza.
La pelirroja continuaba intentando tirar de él para que se levantara, pero su fuerza era nula.
—Ya déjame aquí por un segundo, necesito reponerme. Tu ve y busca a Morfeo para que regrese su cordura está en aquel edificio en ruinas. —Apuntó con el dedo índice tembloroso—. Está a punto de matar a más personas, y seguro hay cadáveres ahí, ten cuidado.
La humana soltó el brazo de la parca sin previo aviso, por lo que volvió a azotarse contra el suelo, generándole un quejido gutural, la fulminó con la mirada.
—Debías de soltarme con delicadeza, no así, insensible. —Vio como Nicoletta se volvía a acercarse a él, pero sacudió su mano con negativa—. Ve por Morfeo.
Nicoletta prendió la lámpara de su celular y corrió hacia el edificio abandonado, cruzó por la entrada desmoronada. Lo primero que notó fueron dos cuerpos en el piso, cubrió su boca con la mano, tratando de ahogar el grito de sorpresa. Nunca había visto un cadáver en persona. No obstante, no lograba entender por qué Morfeo empezó a matar a personas sin piedad.
Ella alumbró una habitación encontrándose con un tercer cuerpo sin vida. Cuando iba a empezar a subir los peldaños, escuchó un golpe tan fuerte que sintió que todas las paredes del lugar se tambaleaba. Se aferró a estas, caminando con rapidez, pero con seguridad hacia el segundo piso, por lo que se imaginó que ahí no había nada, porque se volvía a sentir los golpes azotando contra todo el edificio. Dejó de respirar, su piel estaba erizada e intentó correr, sin embargo, las escaleras dañadas se lo prohibían. Al llegar al último escalón, escucho como al fondo provenían gritos llenos de furia.
¿Qué se supone que debía de hacer ella? ¡Detenedlo! Tenía de evitar que matara a humanos, porque las consecuencias tendrían graves castigos.
Caminó con cuidado, sintiendo que, si daba un paso en falso, el suelo podría caer. Alumbró desde la entrada la última habitación, y quedó anonadada. Morfeo estaba sobre un hombre, en el piso, estrellando los dos puños contra su rostro, cegado por la furia. La persona de abajo parecía que no tenía fuerza, ya que ni siquiera intentaba defenderse.
La imagen de Morfeo en sus púpilas fue tan impactante que el celular resbaló de las manos, provocando que la deidad levantará la cabeza. Apenas tenía un rasguño en su labio inferior, sus ojos estaban rojos que podía ver llamas en ellos, las venas de su cuello sobresalía, ella retrocedió unos pasos con temor.
Morfeo quedó estupefacto, no se esperaba que ella estuviera ahí ¿Qué mierda era lo que estaba haciendo ahí? El corazón se le paralizó y sintió su alma romperse en mil pedazos cuando vio miedo reflejado en sus ojos.
—Cerecita... —susurró en un hilo de voz, levantándose del sujeto que estaba débil.
Fregó sus puños manchados de sangre contra su pantalón, intentando acercarse. Pero, entre más lo intentaba, parecía estar más lejos de él.
—Nunca imaginé verte así, Morfeo... Sea lo que sea esto, debes detenerlo —musitó sin ser capaz de sostenerle la mirada, que habían vuelto a su normalidad.
—No es lo que tú crees, déjame explicarte. —imploró con una voz entrecortada, mordiendo su labio inferior—. Pero no te alejes de mí, si lo haces, yo me muero.
Dio varios pasos hasta llegar a ella, pero notaba su rechazo al no querer que siquiera le toque las manos.
—Por favor, vete de aquí —ordenó, atrapando las caderas en sus manos, evitando que se aleje aún más—. Necesito que estés segura.
—Pero yo he venido para que no te metas en problemas. —Esquivó sus ojos, pasando un poco de saliva por su garganta—. Es que eres como... otro.
El hombre tumbado en el suelo entreabrió los ojos, colocándose de lado y tomando un gran bocado de aire. Esa mujer... Era la doctorcita del hospital, pero ¿No habían apuñalado al pálido? Su mente no entendía porque parecía que lo quería golpear hasta matarlo, si ni siquiera le alcanzó a hacerle nada a su noviecita.
Algo en él despertó, sintiendo un gran dolor en su cabeza, apretando los ojos y al abrirlos, los recuerdos de su vida pasada lo perturbaron: una niña de pelo rojo y su manera de crecer a través de los años hasta convertirse en un hermosa mujer que él deseaba, y como ella era quemada en la hoguera, resonando las palabras: "Nada de esto hubiera pasado si fueras mi esposa". Y luego estaba él... Rompiéndole una pierna.
Entonces entendió que había vivido una vida pasada, no era normal que un simple humano fuera capaz de dislocar la mandíbula de un solo golpe, sacándole varios dientes luego de derribarlo.
Todo aquello le causaba tanta gracia, sostuvo el aire contenido en sus pulmones, negando con la cabeza, recuperando la compostura, o al menos un poco, porque Constantino se había adueñado de su mente, gritando: venganza una y otra vez.
—Vámonos, Morfeo —pidió ella con voz temblorosa.
—No, mi cerecita, no me mires así, por favor. Es que no lo entiendes, pero vete de aquí, no es seguro —ordenó una vez más.
—Entiende que no me voy a ir de aquí sin ti, Morfeo.
La deidad se olvidó por unos momentos la basura que estaba recogiendo, suficiente tiempo que le dio para que se levantara, sacando un cuchillo afilado de su pantalón, cojeó con cautela por la oscuridad. El peliblanco estaba enfocado en ella y confiado que el criminal continuaba tumbado en el suelo.