El Ceo cree que soy su esposa

Capítulo 6: Mi jefe podría odiarme un poco más

Diez minutos después, cuando los analgésicos hicieron efecto y el hombre volvió a caer dormido, salí al pasillo con el corazón desbocado, de la mano agarrada de mi hijo. Martins estaba esperándome, con su celular en una mano y un café en la otra. Estábamos en uno de los hospitales más VIPs de toda la ciudad, por lo que la privacidad estaba más que asegurada.

—Dime que le vas a decir la verdad pronto—le solté—. Este jueguito está durando demasiado para mi gusto.

—¡Run run!—gritó mi hijo, mientras usaba sus juguetes en el suelo.

Tenía que explicarle a mi niño pronto o me volvería loca.

—No lo creo, Daisy —respondió él, encogiéndose de hombros—. La prensa aún cree que está casado contigo. Si mañana se despierta y dice lo contrario, los medios lo van a destrozar.

—¿Y qué propones, genio? ¿Seguir fingiendo que soy su esposa hasta cuándo?

—En lo que quedamos: Hasta que recupere la memoria o hasta que logremos controlar la historia. Lo que ocurra primero.

—Esto es una locura.

—Lo sé —respondió, dándole un sorbo a su café—. Pero, al menos, por ahora, acabas de salvar la reputación de la corporación.

Lo miré, furiosa.

—¿Y quién va a salvar la mía?

Martins sonrió con esa calma irritante de siempre.

—Tu reputación acaba de mejorar, Daisy. Todo el mundo quiere saber quién es la misteriosa esposa del CEO.

Lo fulminé con la mirada.

—No le veo nada de beneficioso a eso. Yo no soy una mentirosa.

La mano derecha de Logan se rio.

—Tú no eres una mentirosa...o más o menos —dijo mirando a Luke—. Por eso precisamente eres perfecta para esto.

Sentí una punzada de alarma.

—Eso no tiene ningún sentido.

—Claro que lo tiene —continuó, guardando su celular en el bolsillo interno del saco—. Las mentirosas buenas no se sienten culpables. Tú sí. Y eso te hace creíble.

Lo miré con ganas de empujarlo por la ventana sellada.

Luke, sentado en el suelo, hacía chocar dos dinosaurios de plástico.

—Papi gana —murmu­raba.

Yo respiré hondo.

—No vamos a usar a mi hijo en tu estrategia de relaciones públicas, ni nada de eso. Él está demasiado confundido con esto y no quiero que se lleve decepciones llego.

—Jamás lo haría —respondió Martins, serio por primera vez—. Pero no puedes negar que funciona. Nunca he visto tan emocionado a ese hombre. No va a dejarte ir tan fácilmente.

No respondió.

Solo hizo un gesto hacia la puerta de la habitación de Logan.

Tuve un mal presentimiento.

Porque tenía razón.

Logan Reed no era el tipo de hombre que soltaba nada que creyera suyo.

Y ahora, por culpa de un maldito golpe en la cabeza, yo era una de esas cosas.

—Escúchame, Daisy —dijo, bajando la voz—. No estamos hablando de un simple CEO. Reed Enterprises no es solo una empresa. Es una marca de confianza internacional y ya no podemos retroceder en lo que hicimos.

Arqueé una ceja.

—Y supongo que yo soy… ¿la decoración?

Genial, esto era completamente genial.

—Tú eres la humanidad —dijo sin titubear—. La prueba de que Logan Reed no es el monstruo corporativo que conocen, sino un hombre real; es decir, con familia, con corazón y no está solo.

Luke levantó la cabeza.

—Mi mami es muy fuerte.

Martins inclinó el cuerpo hacia él con una sonrisa diplomática.

—Y muy importante.

Luke sonrió orgulloso.

Yo no.

—¿Qué es lo que quieres exactamente? —pregunté.

Martins no respondió enseguida. Se acercó a mí, dos pasos más. Bajó el tono.

—Ya te lo dije. Quiero que seas su esposa falsa. Pero no solo hacia las cámaras, sino por completo.

Mi estómago dio un giro completo.

—¿Por completo te refieres...?

—Debes vivir con él y comportarte como su esposa en todos los sentidos.

Me reí escandalosamente.

Esto no podía estar pasándome.

¿Estaba acaso viviendo una película de romance dominguera?

—Estás loco, Martins—caminé hacia la salida, tomando la mano de Luke,—. Completamente loco como para que creas que aceptaré eso. Una cosa es salir del momento y sonreír un rato a la prensa, pero otra es involucrarme por completo en su vida, en la vida del jefe que detesto.

Él me detuvo, con los brazos abiertos en una pose estrafalaria.

—Muévete, amigo.

—Daisy, no.

Él se arrodilló.

—Sal—repetí, esquivándolo.

—Dijiste que lo harías hasta que recuperase la memoria.

—No, ya no quiero. Lo que estás proponiendo es algo muy grande y demasiado profundo.

—¿Qué quieres? Puedo gestionarlo. Soy su mano derecha—juró.

Me detuve.

Me lo pensé un momento.

¿Cuánto valía mi tiempo, mi vida, mi identidad y participar en esta farsa?

¿Estaba cometiendo una locura al aceptar esto?

—¿Qué puedo pedir?

Por primera vez, sonrió como alguien que esperaba esa pregunta y se levantó.

—Contrato nuevo —dijo—. Ya no como secretaria, sino como confianza personal del CEO. Luego te puedo buscar un puesto más relevante o recomendarte en otra empresa.

En ese momento, pensé que Martins no era una persona muy cuerda.

—¿Salario?

—El triple, no, el quíntuple. Y aparte una compensación económica.

Abrí la boca.

La cerré.

—¿Educación?

—Escuela privada internacional para Luke.

Luke gritó.

—¡Quiero una escuela con piscina!

Martins asintió solemnemente.

—Y por supuesto —continuó—blindaje legal. Si algo sale mal, tú quedas protegida.

Mis manos temblaron.

Esto era muy tentador.

Demasiado tentador.

Después de vivir contando los centavos, tener una gran fuente de ingresos era como un regalo caído del cielo.

Pensé que con ese ingreso lograría pagar mis deudas y darle un mejor futuro a Luke.

Pero este no era un regalo, sino una trampa muy jugosa.

—¿Y si él despierta y me odia aún más? —pregunté, cruzándome de brazos.

Martins me miró con una seriedad que casi me indignó.




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