El chico de la biblioteca

Capitulo I. Lazos filiales

Dicen que el primer amor puede dejar una huella imborrable en tu vida, que esta sea para bien o para mal eso es difícil de precisar con certeza hasta que no se vive en carne propia esta incierta y maravillosa experiencia. El amor es doloroso pero igual de hermoso dicen vagamente, en mi ingenuidad me preguntaba cuando llegaría mi momento de averiguarlo. Solo descubrí al vivirlo que si puedo encerrar su amplio significado en una sola palabra, tengo la palabra precisa que lo describe: Egoísta.


 

"¿Por qué todo lo que mis manos tocan se muere?"

Este era el cuestionamiento un tanto malhumorado y un poco dramático de un joven de cabello castaño oscuro, ese casi lamento se escuchaba en medio de la cómoda sala donde reposaba en un sofá forrado en una tela oscura parecían hacer juego con el color de sus ojos cafés, este fijaba su mirada cansina a la apagada pantalla oscura de su celular; el cual en medio de un bufido lo dejaba a un costado suyo.

—No hables de la muerte tan a la ligera solo para decir tonterías —Era el regaño de una mujer no muy alta que había escuchado su quejido mientras arreglaba su sala aunque era sólo un pretexto para estar cerca de su malhumorado hijo. Complementando este regaño le lanzaba uno de los cojines que tenía a su alcance solo para fastidiarlo más y es que a veces las madres encuentra fascinación en fastidiar a sus vástagos ellas pueden convertirse en tu mejor aliada o rival dependiendo de la situación.

—Solo bromeaba mamá no seas tan agresiva con tu pobre hijo —En un refunfuño le refutaba este mientras se quitaba el cojín lanzado de encima para acertar a mirarla con aparente resentimiento­- Ya ves que a este celular se le agotó la batería cuando apenas lo he estado usando, así que en términos técnicos se murió en mis manos. ¿O equivoco mi interpretación?

—¿Apenas lo has usado? Si has estado todo el día ahí "vegetando" sin cargarle la batería al pobre aparato al menos uno de los dos necesita recargarse.

—Exageras...

—¿Sabes Nathan? —Se le acercaba— Apuesto mis ahorros a que si te mostrarás así de simpático fuera de estas de estas cuatro paredes seguramente tendrías más amigos.

Le alegaba ella con burla en su extraño sentido del humor.

—¿Sabes? Eso fue muy cruel de tu parte, llegó directo a mi tímido corazón.

—Lo siento hijo mío, pero sabes que la verdad es cruel a veces... Mírate, un atractivo, simpático e inteligente joven sin vicio alguno encerrado en esta casa junto a su vieja madre en un hermoso fin de semana... Es un desperdicio de juventud deberías ser como los demás chicos normales.

Le hablaba en un aparente tono amoroso aunque sus palabras podrían sonar un poco duras sin embargo solo anhelaba hacerlo entrar en razón para que se comportara como un joven normal de dieciséis años.

—Solo tu me ves de esa forma y porque eres mi madre es tu obligación verme así sino no serías una madre "normal".

Le replicaba con una ladina sonrisa internamente mientras internamente pensaba ¿Quién puede entender los parámetros de la "normalidad" en este mundo? Muchos en su rareza pueden mostrar belleza del alma y el corazón que de aquellos que aparentan ser normales. En un mundo donde a todos les gusta etiquetarse uno a otros con palabras que pareciera encajarse por lo que aparentan ser cuando quizás eso no sean en realidad. Este era el profundo pensamiento del joven ante las palabras de su madre a quien todavía la oía refunfuñar por su aparente dificultad de socializar con otros de su edad. Además si lo pensaba bien no tenía una gran cantidad de amigos pero lo importante era la calidad humana de ellos que le brindaban su aparente sincera amistad.

—Ya hago suficiente esfuerzo por socializar de lunes a viernes en la escuela así que déjame descansar el fin de semana de ese asunto tan tedioso. ¿Sí?

Murmuraba sin borrar esa sonrisa a la vez que se levantaba del sofá con dificultad entre bostezos porque parecía vencerle la pereza y el sueño. En parte comprendía la absurda preocupación de su madre, ya que sabía que todo lo que le decía y hacia era porque quería verlo feliz aunque no lo pareciera por su franqueza; lo lamentable era que ella no comprendiera que su felicidad radicaba en esa especie de soledad en la que se sentía tan a gusto, por eso tenía la certeza de que no era algo para que ella desbordara su preocupación porque realmente no se sentía solo.

—Supongo que no puedo hacer nada... Eres un cabeza dura como tu padre.

—Si, tal vez así sea pero yo soy más simpático —Decía en un tono burlón sentándose al filo del sofá parecía luchar con su cuerpo para poder pararse- Y más listo porque yo de ser él, no habría dejado a una mujer tan maravillosa como tú para irse a vivir con una...

—No te atrevas a completar la oración... -Hablaba algo escandalizada— Nunca debes ofender a una mujer aunque esta sea una...

La risita cómplice de ambos era evidencia de su agradable e insidiosa conversación dedicada a esa mujer que actualmente compartía una relación formal al hombre, que hasta hace unos tres años vivía bajo su mismo techo. Ahora se lo tomaban con el mejor humor posible pero obviamente en su momento fue motivo de muchos conflictos dentro de la pequeña familia que se caía en pedazos por causa de la infidelidad del hombre de la casa; con un hijo adolescente que sufría en silencio al ser sobre testigo del sufrimiento de su progenitora; con un padre que se justificaba en tontas excusas egoístas, pero al final fue una situación difícil que lograron superar. 

Aunque pudiera sonar a falso optimismo pero la mujer pensaba que casi siempre algo bueno resulta en las peores circunstancias, esta situación le ayudó a formar un lazo de confianza con su hijo que no tenía antes, eso le alegran la existencia porque sentía a su hijo como un amigo también aunque pareciera extraño.

—A veces sospecho que no quieres salir para no dejarme sola porque crees que entonces en tu ausencia pueda deprimirme, pero eso no es así.




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