El Chico De La Mesa 4

CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

 

 

XLIX. La sospecha

 

 

Abril Martinelli

 

 

Mis manos me temblaban un poco cuando bajamos de la gran camioneta negra. Alejandro tomó mi mano una vez que estuvimos abajo, se veía bastante relajado a comparación de mi, seguramente estaba acostumbrado a viajar a otros países muy seguido pero yo muy apenas si salía de la ciudad

 

Nos dirigimos hacia un pasillo, rodeados por gente de seguridad, caminamos un poco antes de que finalmente llegáramos a la sección VIP, yo frunci un poco mi ceño cuando note que la sala era privada, y que solo estaban las personas que nos acompañarian

 

— ¿Qué no iremos en un avión común y corriente? — le pregunte en un susurro, el me sonrió de lado

 

— No soy muy fan de viajar en ellos. Prefiero algo más privado — murmura, analizando mi expresión. Yo frunci ceño

 

¿Algo más privado?

 

— ¿A qué te refieres con eso? — le preguntó, pero en ese momento, Henry se acerco a nosotros

 

— Es hora de irnos, par de tortolitos — yo sentí mis mejillas encenderse, y Alejandro rodó lo ojos

 

— No me hagas arrepentirme de haber dejado que vinieras con nosotros — le advierte ricitos, Henry sonrió inocente

 

Después de haber caminado un poco, note un avión que parecía ser un jet privado, detuve mis pasos cuando Vanessa y Henry subían a este con total normalidad, Alejandro me miró, frunciendo su ceño

 

— ¿Estás bien? — preguntó, yo no quite mis ojos de aquel avión

 

— ¿Viajaremos ahí? — apenas pude murmurar

 

— Sí — contestó extrañado — ¿Hay algún problema?

 

— ¿Es tuyo? — el desvió la mirada, antes de sonreí nervioso

 

— Tal vez

 

— Oh por Dios — murmure, el sonrió de lado, un poco más relajado, finalmente me guió y caminamos por las escaleras que nos adentraban al jet

 

Una vez estuvimos a dentro hice todo lo posible para dejar de sorprenderme pero no lo logre. Jamás me terminaría de acostumbrar a esto. Era demasiado para mí

 

Después de unos minutos el avión despegó. Suspiré un poco mirando a través de la ventana que había a un lado de mí

 

Senti que alguien se sentaba a mí lado y sonreí un poco al ver a ricitos mirarme con una sonrisa

 

— ¿Estas nerviosa? — me pregunta yo hice una mueca

 

— ¿Debería de estarlo? Solo conoceré a mi sue... — me interrumpí de inmediato, Alejandro arqueo una ceja, acercando peligrosamente su rostro al mio

 

— ¿A tu que? — preguntó, yo trague grueso, desviando la mirada a otro lado

 

— A tu madre. Él que debería de estarlo eres tú, que la volverás a ver — el sonrió, antes de acomodarse en el asiento de nuevo

 

— Tal vez, no sabe que estamos camino a Estados Unidos. Mucho menos que la iré a visitar

 

— ¿Le llegaras por sorpresa?

 

— Tal vez — yo alce un poco mis cejas. Antes de que todo se quedara en silencio.

 

Mire nuevamente hacia la ventana y note como un mensaje llegaba a su teléfono. Frunci mi ceño cuando sus hombros se tensaron y rápidamente borraba la imagen de la notificación

 

— ¿Pasa algo? — pregunté, el negó un par de veces

 

— Tengo que hacer algo del trabajo, descansa, el viaje será largo

 

Ni siquiera me dio tiempo de preguntar otra cosa cuando ya se había ido de mi lado.

 

Trate de pasar por alto eso y tome mis auriculares y puse mi canción favorita y fije mi vista en las nubes que íbamos dejando atrás. Cerré mis ojos por un momento y poco a poco, sentí el sueño comenzar a vencerme

 

 

(****)

 

 

Después de muchas horas de viaje, llegamos finalmente a Los Angeles. Alejandro tomó mi mano durante todo el camino a la camioneta.

 

Todos estuvieron en silencio durante todo el camino, notaba que Alejandro escribía algo con mucha frecuencia, pero no podía ver a quien lo hacía. Suspiré un poco, mirando hacia la parte de afuera de la camioneta

 

La última vez que había estado ahí había sido cuando mi tía murió, desde ese entonces, ya no había motivos para venir debido a que mis primos habían regresado a Italia. Lo último que supe fue que la casa en la que vivieron durante tantos años se había puesto en venta y la había comprado una pequeña familia

 

Los autos se detuvieron y bajamos de nuevo. Después de que hicieran check-in, subimos a las habitaciones

 

— ¿Dormiremos en una misma cama? — le susurre a Alejandro mientras esperábamos a qué el ascensor se abriera

 

— No, la suite tiene dos recamaras

 

— ¿Suite? — pregunte asombrada, el sonrió un poco

 

— Me encanta ver como te sorprendes por todo — confieza, yo frunci mi ceño

 

— Bueno, no es lo más normal del mundo quedarse en una suite, viajar en un avión privado, y visitar un penthouse

 

El rio, antes de que las puertas del ascensor se abrieran, entramos y nuevamente el silencio lleno la habitación, pocos minutos después, ya nos encontrabamos en la habitación, la cual estaba de sobra decir que era gigantesca

 

— ¿Quieres pedir algo de comer? — preguntó, mirándome

 

— Estoy bien

 

— No comiste nada en todo el vuelo. Llevas más de cinco horas sin probar bocado. Aunque sea come un poco

 

— No tengo hambre — volví a contestar, encogiendome de hombros. Alejandro me dedico una mirada seria

 

— Abril, debes de comer algo. Le prometí a tus padres que te cuidaría

 

— Bien, pero solo un poco, ¿de acuerdo? — el me miró, intentando ver más allá de mis ojos




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