El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO TREINTA Y DOS

 

 

XXXII. Dos mentirosos

 

 

Abril Martinelli

 

 

— ¿La verdad? — preguntó, mirando a la otra chica, que tenia una gran sonrisa. — ¿De qué verdad habla?

 

— De ninguna verdad. — dice esta vez Alejandro, mirando fríamente a la chica, quien entre cierra los ojos

 

— Oh, ¿entonces ella ya sabe quién eres realmente? Ya sabe quien es el verdadero Alejandro — Él se acercó a ella, e intentó alejarla

 

— ¡Largate de una vez, Keyla! — grita, furioso

 

— Aún no sabe nada, ¿verdad? — ella se soltó de su agarre antes de mirarme a mi —. Entonces lamento arruinar tu burbuja, princesa.

 

— Abril, no la escuches — interviene, Alejandro. Pero yo estaba tan aturdida que solamente quería saber de la verdad a la que se referían 

 

— Habla... — le susurre a la chica

 

— Este es un maldito millonario. El es el gran ¡Alejandro Schieber! El heredero mayoritario de millones de dólares. Alguien que no tiene razones para trabajar. Y aquí donde estas parada, todo esto es suyo. El es el dueño de este maldito lugar y de miles más. Te engaño por muchísimo tiempo. Y te aseguro que si fuera por él, nunca te hubiera dicho nada...

 

— Abril no le creas — me pide, tomando mi rostro entre sus manos. Pero yo me aleje de él, como si su tacto quemara mi rostro.

 

— ¿Es verdad? —susurro, sintiendo mis ojos comenzar a picar

 

— No todo es como parece yo...

 

— ¡Contestame de una maldita vez! — le grito, dejando salir más lágrimas.  Sus ojos ya me habían dado una respuesta, pero yo quería oírlo de sus propios labios. Quería que lo aceptará — ¿Es verdad? — susurre, sintiendo como todo se venía abajo

 

— Lo es...

 

Y ahí fue cuando todo se termino. Sentí como mi corazón se destruía. Como todo se hacía añicos. Estaba frente a un desconocido. Cuando creí que finalmente me había sido sincero, cuando creí que había confiado en mi así como yo había confiado en él, todo se fue a la borda..., el se encargo de destruirlo todo...

 

— Bueno, yo solo quería que supieras la verdad, hermosa. — habla la chica. Yo la mire, y no quitaba su estúpida sonrisa — Un gusto conocerte. Adiós, Schieber. —y antes de darse la vuelta, me mira de nuevo a mi —. Ah, y cuida más a tus próximas parejas. Que no sean igual de mentirosos que este

 

— ¡Largate de una buena vez, Keyla! — grita Alejandro, cerrando la puerta con tanta fuerza que un pequeño reloj que había en la pared, cayó, haciéndose añicos

 

Todo se quedó en silencio, yo solamente escuchaba el latido de mi corazón, o lo que quedaba de este, deseaba que todo esto fuera un sueño. ¿De verdad me había mentido después de todo lo que pasamos juntos? ¿Cómo pudo ser capaz de engañarme de una forma tan cruel y dolorosa? ¿Hablaba realmente en serio cuando decía quererme? ¿En algún momento me dijo una sola verdad? 

 

— Te odio — le susurre, mirándolo con repudio cuando se intento acercar a mi —. Eres un maldito mentiroso. ¡Me prometiste que no me lastimarias! ¡Eres un estúpido animal! ¡Confíe en ti, Alejandro! ¡Me engañaste! ¡Te odio con todo mi ser! — le grito golpeando su pecho con mis dos puños, el tomó mis muñecas e hizo que lo mirara

 

— ¡Abril escuchame! — me pide desesperado, pero yo comienzo a negar con mi cabeza

 

— ¡No! ¡Escuchame a tu a mi! — exclamó, soltandome de su agarre —. Me mentiste, Alejandro. Me ocultaste toda tu maldita vida aún cuando yo te confie hasta el último secreto de toda mi vida.

 

« Te abrí mi corazón aun cuando me lo acababan de dañar. Me permitiste amarte. Me permitiste amar toda una farsa. Y tú nunca dijiste nada. Me lo seguiste ocultando. ¡Me dejaste amarte aún sabiendo todo lo que lastimarias cuando me enterará de la verdad! 

 

« ¿Porqué no me fuiste sincero? ¿Por qué no me constaste la verdad? ¿A caso nunca te di motivos suficientes para que confiaras en mi? ¿Por qué no tuviste la valentía suficiente de decirme que todo era una maldita mentira? ¡Contéstame aunque sea una maldita pregunta! 

 

— ¡No era tan sencillo, Abril! — exclama, desesperado —. Sabía que te iba a perder en cuanto te enteraras. Y todos me lo dijeron. Me dijeron que te contará la verdad, pero apenas me habías dado una oportunidad, y no te quería perder cuando apenas estabas conmigo, quería disfrutar un poco de esto que ambos sentimos...

 

Un momento, ¿había dicho todos? ¿Más personas sabían de su mentira?

 

¿Todos? ¿Más personas sabían de esta farsa? — el puso los labios en una dura línea — ¿Me estuvieron engañando durante todo este tiempo? — vuelvo a preguntar. El cerro sus ojos, antes de asentir — ¿Quienes sabían? — susurre sintiendo mi corazón latir cada vez más fuerte. El abrió nuevamente sus ojos, encontrándose con los míos

 

— Nala, Leandro, Dayana, Teresa, Vanessa, Henry, Williams, Isaias, y... — el dudo en hablar

 

— ¿Y quién más?

 

— Andrea...

 

Y por segunda vez en el día, sentí como mi corazón volvía a romperse. Mi mejor amiga me había mentido. Me había ocultado quien era realmente Alejandro. ¿Por qué lo había hecho? ¿Por qué me lo ocultó? Se supone que entre amigas no había secretos, y que siempre se cuidaban entre ellas. Entonces, ¿por qué no me contó la verdad?

 

Todas las personas que quería me habían mentido, me habían ocultado la verdad. Aún cuando sabían lo mucho que me lastimaria cuando yo me enterara. No les había importado, simplemente decidieron callar. Apoyarlo a él en su mentira. No me importaba porque lo había hecho, porque me había ocultado su vida. Nada tenía justificación. Y por mucho que lo amará, está no se la perdonaria




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