El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

 

 

XLV. La comida familiar

 

 

Abril Martinelli

 

 

Sentí mi garganta cerrarse cuando su nombre salió de mis labios. Las ganas de llorar me inundaron junto con un miedo indescriptible

 

Él se acercó a mi, como un depredador asechandado a su presa. Yo di unos pasos atrás intentando estar alejada de él

 

— ¿Por qué me temes? — murmura con una sonrisa. Su mano acarició mi cabello y sentí como mi cuerpo temblaba

 

— Aléjate de mi si no quieres que llame a la policía — susurre con voz temblorosa. Él me sonrió amargamente

 

— Tú no llamarás a nadie — susurran entre dientes antes de que sus dedos tocarán mi brazo y lo tomará con fuerza —. Me acompañaras a mi departamento y llamaras a tu queridisimo novio. Ya veo porque me terminaste, para poder irte con él y su dinero. No eras tan estúpida como creí

 

— Sí terminé contigo fue porque me golpeabas — espete, provocando que tomará con más fuerza mi brazo. Gemi de dolor

 

— Sí no quieres recordar esos hermosos y divertidos momentos, será mejor que te calles y no me molestes.

 

Intento hacerme caminar pero yo me negué. No quería ir con él. Le tenía demasiado miedo. Más del que me gustaría tenerle

 

Ninguna persona pasaba por donde estábamos. Ni siquiera en el parque que estaba frente a la parada de autobus había alguien. Los automóviles pasaban ignorando lo que me estaba pasando.

 

El miedo cada vez se adueñaba más y más de mí. La Abril de hace unos años fácilmente se hubiera ido con él para no molestarlo y así, fuera lo que fuera que me hiciera doliera menos que cuando estaba molesto. Pero la Abril de ahora no quería volver a ese punto nuevamente, la Abril de ahora no quería dejar que el miedo fuera lo que manajaba su vida

 

Tenía uan batalla contra las dos personas que algún día fui. Con una Abril que yo creí haber dejado en el pasado. Una Abril a la cual aun no podía superar, porque tal vez, solo tal vez, faltaba que la perdonará. Faltaba que la comprendiera y no la culpara

 

Porque cuando yo creí haber sanado cada grieta que tenía, me di cuenta que solamente las había cubrido con una manta que no dudaría toda la vida. Y cuando un fuerte recuerdo de esa Abril volvió, me hizo ver que nada había sanado completamente, porque aún me faltaba el paso más grande y difícil de todos, perdonarme a mí misma por todo el daño que permití que algún día me causarán...

 

— ¡No quiero ir contigo! — exclamo, intentando soltarme de su agarré cosa que logré. Vi el odio puro en su mirada, y cuando levantó su mano para darme una bofetada, alguien se lo impidió

 

Mi vista se dirigió hacia el chico que tenía la mano de Dylan detenida, antes de que este le diera un golpe en la mandíbula, otro en las costillas y por último en la boca del estómago, sacándole el aire

 

— ¿Esta bien señorita? — preguntó Allen, el jefe de seguridad, quien había hecho que Dylan se retorciera de dolor en el suelo

 

Yo negué con la cabeza, con la mirada fija en mi ex novio

 

— Quiero irme de aquí — susurre, él chico asintió y le hizo una seña a otro que también estaba ahí quien solo asintió

 

— Te vas a arrepentir, Martinelli. Ten mucho cuidado — dijo furioso cuando se puso de pie. Dos chicos de seguridad se pusieron frente a mi, evitando que se acercara a mí

 

— Acompañeme señorita — me susurro Allen cuando una camioneta negra se detuvo frente a nosotros

 

No quise preguntar nada y solamente subí a ella, ignorando las palabras de Dylan.

 

Tomé un poco de aire intentando controlar mi acelerada respiración, Allen me miró algo preocupado

 

— ¿Quiere que la llevamos a un lugar? — me pregunta, yo asentí, aún con las manos temblorosas

 

Le di la dirección y la camioneta comenzó a moverse. El jefe de seguridad escribió algo en su teléfono antes de mirarme

 

— ¿Se siente bien? — me pregunta nuevamente

 

— Sí, estoy bien — susurre. Él asintió poco convencido que pero no insistió

 

Una vez estuvimos fuera de la casa de mi abuela, el bajo para abrirme la puerta, yo baje antes de escuchar como me llamaba

 

— Tuve que informarle al señor Schieber sobre lo que pasó, era mi obligación hacerlo. Estaremos rodeando el perímetro mientras usted se encuentra aquí. Vamos a estar pendientes a quien se acerque a la casa, especialmente ese chico. Estará segura, no se preocupe

 

Me informa, yo lo sonreí agradecida

 

— Muchas gracias, Allen. Sí no hubiera sido por que ustedes llegaron, ni siquiera se donde estaría ahora

 

— Es nuestro deber. El señor Alejandro nos pidió protegerla de todo y de todos. Siendo sincero y con todo respeto, él la quiere demasiado —. Sentí mis mejillas encenderse antes de que las puntas de mis dedos cosquillearan

 

— Gracias... — susurre con una pequeña sonrisa nerviosa —. Estaré adentro, si se les ofrece algo de comer, tomar o alguna otra cosa, solo llamen a la puerta, ¿de acuerdo?

 

— Usted no se preocupe por eso

 

Me di la vuelta y camine hacia la entrada de la casa de mis abuelos, toque el timbre y en menos de treinta segundos, mi abuela ya me recibía con una gran sonrisa

 

— ¡Mi niña! ¡Por fin estas aquí! — exclama dándome un fuerte abrazo — ¡Tardaste tanto!

 

Yo solo sonreí, devolviendo el abrazo, ella se separó un poco de mi, y frunció un poco su ceño hacia los hombres que aún estaban ahí, esperando a que yo entrará

 

— ¿Quienes son ellos, cariño? — me pregunta, yo los mire rápidamente




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