Desconcertada, la escucho parlotear mientras agarro las riendas de Pastor, que se ha dejado montar por ella de buena gana, y los guío por los prados más cercanos al rancho, donde pastan las últimas reses junto a sus novillos. Y al mismo tiempo me toca hacer malabares con la cabeza, ya que Pastor tiene una fijación con mi cabello, el que intenta atrapar de tanto en tanto.
Madison ríe y señala el horizonte.
—Qué hermoso es vivir rodeado de tanto verde —exclama, y suelta una risa muy femenina—. ¿Tú qué dices, Abel?
—Coincido —respondo alejando la cabeza de Pastor, que parece reírse con su resoplido.
Madison ladea la cabeza.
—No eres de por aquí, ¿no? Tu acento…
«¡Que no lo descubro!».
—Soy de Maine —me apresuro a interrumpirla, y le sonrío cortés—. Me cansé del ambiente sombrío —«Sí, y ahora tienes un jefe también sombrío»— y decidí emigrar.
—Wyoming enamora a muchos —me guiña un ojo—, así que entiendo totalmente tu decisión.
Le ofrezco una sonrisa de labios apretados y me intereso en los novillos que corretean entre sí. Las madres poca atención les prestan, absortas en pastar. Y me imagino entre ellas, sentada sobre una manta, con una canasta a mi lado, decidida a tener una cita con la tranquilidad.
—Y dime —vuelvo a observarla—, ¿qué te parece Ivo como jefe?
—Oh, bueno, es muy justo.
—¿Sí? —Hace un puchero y acaricia el cuello de Pastor—. Es un pésimo primo.
«Conque primos…».
No sé por qué me alivia saberlo, pero lo disimulo muy bien.
—Pensé que era solitario —se me escapa.
—¡Lo es! Mis tíos fallecieron cuando estaba muy joven y mis abuelos decidieron criarlo. Luego murió la abuela, a la que le siguió el abuelo poco después, e Ivo se hizo cargo del rancho, porque a mi madre no le interesó pelearse por la herencia, ya que le gusta más la ciudad, y le cedió todo a él —empieza a narrarme, y le presto mucha atención—. Y desde entonces Ivo ha encabezado el rancho Jensen. Cada vez que tengo vacaciones vengo a visitarlo. Así que aquí me tienes. —Estira los brazos, aunque en poco tiempo le toca arrimar las manos en el pomo de su silla por el salto repentino de Pastor.
Me doy cuenta de qué es lo que lo ha asustado y me apresuro a guiarlo lejos de la serpiente ratonera que le ha robado la tranquilidad, pero es tarde, porque alza las patas delanteras, lanzando hacia atrás a Madison.
Me apresuro a socorrerla, dejándola caer sobre mí, mientras que Pastor echa a correr hacia las caballerizas.
Extendida en el pasto, con un dolor agudo en el trasero y los codos, me incorporo como puedo y la abrazo de la cintura para mantenerla con firmeza en mi torso, temerosa de que se haya lastimado, aunque procuro no dejarla acercarse a mi pecho por obvias razones. Pueden ser picaduras de mosquito, pero también pueden sentirse. Madison se abraza a mis hombros y pone las piernas a cada lado de mis caderas. La restrinjo en cuanto noto sus intenciones de apoyarse por completo en mí y la obligo a enderezarse.
Su cabello nos cubre.
Se eleva sobre mí, lo echa hacia atrás sin perder el agarre en mi hombro y se muerde los labios.
—Vaya, qué buena jugada la de Pastor —bromea en voz baja, y trata de sentarse en mi regazo, pero se lo impido.
Tampoco sentirá… eso.
—¿Estás bien?
—Sí, gracias a ti. —Se inclina, y no tardo en alejarme—. Oh, así que tímido. —Se mordisquea el labio inferior y se ríe—. Me gustas.
—Yo…
—¡Abel!
Casi la lanzo hacia delante al oír la voz de Ivo.
Madison se aferra a mis hombros con una mueca y no me permite sacármela de encima.
«No, no, no, malinterpretará todo».
Lo escucho bajarse de su cabello y acercarse.
Nerviosa, lucho contra la castaña hasta alejarla de mí y me pongo en pie mientras me sobo el trasero. Ivo se precipita hacia mí y me revisa con la mirada, muy cerca. Me agarra de los codos y me auxilia al notar que no puedo apoyarme mucho en la pierna derecha, y allí me percato de que me lesione el tobillo y la rodilla.
Madison bufa.
—¿Te duele mucho? —me murmura, ignorándola, y se encorva—. ¿Necesitas que te cargue y te monte en mi caballo? Vi a Pastor correr hacia las caballerizas y supe que había ocurrido algo malo…
—Estoy bien, señor. —Me alejo titubeante y le señalo a su prima—. La señorita…
—También estoy bien —me corta, y se acerca para rozarme el pómulo con las yemas de los dedos, justo el que poco a poco vuelve a su palidez habitual.
Ivo se pone rígido y se gira hacia Wyatt, quien acabo de notar.
Doy un traspié en su dirección, y Madison me sigue de cerca.
—Llévala —le ordena.
Wyatt asiente, se baja de su caballo y le tiende la mano a Madison, que sacude la cabeza, contrariada.
—Madison —le gruñe Ivo.
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Editado: 08.08.2025