El chico del segundo B

Capítulo 13 Una confesión.

Mise : Esto es muy raro, nunca he hablado por tanto tiempo con alguien sin saber su nombre completo o donde vive. A veces siento como si estuvieras cerca pero en cuanto sierro el chat te alejas. Al menos dame una pista ¿vives cerca de mi?.

Edu :  La distancia es algo relativo. Vivo cerca de ti, si, vivo en el mismo mundo en el que tú vives. Respiro el aire que tu respiras, me alumbra el mismo sol que te ilumina a ti. En cuanto a quien soy, Imagina estar metido dentro de un pozo oscuro. Lleno de miedo, lleno de angustias con un deseo incontrolable de salir y gritar tu nombre pero no puedes. Eso siento cada día, soy alguien sin rostro, alguien al que le arrebataron la vida. Al que de la nada le borraron las estrellas dejando su cielo a oscuras. Soy un alma que sólo busca llorar lágrimas de verdad, pero no puedo, no puedo ser quien en verdad soy, tengo que seguir aquí, atrapado dentro de una habitación que ni siquiera me pertenece. No preguntes nada más, te lo imploro, desde que mi vida se sumergió en este abismo de agonía tú eres ese rayo de esperanza que me hace creer que aún tengo una oportunidad de ser feliz. Cuando esté listo sabrás quien soy y no habrá marcha atrás. No seré el mismo de ahora, ni el mismo de antes pero seré alguien mucho mejor o tal vez ya no seré nada...

Me quedé viendo el chat, sus palabras recorrieron mi mente y mi cuerpo. Ese chico estaba necesitando de afecto, de felicidad, de gente con las que hablar y lo peor de todo era que sentía como si no lo pudiera ayudar, no dejaba que lo ayudara. Sus palabras eran confusas, querían decir muchas cosas y a la vez no significaban nada...

Mise : Estoy intentando entenderte para no juzgar tu comportamiento. Se que es difícil sentirse sólo aunque estés rodeado de otras  personas. La soledad es algo que se siente en el alma y nos va envolviendo lentamente. Si al menos me dejaras entrar en tu mundo te podría ayudar. 

Edu : No es que no quiero, claro que quiero conocerte en persona pero justo ahora no puedo, las circunstancias no me lo permiten pero si podemos hacer algo. Cada día me puedes hacer una pregunta y yo te aré otra. Ambos debemos ser sinceros. Preguntas de todo tipo menos sobre mi identidad, el nombre de mis padres ni sobre el lugar donde vivo. 


Mise : ¿Podemos empezar ahora?

Edu : Si quieres si.

Por un segundo me quedé pensando. Habían tantas cosas que quería saber, tantas preguntas que me podrían llevar a diversas respuestas con respectivas conclusiones, que no me decidía hasta que algo me vino a la mente y empecé a escribir : 

Mise : ¿Por qué yo? ¿por qué me elegiste a mí entre tantas personas? Quiero que seas sincero. 

Los tres puntitos del chat se empezaron a mover. Estaba  escribiendo una respuesta cosa que me puso nerviosa. Las manos me empezaron a sudar y el corazón me latía a toda velocidad ¿Por qué me ponía tan nerviosa si no sentía nada por él además de una amistad? 

—Ajam —La voz del profesor de historia me devolvió de mi mundo virtual y si, estaba en clases. De hecho estaba prohibido sacar el celular en clases. ¿Por qué yo no cumplía esa regla y atendía a mi profesor como los demás? La respuesta es sencilla, me gustaba chatear con Edu, tanto que prefería escribirle a cualquier hora. Además ¿me van a negar que se siente bien esa adrenalina de estar haciendo algo malo mientras tu profesor no te ve?

 Levanté la vista de mi celular y de inmediato lo apagué. Le di al profesor una sonrisa apenada y por un segundo creí que me libraría del sermón, que tonta fui ¿no?

—Señorita Aslan ¿Tan aburrida es mi clase para usted como para ponerse a jugar en el celular mientras yo hablo?

Trague en seco, él era un anciano de esos que están cansados de vivir y de los que han dado tantas clases en su vida que son capaces de dar un turno entero sin mirar el libro. 

—No, no es eso es que yo... —Intenté hablar pero fui interrumpida. 

—¿Es que acaso con el celular va a llegar al acumulado necesario para aprobar el semestre?

—Disculpe, no volverá a pasar.

En su rostro de dibujó una mirada fría que me hizo sentir insignificante. Todos me estaban observando, incluso Alex con cara de diversión. 

—No, claro que no volverá a pasar o al menos no hoy.  —Me arrebató el celular de las manos y se dio la vuelta —Cuando termine la clase me lo pide. Es más, no. Al finalizar el día nos vemos en la biblioteca y se lo daré. 

 Quise defenderme pero no podía. Peor era que llamara a mi madre y ahí si me buscaría un problema, ella era capás de quitarme hasta el internet si lo creía necesario.
 
 Vi como se llevó mi alma a su mesa, que diga mi celular. Todo se reprodujo en cámara lenta y en mi mente le grité «¡Nooooooooooooo!»

 Si todo hubiera sido un sueño ese era el momento para despertar pero no, no era un sueño. Me acababan de quitar el celular justo antes de ver la respuesta de la pregunta que le había hecho a Edu, esa pregunta que tantas vueltas me había dado en la cabeza.

 Al terminar la clase recogí mis cosas y caminé en dirección a la cafetería. 

 Abrí mi mochila y busqué los audífonos. Necesitaba distraerme, cuando los encontré me di un golpe en la cabeza con la mano. ¿Cómo iba a escuchar música si me habían quitado el celular?

 Cuando levanté la mirada vi que Alex estaba a mi lado y se estaba riendo de mí. Me quedé mirándolo fijamente, su sonrisa era de diversión, de alguien que se moría por soltar una carcajada. Por eso lo odiaba tanto. Siempre que me tocaba hacer el ridículo ahí estaba él para burlarse de mí.

—¿Buscabas esto? —levantó la mano y en ella estaba mi corazón. Ok no se confundan, era mi amado celular el que estaba ahí. 

—¿Qué? Cómo... — Su sonrisa se intensificó aún más.

—Digamos que el profesor de historia me debe algunos favores —hizo un ademán quitándole importancia al tema. 

Como era de esperar estiré la mano para que me lo diera y la apartó. —¿Qué haces? Dame mi celular.




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