El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO DIECINUEVE

 

 

XIX. ¿Queso o macarrones? 

 

 

Abril Martinelli

 

 

Desperté con un dolor de cabeza insoportable. La luz ahora era mi peor enemiga. Había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior. Me removi un poco un la cama cubriendome con las sábanas, para irme acostumbrando poco a poco a la luz que estaba por toda la habitación

 

Pero entonces fue cuando pasó. Abrí los ojos mirando por primera vez las cobijas que me cubrían. No las reconocí. Mamá odiaba las sábanas blancas debido a que estas hacían que se notará más rápido la suciedad y tuviéramos que cambiarlas.

 

¿Dónde estoy?

 

Me removi nuevamente esta vez más inquieta quitando de golpe la suave tela de mi rostro.

 

Gran error

 

Sentí mi cabeza a punto de explotar cuando la luz llegó directamente a mis ojos. Tarde algunos segundos — probablemente minutos— en acostumbrarme por completo a la luz.

 

Escaneé con la mirada cada parte de la habitación en la qje me encontraba confirmando mis sospechas. Está no era mi habitación. Tampoco la de mi hermano. Tampoco la de mis padres. Ni la de Andrea. Mucho menos la habitación de mi mejor amigo.

 

¿Dónde estaba? ¿Qué pasó anoche?

 

Intente recordar. De verdad lo intenté. Pero nada vino a mi mente. Estaba en blanco.

 

Me puse de pie, notando que tenía puesta una camisa blanca de no se quien. Mi ropa no estaba por ningún lado. Escuche sonidos fuera de la habitación y sentí como me tense al sentir unos pasos acercarse a la habitación 

 

Me acerque rápidamente hacia la puerta para ponerle seguro a esta y así evitar que alguien entrará. Pero cuando estuve por llegar, la puerta de abrió, dejándome ver aquel chico de ojos azules

 

— Alejandro — susurre asombrada

 

¿Qué hacía con él? ¿Estaba en su casa? ¿Cómo llegué a su lado? ¿Qué tontería cometí anoche?

 

— Creí que seguías durmiendo..., te traía el almuerzo...

 

— ¿Qué hago aquí? — pregunte ignorando lo que me decía, y retrocediendo un poco temiendo la respuesta

 

— No pasó nada. Tranquila — habla inmediatamente cuando ve mí nerviosismo

 

— ¿Entonces que hago en este lugar? — preguntó sin detener mis pasos

 

El escaneo mi rostro. Paso a mi lado dejando en la cama la bandeja con comida que llevaba con él; para después acercarse a mí con cautela

 

— ¿No recuerdas nada? — preguntó, a lo que yo niego después de unos segundos

 

Lo último que recuerdo es que Bruce me llevó a un bar cerca del lugar donde trabajo. Después que me habían organizado una fiesta sorpresa por otro año más de nuestra amistad — aunque pienso que solo era un pretexto para salir de fiesta —. Comenzamos a beber. Y ya..., es todo lo que recuerdo

 

El me sonrió antes de recargarse en la puerta y soltar una pequeña risa

 

— Bien. Te contaré lo que yo sé. Pero quiero que comas algo. Seguramente tienes una gran resaca y además no has probado bocado desde ayer por la tarde

 

Mire la comida y realmente se veía apetecible. Tenía hambre. Y eso muchas veces me ponía histérica o de malas. Por lo que accedí y tomé la comida, recostandome nuevamente en la cama, preparada para escuchar lo que él me diría

 

 

O al menos eso creía

 

 


Alejandro Schieber

 


La noche anterior

 

 

Solamente apareció para arruinarme más la noche. Mi humor estaba pésimo. Tenía ganas de matar a alguien. ¿Qué concecuencias me podría traer eso?

 

— Señor — escucho como me llaman. Me giré sintiendo la ira emanando todo mi cuerpo. Y al parecer el empleado lo notó, porque retrocedió un poco, antes de volver a hablar —. La chica que trajo hace algunas semanas está aquí... y está muy ebria... ella y las otras personas con las que viene, solamente una chica no lo está... ¿qué hacemos?

 

— ¿Han ocasionado algún daño? — pregunte frunciendo mi ceño. Él negó

 

— Solo que ella no se encuentra en el mejor estado. Creo que es la segunda vez que vomita...

 

Me puse de pie dirigiéndome hacia el balcón que dejaba ver la parte de abajo. Busque con mi mirada a la chica de ojos verdes entre todas las personas que se encontraban en aquel lugar. Hasta que la encontré en una de las mesas del fondo. Junto con sus amigos. Y el chico de la otra vez. Bueno, estaba recostado en la mesa, seguramente estaba más que ebrio

 

Bajé las escaleras para ir hacia su mesa. Sentí la mirada de varias personas en mí, algo que ignoré concentrandome en cierta señorita

 

En cuanto sus ojos conectaron los míos, una sonrisa se hizo presente en sus labios

 

— ¡Ricitos! — grita dirigiéndose a mí con pasos torpes — ¿Dónde te habías metido? — pregunta abrazándome. Yo solo la sostengo con mis brazos — ¿Por qué me abandonaste aún después de que prometieras que nunca lo harías? — susurra escondiendo su cabeza en el hueco de mi cuello.

 

Sentí un dolor en mi pecho cuando mi cuello se comenzó a sentir húmedo debido a sus lágrimas. Yo era culpable de sus lágrimas. Yo era el culpable de su dolor. Y me odiaba por eso

 

— Alejandro — veo como una de las chicas que estaba en la mesa se acerca a mí —. No sabía que estabas aquí

 

— Acabó de llegar — miento

 

— Crees que me puedas ayudar a sacarla de aquí — pregunta, pero eso hace que Abril se aleje de mí

 

— ¡No! — exclama, chocando con un par de chicos

 

— ¡Figate idiota! — escupe molesto uno de los chicos




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.