El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO CATORCE

 

 

XIV. ¿Celos?

 

 

Abril Martinelli

 

 

En cuanto mire a mi madre cruzar aquella puerta, no pude evitar correr para abrazarla. Tal vez pareció patético, pero lo necesitaba. La necesitaba a ella. Uno de sus abrazos. Necesitaba la tranquilidad que solamente ella me pude dar

 

Sentí como se formaba un nudo en mi garganta que intente controlar con todas mis fuerzas, pero era imposible.

 

Sentia tantas cosas al mismo tiempo.

 

Solamente quería un abrazo de los que te reconfortan demasiado. De los que te hacen sentir que todo estará bien. Que lo malo ya pasó. De los que he ocasionan una paz gigantesca

 

Quería un poco de amor. De un amor que sabía que no se iría ni terminaría. Que sería eterno

 

— Mamá — murmure con la voz rota

 

— Mi niña — susurra aferrándose a mí —. Tranquila...

 

— Tengo miedo...

 

— ¿Qué?

— No quiero que nunca te pase nada... Eres de las pocas cosas que no quiero perder por nada del mundo — confieso mientras me aferró a ella

 

— Nunca me perderás. Siempre estaré aquí. Siempre cuidaré de ti...

 

 


(.…)

 

 


— ¿Cómo estás, Ámber? — le pregunto a mi prima en cuanto entramos a mi habitación

 

Ella sonrió un poco antes de hablar

 

— Creo que mejor. La herida va sanando. Mi mamá está bien. Lo sé. Y ella me cuida. Prometió que siempre lo haría

 

— A veces quisiera tener la madurez que tú tienes

 

— Todos la tenemos. Solamente que no se presenta el momento justo para sacarla a la luz

 

— Cómo sea. ¿Quieres hacer algo?

 

— Mhm... No lo sé. ¿Me llevarías a algún lugar especial para ti? Mi mamá decía que amabas la cafetería en donde trabajabas ¿me puedes llevar ahí? — pregunta alegremente

 

Estuve a punto de negarme, cuando se escucharon dos toques en la puerta

 

— Pasé

 

— Te buscan, hija

 

— ¿Quién?

 

— Diego — murmura mi mamá. Asentí antes de ver nuevamente a Amber

 

— Esta bien. Si quieres invita a Gerardo. Ahora vuelvo

 

Salí de mi casa y me encontré con un Diego bastante alegre

 

Mi relación con él a mejorado bastante. Después de aquella llamada me dejó mi espacio, pero luego, me enteré que todos los días le mandaba mensaje a mi hermano para saber como estaba.

 

Otra cosas muy distinta es con Andrea. Ella... Bueno, no se mucho. La última vez que la vi fue hace dos días. Esta un poco rara, le pasa algo, lo se perfectamente. Pero no se si es mi orgullo o que, pero hay algo que me impide acercarme a ella...

 

— Hola — saluda alegremente — ¿para que querías que viniera? Se que soy inolvidable, pero tú sabes que con una llamada que me hagas, en cinco minutos estoy aquí — bromea, provocando que ría

 

— Bobo. Mis primos están aquí, y quiero que se distraigan. Tú conoces muchos lugares de la ciudad. Te iba a pedir ayuda. Aunque bueno, quieren ir a la cafetería

 

— ¡Pues vamos! No tengo nada mejor que hacer — confiesa encogiendose de hombros

 

Después de que mi hermano y mis primos salieran de la casa, nos dirigimos caminando hacia la tan querida cafetería. Estaba algo nerviosa, temía con tener que encontrarmelo. No quería verlo para ser sinceramente 

 

En cuanto llegamos, nos dirigimos a la mesa diez, la cual está hasta el fondo en la esquina

 

— ¿Con qué aquí trabajas? — murmura Gerardo mirando hacia todos lados — ¿Crees que me quieran contratar? — pregunta animadamente

 

— No lo se. Preguntale a mi jefe

 

— ¿Quién es?

 

— El que está en caja. Nadie me vio, no se si es bueno o malo

 

— ¡Diego! — se escucha la voz de Voisin — ¡Hola Abril! Pregunte por ti pero me dijeron que estabas descansado

 

— ¿Y tú por qué preguntas por ella? — interroga Diego con el ceño fruncido

 

Mire como mi hermano menor, Amber y Gerardo se pasaban en grande esta escena

 

— Por qué es una amiga

 

— Tú no tienes amigas que no sean de las otras

 

— Bueno, si Abril quiere puede llegar más lejos que las otras

 

— Basta — le advierte en un tono frío

 

— Bien... — murmuro, incomoda — ¿Quieres sentarte con nosotros? — le ofrezco, haciendo que él sonría

 

— Claro. — se sentó un lado mío dejándome en medio entre el y mi mejor amigo

 

Sentí como mi mirada se iluminaba cuando mire que Leandro se acercaba a nuestra mesa con su tan característica alegría

 

— ¡Hola! Bienvenidos, ¿saben que pedirán? — pregunta concentrado en la libreta

 

— Hola, Leandro — murmuro, haciendo que el me vea inmediatamente

 

— ¡Abril! — grita tan fuerte mi nombre que hasta mi jefe voltea hacia nuestra dirección — ¿Qué haces aquí? ¿Ya me extrañabas?

 

— ¡Uff! ¡Como no tienes idea! — exclamo dramáticamente

 

— Pues para de sufrir, aquí tienes a este bombón que está a tu disposición a todas horas, todos los días y para todo tipo de cosas — me guiña el ojo, coqueto, haciendo que mis primos rían

 

— Si bueno. Mira, Leandro, ellos son mis primos, Amber y Gerardo. Creo que ya conocías a mi hermano, Tomás. A él ya lo conoces — hablo refiriéndome a Diego, para después girar hacia Voisin —. Él es Voisin

 

— A veces siento que no sabes mi nombre — confiesa Voisin y yo me sonrojo — No lo sabes ¿verdad? — pregunta acusatoriamente, solamente asentí, totalmente roja —. Me llamó Bruce — habla divertido

 




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