El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO VEINTE

 

 

XX. La máquina de lattes

 

 

Abril Martinelli

 

 

— ¡No es mi problema que la estúpida maquina de lattes se haya descompuesto! ¡Arreglala! — tome una bocada de aire.

 

Este señor no paraba de gritarme desde hace quince minutos que él no tenía la culpa que una máquina se haya descompuesto. ¡Tampoco era la mia que la cosa esa se descompusiera!

 

— Señor, ya le explique que nosotros no podemos hacer nada. Ya llamamos al tec...

 

— ¡Claro que pueden hacer algo! ¡Solamente que usted es una inepta que no quiere hacer bien su trabajo!

 

Lo mire frunciendo el ceño

 

— Primero, no es para que me falte al respeto. Y segundo, ya le dije que no puedo hacer nada

 

Intentaba controlarme, pero mi paciencia se agotaba. Y si no hubiera sido por Leandro y Rafael que entraron a la batalla, yo ya le hubiera metido su latte por donde le entrará

 

— Señor, ya le explico la señorita que no hay nada en lo que podamos ayudarle. Lo intentamos pero simplemente no encontramos una solución — habla Rafael, colocándose de tras mío —. Por lo que de la forma más amable y respetuosa, le pido que se retire y vuelva en otro momento

 

— No. — responde secamente el pelón que estaba del otro lado del mostrador —. Yo quiero un latte

 

— ¿Y porqué no pide alguna otra bebida? — recomienda Lean, quien también comenzaba a perder la paciencia

 

— Porque no lo apetesco. Esta señorita — enfatiza la última palabra, provocando que yo frunsa más mi ceño —, desde un inicio se negó a atenderme. ¿Ha escuchado la frese el cliente siempre tiene la razón? — era una pregunta retórica, pero justo cuando estaba por hablar y defenderme, otra voz entró en acción

 

— Pero la mayor parte de ocasiones en las que la gente dice eso, es porque se quedaron sin argumentos de su estúpida protesta. Esas personas son las verdaderas ineptas

 

El señor se giro dispuesto a pelear con el chico que lo mataba con la mirada. Mis labios se entre abrieron cuando lo miré parado a lado del señor que hace unos minutos me insultaba ¿desde cuándo estaba ahí?

 

Alejandro lo rebasaba por muchos centímetros —como lo hacía con la gran mayoría—, el cliente molesto, trago saliva antes de intentar hablar. Cosa que no logró porque ricitos continúo con sus palabras

 

— Pídale una disculpa a la señorita. Que ella no tiene la culpa de que usted tenga problemas de actitud.

 

— Usted no es nadie para decirme que hacer — le dice el pelón. Pero con una mirada fría de Alejandro, hizo a este retractarse —. Y-yo lo si-siento mucho..., no era mi intención molestar. Con permiso y excelente servicio. La recomendaré con mis amigos. Adiós.

 

Y de esa forma, salió rápidamente de la cafetería. Solté un largo suspiró, antes de volver a hablar

 

— Qué señor tan odioso

 

— ¿De qué shampoo utilizará? — pregunta Leandro pensando, yo reí ante su comentario.

 

Senti como mis músculos se comenzaban a relajarse, cuando giré de nuevo hacía la caja registradora y me encontre con la mirada de Alejandro en mí

 

— Bueno. Estaré atrás recibiendo a los proveedores. Liam sigue atendiendo. Cualquier cosa llamame, Abril

 

— Hola, Alejandro. Cualquier cosa estaré aquí, mesecito — dicho esto, ambos se alejaron, dejándome a solas con ricitos

 

— Hola, ricitos — lo saludo ladeando mi cabeza, cosa que lo hace sonreír

 

— Hola, betty — mis mejillas se sonrojaron de inmediato

 

— ¿Puedes superar eso? — murmuro desviando mi mirada

 

— Por supuesto que puedo. Pero no lo quiero

 

— Eres un odioso

 

— A mí tampoco me gusta tanto tú apodo hacia mí — esta vez el quien ladea la cabeza y entrecierra los ojos

 

— ¡Pero si es el mejor!

 

— Detesto mis rizos — abrí la boca totalmente sorprendida

 

— ¿Qué? — preguntó aturdida — ¿Cómo que odias tus rizos? Son hermosos

 

El solo se encogió de hombros

 

— Lo hago. Estamos a mano, Betty — murmura recargandose en la barra, guiñandome un ojo

 

— Bien, ricitos

 

El me dedicó una sonrisa de lado, pero justo cuando Alejandro estaba por comenzar a hablar, una chica nos interrumpió

 

— Hola — saludo a ricitos, ignorando mi existencia, cosa que Alejandro notó, porque la sonrisa que tenía desapareció, dejando un gesto inexpresivo en el

 

— Hola — contestó, secamente. La chica rubia le sonrío, recargandose en la barra, al mismo tiempo que se acercaba disimuladamente hacia él, hasta que sus manos estuvieron a punto de cotarse — ¿Necesitas algo?

 

— ¿Te gustaría darme tú número? — pregunta, sonriente. Tomé una bocana de aire antes de comenzar a retroceder un poco

 

Me sentía algo incomoda viendo aquella escena, y estaba decidida a irme, pero ricitos me miró en cuanto se dio cuenta que estaba por alejarme, dándome una mirada para que no me moviera de mí lugar

 

— No.

 

Casi me ahogue con mi propia saliva al escuchar la serenidad de su voz. La chica vaciló un poco su sonrisa coqueta, pero después continuó

 

— Bueno...., este es mi numero por si...

 

— Ni siquiera te esfuerces en dármelo. No estoy interesado en algo que tenga que ver contigo. Ahora, ¿me podrías dejar a solas con mi novia? — la chica me miró por primera vez antes de escanearme y mirarme con recelo

 

Ni siquiera dijo nada, antes de darce la vuelta e irse balanceando exageradamente sus caderas. Alejandro rodó los ojos descaradamente, antes de volverse a acercar a mi




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