El Ceo cree que soy su esposa

Capítulo 4: Mi jefe cree que somos familia y está amnésico

Lo siguiente que supe fue que los paramédicos llegaron, abriéndose paso entre los curiosos. El equipo médico lo revisó rápidamente mientras Logan seguía sin soltarme.

—Martins, ayúdame, esta confusión está escalando—llamé con desesperación al hombre. Él, en su pose de ejecutivo con su celular, me miró con una sonrisa divertida.

—Señor Reed, tiene que descansar. Posible conmoción cerebral —dijo uno de los médicos después de revisarlo rápidamente.

—Mi esposa vendrá conmigo —respondió él, con total seguridad, abriendo los ojos solo para eso y, luego, volverse a dormir.

—¡Papi! ¡No te duermas!

Genial.

Yo abrí la boca para protestar, pero sentí todas las miradas sobre mí, especialmente la de Martins.

"No digas nada", me decían sus ojos.

Un paso en falso, y no solo mi reputación se iba al infierno, sino la suya también.

Y entonces lo entendí.

Este evento no era solo una gala. Era la gala.

La que definiría su próximo contrato millonario y los próximos.

La que saldría en todos los medios internacionales.

En este momento no podía contradecirlo.

Si yo decía que no era su esposa, su accidente se convertiría en un escándalo.

¿El CEO se golpeó la cabeza y se volvió loco hasta el punto de confundir a una desconocida y su hijo como su familia?

¿Ese hombre sería confiable para alguien colocar sus inversiones?

Absolutamente no.

Si seguía el juego, al menos podría salvar la reputación de la empresa... y, con suerte, mi empleo.

Respiré hondo.

—Está bien —dije finalmente, con una expresión preocupada—. Dígame, doctor, ¿es grave lo que tiene mi esposo?

—Debemos revisarlo a profundidad.

Un murmullo recorrió el salón.

Los flashes aumentaron.

Y yo sentí cómo mi estómago se retorcía.

Los paramédicos lo levantaron y una camilla apareció ante mis ojos.

—Vamos a llevarlo a la clínica para hacerle unos análisis.

—¿Estará bien?

El médico asintió.

—Perfecto. Señora Reed, acompáñenos, por favor.

Señora. Reed.

Cielos.

Luke, por supuesto, sonreía como si hubiera ganado un premio.

—Mamá, ¡papá está vivo! —gritó con entusiasmo.

...

En la ambulancia, Logan parecía haber despertado y seguía mirándome como si acabara de ver a un ángel.

Sí, claro. Un ángel del caos, tal vez.

—No tienes idea de lo hermosa que eres —murmuró.

—No hables —le dije, apretando la mandíbula.

—Mi esposa siempre me cuida —añadió, con una sonrisa soñadora.

Dios mío, dame paciencia.

Luke estaba sentado frente a nosotros, con los ojos llenos de curiosidad. No quiso irse con la nana y me chantajeó con su cumpleaños.

"Quiero pasar mi cumpleaños con papá".

Esta equivocación estaba durando mucho tiempo y Luke parecía realmente creer que mi jefe era su padre.

Debía hablar con él pronto.

—Mamá, ¿papá va a estar bien? —preguntó.

Yo asentí. ¿Qué otra cosa podía hacer?

—Sí, amor, el señor Reed va a estar bien.

Logan cerró los ojos, apoyando la cabeza en la camilla, mientras los paramédicos monitoreaban sus signos vitales. Martins también nos acompañaba, aún en el celular que ya me parecía demasiado excesivo.

Él tenía que resolver este malentendido pronto.

Yo solo pensaba en cómo iba a explicar todo esto mañana en la oficina.

Porque si algo era seguro, era que en cuanto despertara y recuperara la memoria, el mismísimo Logan Reed me despediría.

Horas más tarde, en el hospital, los médicos confirmaron la conmoción leve. Nada grave, pero necesitaba descanso. Había llevado a Luke a casa.

Cuando me dejaron entrar a la habitación, Logan estaba recostado, mirando por la ventana.

—No debería estar aquí —dije, sin pensarlo.

Él volteó hacia mí, con esa calma que me irritaba.

—Mi esposa siempre está conmigo —respondió, tranquilo.

Rodé los ojos.

—No soy tu esposa, fue un malentendido.

Su ceja se arqueó apenas.

—Entonces, ¿por qué todos creen lo contrario?

—Porque tu maldita cabeza decidió confundirme en medio de un evento internacional lleno de periodistas —le espeté, cruzándome de brazos.

Él sonrió apenas, divertido.

Realmente no me creía.

—No te rías —le solté, molesta—. Estoy diciendo la verdad.

—Claro que sí —respondió él con una media sonrisa—. Y yo soy el Papa.

Suspiré con frustración. No había caso.

El tipo seguía con su tono arrogante incluso con una venda en la cabeza.

—Señor Reed, necesito que no se altere —dijo el médico, entrando con una carpeta en la mano—. Ya tenemos los resultados de la tomografía.

—¿Y? —pregunté, adelantándome.

—Parece que el golpe provocó una amnesia temporal. No es grave, pero puede tener confusiones con rostros, lugares o recuerdos cercanos. Lo mejor es no presionarlo y dejarlo descansar.

Genial.

Perfecto.

Mi jefe tenía amnesia.

—¿Amnesia? —repitió Logan, como si la palabra fuera un mal chiste—. Entonces eso explica por qué no recuerdo todo sobre mi familia.




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