—¿Alguien puede traer hielo? —gritó una voz entre la multitud.
—¡Y llamen a emergencias! —añadió otra.
El sonido de los tacones, los murmullos, los flashes. ¡El CEO había tenido un accidente y no despertaba! Todo era un torbellino a mi alrededor. Yo, en cambio, me quedé congelada.
Mi jefe estaba herido.
Preocupada por que desapareciera la persona que pagaba mi sueldo, me acerqué más al lugar donde sucedieron los hechos, y dejé a Luke con la nana.
—¿Sr Reed?—murmuré y me agaché a su lado. Martins estaba tratando de alejar a los curiosos.
Desde esta cercanía, pude ver que un objeto le había golpeado la cabeza, por lo que un hilo rojo manchaba su frente.
—Martins, esto no pinta bien, parece ser grave—le dije al hombre, quien hacía llamadas urgentes.
—Ya están en camino. Ellos lo ayudarán.
Dormido, mi jefe parecía una persona totalmente diferente. Incluso, se veía inocente con esas largas pestañas y el cabello alborotado.
Entonces, como un impulso automático, toqué su mejilla.
—Despierte, señor Reed—. y lo intenté de nuevo—. ¡Despierta!
De pronto, él frunció el ceño.
—Está funcionando, Collins—dijo Martins—. Sigue hablándole.
—¡Reed, despierta! ¿Quién va a pagar mi sueldo?—susurré solo para él.
—Mal jefe.
—Despierta, señor Reed, sino voy a quemar su oficina y su preciada taza.
Así seguí amenazándolo mientras más movimientos en su cuerpo aparecían.
Hasta que, sorprendentemente, abrió los ojos.
Me miró un rato, ignorando la cantidad de personas que habían venido.
Estaba a punto de insultarlo cuando, de repente, tomó mi mano y habló confundido.
—¿Tú... eres mi esposa?
Por un instante, pensé que había escuchado mal.
Las luces del salón aún me cegaban, la música se había detenido y todos, absolutamente todos, las personas más relevantes de la industria, nos miraban ahora.
Logan Reed, mi jefe, el hombre más arrogante y detestable del planeta, estaba tendido en el suelo, con el ceño fruncido y una mano sobre la cabeza ensangrentada por culpa del golpe de una bandeja pesada.
Y lo peor: me miraba con unos ojos que decían bastante. Me miraba como si yo fuera lo más importante de mi vida.
—¿Qué...? —alcancé a murmurar, paralizada.
Él sonrió débilmente, ese tipo de sonrisa que podría derretir a cualquiera, menos a mí, obviamente.
—Eres hermosa —dijo, con voz ronca—. Mi esposa es muy hermosa.
"¿Qué estás diciendo, hombre?"
Yo no sabía si gritar, correr o fingir un desmayo.
Mi respiración se trabó. Alrededor, los murmullos comenzaron a crecer.
El temido CEO de Reed Enterprises acababa de golpearse la cabeza frente a las personas extranjeras con la que haríamos una alianza y ahora, me estaba confundiendo con su esposa inexistente.
Yo, su pobre secretaria.
Yo, la secretaria que odiaba.
Yo, la mujer que él consideraba incompetente.
Fantástico.
Simplemente fantástico.
—Señor Reed, no soy su... —intenté explicarle, agachándome, pero entonces escuché la vocecita que selló mi desgracia.
—¡Papá! —la voz de Luke retumbó como una sentencia divina.
Mi corazón se detuvo.
Él, mi pequeño de cinco años, con su corbatita torcida y la camisa medio fuera del pantalón, había cruzado el salón. La nana trató de detenerlo, pero no hubo poder humano que lo frenara.
—¡No, amor, espera! —intenté detenerlo, pero ya era tarde.
Mi pequeño se arrodilló junto a Logan, tomó su mano y repitió, muy convencido.
—¡Papá, estás bien! Te dolió, ¿verdad?
Un silencio pesado se apoderó del lugar.
Los inversionistas.
Los representantes extranjeros.
La prensa.
Cien miradas. Mil preguntas. Y yo ahí, deseando que el suelo me tragara.
—No, mi amor, él no es... —intenté decir, pero Logan me interrumpió con una expresión que nunca antes le había visto.
Ternura.
Sí, ternura.
—Entonces —susurró él, apenas audible—, tenemos un hijo.
Mi respiración se atascó en la garganta.
La periodista del New York Business Post ya levantaba su teléfono para grabar.
—¡Oh, por Dios! ¡El señor Reed tiene familia! —murmuró alguien, con tono de chisme de lujo.
Y yo solo pensé en mi renuncia. En la carta que tenía guardada en el cajón de mi escritorio, medio escrita, esperando el momento perfecto. Unos meses más y me iría, pero ahora se había adelantado.
Bueno... ya había llegado.
Los flashes de las cámaras comenzaron a brillar.
Y todo lo que pensé fue: trágame, tierra. O al menos dame mi indemnización antes de que esto llegue a Recursos Humanos.
Pero no.
El universo decidió que no era suficiente.
Entonces, alguien gritó.
—¡Llamen a un médico! ¡El señor Reed ha sufrido un accidente!
Y en medio del caos, de los murmullos y las miradas, su mano rozó la mía con una suavidad que me heló.
—No te vayas, cariño —susurró, antes de cerrar los ojos, tomándome la mano. Su voz sonó débil, pero su agarre fue firme, cálido.
—¡Mami! Mi papá se está durmiendo otra vez.
No sé si fue la adrenalina, el miedo o la pura incredulidad, pero mi cerebro se desconectó.
Y ahí, frente a todo los inversionistas y la prensa, comprendí algo.
Acababa de convertirme, sin querer queriendo, en la esposa del CEO más temido de Nueva York.
Y él seguía sin soltarme la mano.
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Lukie cookie juntando parejas desde tiempos inmemorables jajaja. Me encanta esta familia. Díganme, ¿qué les parece hasta ahora la historia? :) Las leo <3