El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO VEINTISIETE

 

 

XXVII. La historia de un adolescente de quince años

 

 

Abril Martinelli

 

 

— ¿Quieres venir con nosotros al cine? — me ofreció mi mejor amigo, intentando animarme. Yo sonreí débilmente, antes de negar

 

— Estoy algo cansada..., me iré a mi casa...

 

— Anda, Abril. Vamos, solo será un par de horas — insiste esta vez Andrea.

 

— De verdad. No me siento bien. Quiero irme a mi casa

 

— ¿Quieres que te lleve? — se ofrece Bruce. Yo le sonreí antes de volver a negar

 

— Estaré bien. Nos vemos después. — me despedí de mis amigos para después darme la vuelta y dirigirme a la salida de mi universidad

 

Sentía mi ánimo por los suelos. No tenía ganas de nada. Solo quería estar en mi habitación escuchando música para intentar relajarme.

 

Ayer Alejandro había ido a mi casa a buscarme. Suponía que Henry le había contado todo. No lo quise ver para intentar evitar una discusión, por eso mismo le pedí a Andrea que le dijera que se fuera. No sabía si era lo correcto, pero no quería verlo. Me sentía tan abrumada. Tan confundida

 

Intente buscar alguna razón para que él no me quisiera decir sobre qué sus padres estaban aquí. Intente encontrar algo para poder entender porque me había mentido. Pero no encontré nada

 

¿Tal vez era porqué no se llevaba bien con ellos? ¿Ellos no sabrían de mí y por eso no dijo nada? Pero si era así, ¿qué le costaba decirme que ellos no sabían de nuestra relación? Ni siquiera yo había podido encontrar una justificación a su mentira..., y tampoco sabía cuál era la que él me daría...

 

Baje los dos últimos escalones de la entrada para después dirigir mi mirada hacia el frente. Retuve el aire por unos segundos cuando lo vi frente a mi facultad, con unos lentes de sol y un gorra que cubría sus rizos. Estaba recargado sobre la puerta de su auto. El me miró unos segundos, antes de sonreírme un poco.

 

Note como el caminaba directamente hacia mí. Y tuve que levantar más la cabeza cuando detuvo sus pasos al frente de mí

 

— ¿Podemos hablar? — preguntó con nerviosismo. Lo mire unos segundos, permaneciendo en silencio. Cosa que hizo que sus nervios aumentaran y comenzará a hablar más rápido de lo normal —. Andrea me dijo que podíamos hablar mañana, o sea hoy, ayer que fui a tu casa me lo dijo, y pues estoy aquí porque ya es mañana y...

 

— Alejandro, detente — digo retrocediendo dos pasos por lo rápido que estaba hablando —. Y hablaremos. Pero no aquí en donde todas te están mirado descaradamente — murmuro incomoda, y pude ver como sonreía

 

— ¿Estas ce...

 

— Una palabra y no hablamos de nada — le advierto, provocando que cambie de palabras estrategicamente

 

— Esta cerca un restaurante ¿no? Podemos ir a comer ahí — me dedico una sonrisa más nerviosas que las demás. Y por primera vez en horas, una pequeña sonrisa de diversión apareció en mi rostro

 

— Esta bien, vamos. — él elevó su mirada, dándose cuenta de que era cierto de que todas lo miraban. A pesar de todo lo que llevaba puesto en cima, note como fruncia profundamente su ceño. — Perdóname ¿si? —. No termine de comprender esas palabras cuando sentí como unía nuestros labios frente a todas esas personas. No pude evitar sonreír aún cuando nuestro labios seguían unidos

 

Al sentir la seguridad del beso, el puso una mano en mi mejilla a trayendome un poco más hasta él. Poso otra mano más en mi cintura, pero fue cuando yo decidí poner fin a ese beso.

 

— Eso debió de haber ocurrido después de haber hablado — murmuro, cuando me alejo de él

 

— Estaba marcando territorio por ti. — se excusa —. Pero si quieres, se puede volver a repetir. Por mi no hay problema. — se ofrece, para después tomarme de la mano —. Vamos — se dio la vuelta, y aproveche para sonreír un poco

 

Subimos al auto, y el comenzó manejar. Íbamos en un silencio un tanto tenso. Yo solo fijaba mi vista en la ventanilla del auto. Veía a las personas pasar por las calles centradas en sus cosas

 

Llegamos al restaurante, y nos adentramos a este. Nos sentamos en una mesa que estaba algo retirada de todas las demás. Antes de que el mesero se acercara a pedir nuestras órdenes. Una vez que este se fue, Alejandro fue el primero en hablar

 

— Sobre lo de ayer..., lo que te dije, yo...

 

— ¿Por qué me mentiste? — preguntó directamente. Él apretó los labios en una dura línea, antes de hablar

 

— No quería que supieras que mi padre estaba aquí. Él..., él es una persona muy difícil..., no quiero que él te conozca — dice, mirándome a los ojos. —. Porque no voy a permitir que te haga daño

 

— ¿Qué es lo que el me puede hacer? — él sonrió de lado, incrédulo, y mirando hacia otro punto no específico

 

— El es la persona que más me a destruido, Abril. Él destruyó a mi familia con sus estúpidos errores. Y nos culpaba a nosotros. Era un maldito alcohólico. Todo lo que tocaba lo destruía. O lo destruye mejor dicho. 

 

Yo lo mire, intentando ver más allá de sus ojos. Intentando saber que pasaba por su mente. Pero él lo noto, y no me dejó que yo buscará. No dejo que yo encontrara algo. No lo hizo porque cerró sus ojos, antes de abrirlos nuevamente y comenzar a hablar

 

— El golpeó a mi madre. La golpeo hasta el punto de llevarla al hospital. Y le pidió perdón, ella lo perdono, lo amaba. Pero a las pocas semanas, no paraba de decirle que era su culpa. Que ella lo había provocado

 

« Un día yo llegué de mi escuela. Tenía quince años. Él estaba con otra mujer. Y mi madre estaba ahí. Precensiando todo. Mi padre la había atado a una silla. Intenté ayudar a mi madre. Pero él me miró, furioso. Se acercó a mí y me comenzo a golpear. La otra mujer sólo miraba todo con una maldita sonrisa que jamás borraré de mi mente. Mi madre intentaba gritar pidiendo ayuda, pero la maldita venda de la boca se lo impedía...




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