El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO OCHO.

VIII. Ciudadana responsable

 

 

Abril Martinelli

 

 


— ¿Y bien? ¿A qué lugar mágico nos llevaras? — le preguntó a Leandro, quien es el que decidirá el lugar a donde iremos

 

— Iremos a ver las estrellas

 

— ¿Debería de preocuparme por eso?

 

— No creo. Es un lugar increíble — nos asegura.

 

Llegamos a una tipo discoteca, y entramos directamente sin hacer fila como las otras personas. Los de seguridad solamente le echaron una ojeada a Lean, para dejarlo entrar sin siquiera poner algún pero

 

— Sí que eres conocido ¿eh? — le pregunto a Lean

 

— Algo así. Conozco al dueño del lugar

 

— ¿Lo conoces? — preguntó asombrada. Pero justo cuando estaba por contestarme, Nala me jaló hasta la barra y me dio un trago de dudosa procedencia

 

— ¡Tómalo! — exclama alegre

 

— ¿Qué es esto?

 

— Un blue martini. Nada de otro mundo. No está fuerte — me asegura bebiéndose el líquido de su copa.

 

Después de dudar unos segundos, le di el primer trago y sentí mi garganta arder completamente, provocando que tosiera un poco

 

— ¡Esto está muy fuerte! — exclamó haciendo que ella ría

 

— Para personas que no beben, lo está. Pero después no sentirás nada. Tranquila

 

— Bien — hablo volviendo beber

 

Al principio, pasamos el rato probando muchísimas bebidas de diferentes tipos. Mi garganta me ardía un poco pero realmente me divertía.

 

Estaba ebria, de eso no había ni la menor duda. Estaba tan borracha que termine bailando con un chico que ni siquiera su nombre sabía

 

Me movía al ritmo de la música mientras disfrutaba la noche. No quería que terminará, jamás me había sentido tan viva como hoy, ¿por qué no podría sentirme así en todo momento?

 

— Sí que te gusta bailar — murmura en mi oído aquel chico, pero solo rio antes de seguir meneando mis caderas al ritmo de la música

 

Leandro, Nala y Dayana me animaban a seguir bailando — o eso era lo que me entendía a sus señas — mientras ellos seguían la barra tomando muchísimos más tragos. Hablaban entre ellos, pero estaba claro que no escuchaba nada más que los gritos y la música

 

Sentí como el chico me giró hacia el quedando a una distancia casi inexistente. Enarque mi ceja con una sonrisa en mi rostro. Mientras que él, solamente me miraba con una sonrisa

 

— ¿Me interrumpes? — preguntó con una sonrisa

 

— Tengo mejores cosas que hacer — me dice inclinándose hacia mí.

 

Pero en ese momento, una parte razonable de mí — o la que creo razonable —, apareció, haciendo el miedo se apoderara de mí. Intenté alejarme del chico, pero él ya me tenía sujetada de la cintura, sabía perfectamente no estaba dispuesto a alejarse de mí. No lo haría por más que se lo pidiera

 

— ¡No! — le exclamó intentando huir

 

— Ni pienses que te dejaré ir después de cómo has estado actuando — me asegura algo molesto. Hubo algo en su mirada que me recordó inmediatamente cuando me pasaba eso con Dylan...

 

¿Por qué siempre juego juegos que ni siquiera se jugar?

 

— ¡Basta! — lo empujó, aunque mis fuerzas son inútiles debido a lo ebria que estaba. Pero, aun así, el chico se alejó, estaba claro que no era por mí

 

— Te dijo que la dejarás en paz — habla una voz que de inmediato reconozco. Alejandro. 

 

— ¿Tú quién eres?

 

— Nadie que te importe. Lárgate y déjala en paz si no quieres problemas — lo confronta, mientras se pone frente a mí tratando de cubrirme del chico, quién maldice en voz baja antes de darse la vuelta e irse —. ¿Estás bien? — me pregunta más tranquilo después de alejarme de toda esa masa de gente

 

— Lo estoy. Gracias — murmuro. Pero una risa se escapa de mí — ¿Sabes algo? Hiciste que te tuviera miedo ese chico. Si que eres intimidante ricitos — bromeó, mientras rio

 

— ¿Cuánto has bebido? — pregunta, preocupado, a la misma vez que toma mi cara entre sus manos

 

— Solo un poquito de muchas bebidas — confieso riendo

 

— Leandro. ¿Cuánto ha bebido?

 

— Mmm, no lo sé. Se tomaba todo lo que se pudiera tomar... — habla tranquilamente

 

— ¡Tú me hiciste tomar!

 

— ¡Claro que no! ¡Te dije que pararas y nunca lo hiciste! ¡Inclusive te molestaste! — exclama. Y yo rio. Eso es verdad

 

— Ah. Es cierto — hablo riendo

 

— Te llevaré a casa — me dice Alejandro, haciendo que frunza el ceño —. Por favor avísale a los demás, Leandro

 

— Está bien — habla Leandro alejándose de nosotros

 

— ¡Yo no quiero irme! — exclamó cuando el pelinegro me dirige hacia la salida

 

— ¿A caso te pregunte?

 

— ¡Eres un aburrido, ricitos! ¡Esperaaaa! — le grito, provocando que de un respingo

 

— ¡¿Qué pasa?! — pregunta implorando paciencia

 

— Todavía no pagó. No quiero convertirme en una delincuente. Todavía no

 

— Tranquila. Eso está arreglado. Yo ya me hice cargo

 

— ¡Nooo! Yo soy una ciudadana responsable — exclamó. Provocando que el pierda la paciencia.

 

— ¡Todos están colgando del techo! — digo emocionada, cuando todo se pone al revés

 

— Sí claro — murmura caminando. Pero en ese momento, me doy cuenta de algo. Me está cargando como un saco de papas

 

— ¡Hey! ¡Espera! ¡Yo puedo caminar sola! — le grito, pero el me ignora




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